Iglesia Venezolana

Dos imperdibles homilías del Cardenal Baltazar Porras

Ordenación sacerdotal y aniversario episcopal

HOMILÍA DEL CARDENAL ARZOBISPO DE CARACAS, BALTAZAR ENRIQUE PORRAS CARDOZO, EN LA ORDENACIÓN SACERDOTAL DE ISAAC DANIEL VELÁZQUEZ ROMERO SJ, EN LA IGLESIA MARÍA TRONO DE LA SABIDURÍA DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS BELLO. Montalbán, Caracas, sábado 1 de junio de 2024.

 

Queridos hermanos:

 

Participar en una ordenación sacerdotal es siempre una gracia compartida con quien recibe por la imposición de manos y la unción del sagrado crisma, con el respaldo de la oración y el afecto de los suyos este ministerio, producto exclusivamente de la bondad y misericordia del Señor para con cada uno de nosotros. Hacerlo en este recinto sagrado, Trono de la Sabiduría bajo la protección de María nuestra Madre, es también signo de ternura y afecto de quien en el día de ayer nos marcó el camino de estar en salida, para visitar a su prima en la tardía gravidez del precursor.

 

Hoy, Isaac Daniel está rodeado de los suyos, de la estirpe carnal que da un segundo hijo a la Iglesia para el sacerdocio en la Compañía de Jesús, a la vera de la Casta Señora Chiquinquirá del Zulia, a los hijos de San Ignacio con quienes ha compartido su vocación desde que comenzó el noviciado hace diez años en Barquisimeto y en la rica experiencia formativa universitaria en Venezuela y Colombia; popular en comunidades que dan un sello particular a la entrega generosa como en la parroquia San Alberto Hurtado en la parte alta de La Vega y en el Colegio Loyola de Puerto Ordaz; y últimamente en la extensión social de esta querida universidad.

 

Querido hermano, has escogido como primera lectura el inicio del libro de Josué, te invita a que confíes en el Señor, pues mientras vivas nadie podrá resistirte. ¡Sé valiente y ten ánimo!

Reforzar la esperanza es virtud humana y teologal que debemos cultivar, más aún, en estos tiempos tan agitados y confusos que vivimos. “No tiembles ni tengas miedo; Yahvé tu Dios está contigo adonde quiera que tú vayas”.

 

Los predicadores de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio suelen recurrir a esos cuentos e historias que nos lanzan mar adentro. La parábola del barco en la botella es una invitación a salir del mundo artificial que a veces nos construimos para estar, aparentemente en paz con uno mismo. Comenzar una nueva vida, sincera y libre, fuera de la botella, en la realidad cotidiana que nos toca asumir es el reto que en un día como hoy, te llama, nos llama a reforzar la fe y la esperanza que se construye en la tribulación y la adversidad. En el libro de tu historia observa como Dios te ha creado para que lo ames, lo adores y le sirvas allí donde la vida y tus superiores te lo pidan. Como el salmo de hoy, repite: “haz la prueba y verás qué bueno es el Señor”. La Palabra, con mayúscula, que es vida se nos da a conocer para que trasmitamos “lo que hemos visto con nuestros ojos y palpado con nuestras manos” lo demos a conocer con alegría como nos dice la primera carta de San Juan.

 

El evangelio de Juan es el único que nos narra con detalle la llamada a los primeros discípulos. También tú y nosotros buscamos y preguntamos donde vive el Maestro. La invitación es permanente “vengan y lo verán”. “Necesitamos anunciar el Evangelio para dar a los hombres y a las mujeres de hoy la alegría de la fe. Pero este anuncio no se hace principalmente con palabras, sino por medio de un testimonio rebosante de amor gratuito, tal como Dios hace con nosotros. Es un anuncio que pide encarnarse en un estilo de vida personal y eclesial que pueda reavivar el deseo del Señor, infundir esperanza, transmitir confianza y credibilidad” (Papa Francisco. Quebec, 28 de julio 2022).

 

La incredulidad nos lleva a ser como Natanael, “de Nazaret puede salir algo buen”. Si nos lo aplicamos a nosotros mismos, que solemos preguntarnos si de nuestra tierra puede salir algo bueno, hoy la esperanza se hace testimonio vivo. Caminamos juntos, como creyentes y como miembro de la Compañía de Jesús, te toca ser seguidor de quienes marcaron un camino, no solo los venidos de otros lares, pues si no me fallan los números en la Colonia hubo 22 jesuitas nacidos en lo que es territorio venezolano y varios de ellos provenientes de la tierra del sol amada.

