El P. Michał Rapacz, sacerdote y mártir del comunismo, fue beatificado en Polonia
Un sacerdote católico polaco del siglo XX, asesinado por las autoridades comunistas, fue beatificado el sábado 15 de junio en el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia-Łagiewniki (Polonia).
El Papa Francisco reconoció el martirio del P. Michał Rapacz en enero. El sacerdote de 41 años recibió dos disparos de las autoridades comunistas en la noche del 10 al 11 de mayo de 1946, después de haber sido trasladado desde la parroquia de su pueblo, en el sur de Polonia, a un bosque cercano.
«De la celebración de la Misa y la adoración del Santísimo Sacramento, [el P. Rapacz] sacó fuerza interior y energía, capaz de transformar la vida y el mundo, la vida cotidiana y la historia», dijo el Cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos del Vaticano, en su homilía en la Misa de beatificación.
El Cardenal Semeraro viajó desde Roma para celebrar la beatificación en Cracovia. Pronunció la fórmula de beatificación ante un santuario abarrotado de unas 1.800 personas, entre ellas los sobrinos bisnietos del P. Rapacz, Karolina Basista y Michał Pietrzak.
La Misa también marcó el final de un congreso eucarístico en la Arquidiócesis de Cracovia.
El purpurado destacó que para el nuevo beato «difundir el amor a Cristo presente en el Pan consagrado era el único remedio eficaz contra el ateísmo, el materialismo y todas aquellas cosmovisiones que amenazan la dignidad humana».
De la Eucaristía, añadió el cardenal, el P. Rapacz sacó un amor que «no se queda paralizado ante el odio, la violencia y todo lo que causa miedo».
El P. Rapacz fue reconocido como mártir, según el Dicasterio para las Causas de los Santos, por su negativa a abandonar su parroquia o a abandonar su ministerio pastoral, a pesar de la prohibición de la celebración de liturgias y actividades católicas bajo las ocupaciones de Polonia por la Alemania nazi y la Unión Soviética.
Durante una de sus homilías, el sacerdote, que estaba siendo acosado por las autoridades comunistas por su celoso servicio a los feligreses, dijo: «Aunque caiga muerto, no dejaré de predicar este Evangelio y no renunciaré a mi propia cruz».
En su homilía, el Cardenal Semeraro llamó la atención sobre la profunda espiritualidad del nuevo beato, incluida su costumbre de rezar todas las noches ante el tabernáculo de su iglesia con una cruz y su directorio parroquial.
«Una lista de feligreses se convirtió en su libro de oraciones, a través del cual encomendó a Dios uno por uno a las familias individuales y a los individuos de su comunidad», resaltó el cardenal.
Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en CNA.