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Sacramentos de la iniciación cristiana: La Confirmación

Nelson Martínez Rust:

 

Continuando con nuestra reflexión sobre los sacramentos de “la Iniciación Cristiana”, nos corresponde reflexionar sobre el sacramento de “La Confirmación”. Lo primero que comprobamos en nuestro recorrido es una doble postura con referencia al sacramento.  Primera Postura: La poca o ninguna valoración que se hace del sacramento. Nuestros cristianos lo tienen en muy poca estima. En efecto, no solo no lo consideran necesario para la salvación, sino que ni siquiera se le exige como requisito necesario para el matrimonio. La conciencia que comúnmente se observa es la de una menor valoración y, en algunos casos, se llega a pensar que es un añadido al bautismo sin ninguna trascendencia. No se les pregunte por la novedad o especificidad que el sacramento aporta. No habrá respuesta. Segunda Postura: No obstante, lo señalado anteriormente, en ciertas Iglesias diocesanas, se comprueba un naciente interés y honda preocupación por parte de los pastores en la preparación de los candidatos al sacramento. Se manifiesta la necesidad de una catequesis mucho más orgánica y organizada, en donde hasta los mismos padres deben tomar parte activa.

¿Qué nos enseña la Iglesia? El “Código de Derecho Canónico” en su numeral 879 destaca que mediante dicho sacramento el bautizado prosigue el camino de inserción en Cristo, obteniendo así con mayor abundancia la gracia del Espíritu Santo, al mismo tiempo que se vincula de manera mucho más estrecha con la Iglesia. Esta vinculación eclesial compromete al confirmando en la responsabilidad de brindar un testimonio mucho más riguroso y una difusión mucho más valiente de su fe en Jesucristo. En este canon se pone de manifiesto con claridad la íntima relación que existe entre el Bautismo y la Confirmación. Sin embargo, cabe preguntarse: “…y la Eucaristía, ¿cómo queda?”, ¿cuál es el vínculo del sacramento con la Eucaristía? En la Eucaristía ha insistido mucho el Concilio. La Constitución apostólica “Divinae consortium naturae” trata de dar una respuesta. En efecto, enseña: “La confirmación está tan estrechamente vinculada a la sagrada eucaristía, que los fieles, marcados ya por el bautismo y la confirmación, mediante la participación en la eucaristía quedan insertos plenamente en el cuerpo de Cristo”.

La confirmación es, según esto, el sacramento que confiere al cristiano una perfeta madurez espiritual, habilitándolo para comunicar la propia vida en Cristo a los demás y para nutrirse personalmente en plenitud por medio de la Eucaristía, sobre todo por medio de la fe, y asignándole al mismo tiempo una función oficial en la Iglesia. Por consiguiente, lo propio de este sacramento radica, en definitiva, en la designación del creyente para ser, mediante un ministerio especial, apóstol de Cristo, testigo cualificado de su amor y de la “buena noticia” del Reino. Al sacramento de la Confirmación podría vérsele como “el sacramento de la acción evangelizadora de la Iglesia”.

El capítulo IV de “Lumen Gentium” nos ayuda a profundizar en la realidad que venimos comentando. El Concilio, al tratar de los laicos, destaca la común dimensión apostólica que existe en todos los miembros del Pueblo de Dios al ser insertados en Cristo, profeta, sacerdote y rey, por el Bautismo. Todos los bautizados, por el hecho de serlo, ya pertenezcan al ministerio ordenado – obispos, sacerdotes y diáconos -, a la vida consagrada -religiosos – o simples miembros del Pueblo de Dios – laicado -, todos, gozan de esta triple dimensión fundamentada en Cristo. Todos son sacerdotes – función de santificar -, profetas – función de predicar – y reyes – función de gobernar.

De esta manera el Concilio ha revalorizado el ministerio del sacramento del orden, ha formulado la doctrina de la colegialidad, ha promovido las conferencias episcopales y, finalmente, ha instaurado el sistema sinodal para toda la Iglesia, que ha tenido su inicio con Pablo VI y en la actualidad continúa profundizándose con el Papa Francisco. Todos los miembros de la Iglesia, bajo la guía y dirección de sus pastores, deben asumir una función activa en la triple misión de la Iglesia: Predicar, Santificar y Gobernar. Este principio pone de manifiesta la centralidad de la doctrina de la colegialidad. Al laicado no se le puede considerar como un subordinado del sacramento del Orden: tiene una dimensión propia y los miembros del sacramento del orden en sus diversos grados y los religiosos deben estar al servicio de ese Pueblo Sacerdotal. De esta manera se vuelve a comprobar que la trilogía de origen cristológico – sacerdote, profeta y rey – funciona en el marco de la doctrina conciliar como un importante esquema de pensamiento eclesiológico y teológico.

El No 31 del capítulo cuarto de “Lumen Gentium”, que es el centro del capítulo, se ve complementado por una doble reflexión: la dignidad de los laicos como verdaderos miembros del Pueblo de Dios (No 32) y su misión y su apostolado (No. 33). Este último número ayuda a nuestra reflexión. En efecto, destaca que “el apostolado de los laicos es una participación en la misión salvadora misma de la Iglesia. Todos están destinados a este apostolado por el Señor mismo a través del bautismo y de la confirmación…Los laicos tienen como vocación especial el hacer presente y operante a la Iglesia en los lugares y circunstancias donde ella no puede llegar a ser sal de la tierra sino a través de ellos. Así, todo laico, por el simple hecho de haber recibido sus dones, es a la vez testigo e instrumento vivo de la misión de la Iglesia misma según la medida del don de Cristo [Ef 4,7]” (LG 33).

Si trasladamos esta doctrina conciliar a nuestro tema tenemos que: 1º. En el sacramento del Bautismo recibimos el Espíritu Santo en orden a ser miembros de Cristo e Hijos de Dios-Padre en Él y por lo tanto a recibir todas las gracias necesarias para nuestra santificación y ser miembros del Pueblo de Dios – la Iglesia -. 2º. En el sacramento de la Confinación recibimos al Espíritu Santo que nos capacita para ser testigos de Jesucristo en los lugares en donde como laicos nos toca servir y 3º. No se puede concebir la Confirmación como un complemento del Bautismo. Dicho sacramento, como todos los demás sacramentos, tiene su especificidad propia y de esta manera deben ser entendidos en la Iglesia. La Eucaristía viene a ser sustento o alimento de la vida cristiana. Es necesario señalar que el Espíritu Santo se da en todos y en cada uno de los sacramentos en orden a llevar a cabo lo específico del sacramento recibido.

En cuanto a la evangelización o preparación requerida para una fructuosa recepción, del sacramento ver lo señalado la semana pasada al tratar el Bautismo.-

 

Valencia. Abril 14; 2024

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