Iglesia Venezolana

Liberté, égalité et fraternité

En nombre de esa trilogía se han hecho grandísimas realizaciones en favor de la humanidad

Mons Mario Moronta, obispo de San Cristóbal:

Esta triple invitación, LIBERTÉ, ÉGALITÉ ET FRATERNITÉ (en castellano: LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD), constituye una herencia que se ha recibido en tantas partes del mundo. Incluso se ha colocado entre las bases de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. No dejan de tener importancia en la edificación de la democracia y de la convivencia social de los últimos siglos. Si observamos sus orígenes, es posible que podamos ver en esta expresión una tendencia anti-religiosa al querérsela aplicar a la nueva deidad de entonces: el “hombre”, quien se convierte en todopoderoso. Con ella, además se auparon consignas y acciones anticlericales y en contra de la religión y, particularmente de la Iglesia.

Sin embargo, quienes la inventaron olvidaron que son tres términos que encuentran en la Biblia una explicación y un fundamento muy especial: El Creador, al hacer al ser humano a su imagen y semejanza, le dio la Libertad. Y de manera radical, sin condicionamientos; tanto así que el mismo hombre y la mujer se rebelaron en contra del Dios Creador en pleno ejercicio de la libertad. Más adelante, Pablo le dará un nuevo sentido a la libertad al identificarla como la como la actuación de toda persona en comunión con el mismo Dios y con sus semejantes, a quienes se les ha de considerar hermanos.

Desde esa libertad podemos entender la igualdad: el hecho de que todos los seres humanos, con sus distinciones, diferencias y variedad de opiniones son iguales en la dignidad que le viene del hecho de ser imagen y semejanza de Dios, enriquecida por Cristo al concederle la filiación divina. Desde esa igualdad, también podemos comprender la afirmación de la fraternidad: todos somos hermanos. Papa Francisco lo ha dejado claramente expresado en FRATELLI TUTTI.

En nombre de esa trilogía se han hecho grandísimas realizaciones en favor de la humanidad. Incluso, el desarrollo de numerosos pueblos y culturas a lo largo de los últimos tiempos. Pero también lamentablemente usurpando el auténtico significado de esa trilogía, no ha faltado quienes actúan para oprimir naciones, imponer ideologías deshumanizantes y destruir valores que permiten el crecimiento auténtico de toda persona humana. Se ha trastocado el enunciado señalado y se le ha presentado de manera diversa con una equivalencia que no puede ser aceptada: LIBERTINAJE (en vez de LIBERTAD), IGUALITARISMO (en lugar de IGUALDAD) Y discriminación (en vez de FRATERNIDAD).

Son muchos los ejemplos que podemos presentar a la atención de todos. Pero hay uno recientísimo que no podemos dejar pasar: las expresiones a favor de una ideología de género que se quiere imponer a como dé lugar. Fruto de esto, en la Francia cuna de esa expresión, con ocasión de la inauguración de los Juegos Olímpicos, se presentó la brutal y grosera imagen de algunas personas imitando en forma de burla la imagen de la Última Cena. No fue en un acto privado ni oculto, sino en la publicidad extrema (pues llegó a todos los rincones del mundo gracias a la Tv y redes sociales) y con el beneplácito (y, por tanto, autorización) de los dirigentes olímpicos y del Estado Francés. No faltaron los aplausos y hasta los reconocimientos de esa manifestación de una supuesta libertad para proclamar que lo importante es el igualitarismo… En vez de fraternidad, se discriminó a los creyentes y personas de buena voluntad. Aplausos y vítores de quienes preparan un futuro incierto y sin luces.

Gracias a Dios, el Episcopado Francés reaccionó: hizo el debido reclamo y la denuncia ante quien tenía que hacerlo, además de advertir públicamente que se trataba de una ofensa a quienes profesan una fe en un Dios que nos dio la Libertad para vivir como hermanos, sin discriminación alguna. Muchas personas, incluso no creyentes o cristianos, se unieron a las voces de protestas…y estoy plenamente seguro que motivará una acción no de venganza sino de evangelización para contrarrestar las consecuencias de esa burda parodia de un ícono de nuestra fe.