 

Te inicias como presbítero Isaac Daniel, en la fascinante tarea evangelizadora en el mundo universitario. Hace apenas una semana, el Papa Francisco recibió a los miembros de la Comisión Internacional del Apostolado Educativo de la Compañía de Jesús. La verdadera educación, dijo el Pontífice, es “acompañar a los jóvenes a que descubran en el servicio a los demás y en el rigor académico la construcción del bien común”… “Necesitamos pasar de la cultura del “yo” a la cultura del “nosotros”, en la que una educación de calidad se define por sus resultados humanizantes y no por los resultados económicos. Esto significa poner a la persona en el centro del proceso. Y era lo que el P. Arrupe nos repetía frecuentemente al insistir en “educar personas para los demás”. El P. Arrupe tenía muy claro que la persona para los demás es, por excelencia, Jesús, el verdadero hombre con y para los demás” (viernes 24 de mayo de 2024).

 

El ven y verás es el que te acompañará a lo largo de tu existencia hasta el último aliento. Es la vocación que irá creciendo en hondura, en sabiduría, en silencio sonoro para descubrir en los signos de los tiempos el dulce llamado de Jesús. Optar vivir el presente con la herencia personal, familiar, de la Orden, para construir el futuro en la inseguridad del camino porque Dios no nos ahorra el riesgo de vivir pero permanece a nuestro lado para darte fuerza. “escoger la vida es liberar toda nuestra capacidad de amor y actuarla en una existencia históricamente tangible, sabiendo que al atardecer de la vida se nos examinará en el amor” (julio Velilla Moreno sj).

 

Pongamos este momento de oración consacratoria bajo el manto protector de María Trono de la Sabiduría que no se adquiere con los recursos humanos, sino que es un Don sobrenatural infundido por el Espíritu Santo porque tuvo el corazón mejor dispuesto para la gratitud, para la admiración, para el amor.

 

Haz tuya, querido neopresbítero, la plegaria de Teilhard de Chardin: “No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones, por su porvenir más o menos sombrío.

 

Quiere lo que Dios quiere. Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz. Que nada te altere. Que nada sea capaz de quitarte tu paz. Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada, como fuente de enregía y criterio de verdad, todo aquello que te llene de la paz de Dios.

 

Recuerda: cuando cuanto te deprima e inquiete es falso. Te lo aseguro en el nombre de las leyes de la vida y de las promesas de Dios. Por eso, cuando te sientas apesadumbrado, triste, adora y confía”.

 

Sea tu jaculatoria: ¡María, ponme con tu Hijo, debajo de su bandera! Que así sea.-

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HOMILIA EN EL 25 ANIVERSARIO EPISCOPAL DE MONS. JOSÉ LUIS AZUAJE, ARZOBISPO DE MARACAIBO, A CARGO DEL CARDENAL BALTAZAR ENRIQUE PORRAS CARDOZO. Catedral de Maracaibo, 29 de mayo de 2024.

 

Queridos hermanos:

 

El estribillo del salmo 22, “el Señor es mi pastor nada me falta” y la imagen del Buen Pastor en el evangelio de hoy, arropan y le dan sentido a la celebración que nos congrega en este día a los pies de María Santísima, La querida y venerada Chinita, que escucha y atiende las súplicas del pueblo zuliano y de cuantos a ella acuden buscando su protección. 25 años de vida episcopal de Mons. José Luis, bodas de plata ministeriales, jubileo para afianzar la convicción de que el Señor no defrauda, al contrario, robustece la alegría y la esperanza en el gastarse en el servicio al prójimo.

 

Sirve de marco para este momento homilético de oración la recomendación del Papa Francisco cuando le preguntaron por qué no hacía elogio de la persona cuando predicaba en algún aniversario importante. Su respuesta fue tajante. En el espíritu de la sinodalidad lo realmente valioso es tomar en cuenta al pueblo fiel para que se una y comprenda que el ministerio episcopal no es una vocación ni un premio a la persona; es, sin duda, la aceptación de un ministerio, de una carga, de una responsabilidad de cara a la comunidad de la que debe ser pastor y guía compartida con su pueblo.

 

Los viejos tratadistas de la figura del obispo señalaban que el pastor, el obispo, debía ser el espejo de todas las virtudes para que pudiera ser en medio de los suyos quien comparta con los que van más a prisa y con los rezagados. Tener olor a oveja solo se logra cuando se está inmerso en la cotidianidad, en la cultura popular, en los gozos y esperanzas de la gente. Así nos lo describe el Speculum pastorum y las reflexiones del arzobispo Carranza o el fraile dominico Luis de Granada en el lejano siglo XVI.

 

Cercano a nosotros en el tiempo y en el afecto valen las indicaciones del Papa Francisco: “Servir, siempre servir”. Los obispos “han sido escogidos de entre los hombres y para los hombres”, que fueron “constituidos -no para ellos sino para los demás- en cosas que conciernen a Dios”. «Episcopado», de hecho, es el nombre de un servicio”, pues “no existe un episcopado sin servicio”. No es el “nombre”, como querían los discípulos situándose “uno a la derecha, otro a la izquierda”, de «un honor”, ya que la tarea del obispo es “más servir que gobernar, según el mandamiento del Maestro: ‘Que el mayor entre vosotros sea como el más pequeño’. Y el que gobierna, que sea como el que sirve». A lo que añadió cuatro notas bien precisas: cercanía a Dios, al pueblo, a los obispos y a los presbíteros. Una cercanía que ha de estar acompañada de dos rasgos: la compasión y la ternura (17-10-2021).

 

El mejor testimonio de un obispo es situar su historia personal a través de la Historia, con mayúscula, o sea, comprender el pasado a través del presente y el presente a través del pasado. La interdisciplinariedad de las ciencias humanas para dar coherencia a los sentimientos, creencias, instituciones sociales, prácticas culturales y religiosas.

 

La primera lectura nos sitúa ante la perplejidad de un llamado antes de que salieras del vientre materno. No digas, soy muy joven, soy un muchacho. Los designios del Señor superan nuestra posibilidad de escoger. Monseñor José Luis viene al mundo en ese momento clave de transformación, de superación del tiempo pasado, después de las guerras mundiales y la guerra fría como amenaza para la humanidad, para dar paso a una modernidad “detrás de la cual se expresa el anhelo de integrar toda la escala de valores temporales en la visión global de la fe cristiana” (Medellín, introducción 7).

 

El suelo nutricio trujillano, el hogar cristiano en el que se forjan las primeras características de la identidad personal, fueron favorables para abrirse camino en el llamado a la vocación sacerdotal que ha sido el centro de la vida de nuestro hermano obispo. Tiempo de postconcilio, vivencia democrática en Venezuela con afanes de progreso material y de anhelos de fraternidad. La pasantía romana en los estudios de teología fundamental en la prestigiosa Universidad Pontificia Gregoriana le amplió horizontes para regresar a la patria para ejercer de párroco, director de catequesis y pastoral social diocesana y la inquietud docente y directiva en la Universidad Valle del Momboy en su diócesis de origen, Trujillo. Experiencia enriquecedora que le ha acompañado con la aquiescencia familiar y la cercanía a su prelado Mons. Vicente Ramón Hernández Peña, pastor tras las huellas del pastor supremo, Jesús de Nazaret.

 

El llamado a seguir al buen pastor en búsqueda de otras ovejas que no son de este corral, lo llevó a asumir el llamado al ministerio episcopal en la arquidiócesis larense al lado del bondadoso Mons. Tulio Manuel Chirivella, labor que conjugó con la secretaría general del episcopado en tiempos nada fáciles. Fue a mi lado fiel colaborador; nos tocó vivir con paciencia y coraje las vicisitudes de finales de siglo y comienzos del actual al frente de la Conferencia Episcopal. A la par, la activa participación en el desarrollo del Concilio Plenario de Venezuela fue excelente escuela de trabajo sinodal. Más tarde, las diócesis de El Vigía, Barinas y actualmente Maracaibo han sido el escenario de sus últimos dieciocho años, con la apertura al subcontinente como presidente regional de Caritas para América Latina y el Caribe, y en la actualidad como vicepresidente del Consejo Episcopal Latinoamericano.

 

El contar con agentes pastorales, clero, religiosas y laicos en las distintas ramas del servicio pastoral son el aval para que el ejercicio episcopal se convierta en una responsabilidad compartida de servicio en la Iglesia. Ciertamente el obispo no es el Señor, no es Dios. La identidad cristiana ministerial, debe manifestar la única e irrepetible relación con Jesús el Señor en beneficio de todos.

 

El pastor en una Iglesia sinodal debe ser en primer lugar un hombre de oración y un hombre eucarístico. El obispo, por su consagración, es un hombre que reza, que ayuda y enseña a orar. La oración es ante todo una dimensión de la vida. Sin esta dimensión se priva del espacio capaz de acoger con el corazón la vida del Señor, sentirse custodiado por él y orar sin cansarse por el pueblo santo de Dios.

 

El pastor debe ser un hombre de la escucha, dimensión indispensable de aprendizaje para conocer el tiempo, el mundo, las cosas que suceden alrededor. Quien escucha aprende. Saber escuchar no es fácil. Hay que educar y educarse para dejarse involucrar en las situaciones de los interlocutores. Pero, la primera escucha del obispo es la Palabra que interpela la existencia cotidiana de cada uno de nosotros. El evangeliario que se coloca sobre la cabeza del obispo neoelecto es signo inequívoco de la penetración del Evangelio en el cuerpo, el corazón y la mente que debe hacerlo resonar en todos sus gestos y actos. Con San Ignacio debemos repetir “me confío, me agarro, del Evangelio como de la carne de Cristo”. Así se adquiere la capacidad de consolar, aconsejar, hacerse próximo a los necesitados y darles consuelo y sostén.

 

El pastor debe ser hombre de la caridad, del servicio. La caridad no conoce enemigos de los que hay que temer, porque hay que amar a todas las personas en los que debemos contemplar el rostro y la persona de Cristo. El Papa Francisco nos insiste en la sinodalidad, aprender a caminar juntos, no con la arrogancia del poder sino con la mano abierta a la comunión como tarea permanente. Como bautizado, somos hermanos de tantos hermanos.

 

Celebrar una fecha jubilar de un obispo es ocasión para reforzar el sentido eclesial de nuestra pertenencia a la Iglesia. Que el afecto, la gratitud, la confianza y la misericordia, unidas al perdón por los yerros o carencias, sean palabras fecundas que nos hagan gustar la relación bella, luminosa, concreta y duradera del amor eterno de Dios. Es también la ocasión para renovar la esperanza para estar despiertos, vigilantes, perseverantes en la espera. No dejemos adormecer el corazón, anestesiar el alma, almacenar la esperanza en los rincones oscuros de la decepción y la resignación.

 

En tiempos de sinodalidad experimentemos la tierna presencia del Señor para descubrir la belleza de la fraternidad. El Señor nos guiará y nos ayudará a ser una Iglesia más sinodal y más misionera, que adora a Dios y sirve a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo, saliendo a llevar la reconfortante alegría del Evangelio a todos. Nos ayude esta celebración para seguir caminando juntos, en la escucha y la acogida, libre de toda mundanidad, preguntándonos permanentemente cuáles son las necesidades concretas y las esperanzas espirituales de nuestro pueblo.

 

Oremos por el pastor de esta grey zuliana, por su pueblo y por la alegría de estar convencidos de la salvación que está presente en esta eucaristía en la que se entrecruza con la historia en la cotidianidad de un pueblo que canta, llora y ora, porque asume el espesor de la vida, con humildad y esperanza, juntas para descubrir detrás del manto protector de la Virgen la fuerza de Cristo resucitado.

 

Chinita de Maracaibo, bondadosa y piadosa madre nuestra. Junto con Mons. José Luis a quien ponemos a tus pies, te bendecimos, te alabamos, te imploramos. Acógelo bajo tu manto como acogiste a Jesús cuando era niño en tu dulce regazo. Acógenos también a nosotros, míranos con dulzura y ayúdanos a librarnos de los males que nos atormentan, cúbrenos con tu manto y líbranos de nuestros enemigos. Concédenos el don inestimable de la paz, la superación de todos los odios para que se abran en esta tierra del sol amada nuevos caminos de justicia y prosperidad. Te lo pedimos a ti, a quien invocamos como Reina de la Paz. Sé para todos nosotros puerta del cielo, vida, dulzura y esperanza, para que junto con nuestro pastor podamos contigo glorificar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Amén.-

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