No deja de haber católicos que se rasgan las vestiduras y le dicen a los sacerdotes y obispos qué van a hacer frente a esto. Es la actitud de los mediocres y acomodados que se han olvidado que también ellos forman parte activa de la Iglesia. Aquí no se trata de rasgar vestiduras, sino de tomar en serio la vocación propia que se ha recibido en el bautismo: anunciar el evangelio de la vida nueva y la proclamación de los verdaderos valores del ser humana, amén de la defensa de lo que es propio nuestro y de todo lo que enriquece la dignidad de las personas humanas. Esas mismas personas suelen dejar de lado sin importancia lo que está sucediendo con la imposición de la ideología de género y de otras situaciones que destruyen la vida, la familia, el matrimonio: así como se rompen las vestiduras, guardan silencio ante las propuestas de grupos sociales, dirigentes políticos, instituciones de variado tipo, las cuales están queriendo imponer todo lo contrario a la Verdad que Dios nos ha legado.

Hablamos mucho de esperanza…siempre pensando que es poner la confianza en lo que algunos puedan darnos para cambiar la situación. En su segundo viaje a Venezuela, el Papa Juan Pablo II, al llegar a Maiquetía en su saludo nos señaló que la esperanza es la capacidad que Dios nos ha dado para crecer y hacer crecer a los demás. No es tarea de otros, sino nuestra. Lo ocurrido en París va contra toda manifestación de fe y esperanza. Si no reaccionamos, las nuevas generaciones se encontrarán con situaciones que podrían compararse a Sodoma y Gomorra o a la torre de Babel…

Muchos grupos religiosos en el mundo han reaccionado. ¿Sucederá lo mismo en Venezuela? O ¿caeremos en el marasmo de la indiferencia y mediocridad? Urge que, desde nuestras diócesis, parroquias, comunidades eclesiales de base, institutos de vida consagrada, laicado y grupos apostólicos surjan más que lamentos acciones que nos permitan infundir los valores del evangelio en nuestro país. Ya hay demasiados grupos y dirigentes sociales, políticos y hasta religiosos, que están promoviendo la ideología de género y sus consecuencias. Lo ocurrido en París es más que un llamado de atención: es la ratificación de lo que está pasando en el resto del mundo.

Ante lo acontecido en Sodoma y Gomorra, muchos se han quedado sólo en la dimensión del pecado contra el sexto mandamiento. Se olvidan que ello iba unido a otra falta muy grave: la no aceptación y debida acogida de los forasteros que acompañaban a Lot. Acaso, ¿no es eso lo que está sucediendo en París? A los forasteros –deportistas y turistas- se les está brindando lo que pretende ser el modelo de vida que se quiere imponer en nombre la Libertad, Igualdad y Fraternidad…. Con un agravante, ya no hay que ir físicamente a París, pues a través de los medios de comunicación se está invitando a la humanidad a asumir el estilo de vida propuesto por esa escenificación y otras manifestaciones más del mismo estilo.

No es sólo el momento para decir “¡qué horror!”. También hay que hacerle sentir al mundo que nuestros valores se proponen como humanizantes y dentro de la intervención liberadora de un Cristo que dio su vida para quitar el pecado del mundo. Desde este rincón bonito del mundo, el Táchira querido, donde actuamos en “espíritu y verdad”, alzamos nuestra voz de protesta y ratificamos, con el compromiso de nuestro plan diocesano de pastoral nuestra responsabilidad de hacer brillar los luminosos valores del evangelio… así podremos contrarrestar los efectos de la malignidad de lo sucedido en París hace pocos días. Ojalá que desde la Iglesia en Venezuela y América Latina no sólo se haga sentir el clamor de los cristianos, sino que se pueda experimentar la acción dentro de la sociedad para hacer brillar la luz del Evangelio.

Somos protagonistas de la esperanza… y como nos dice Pablo, la esperanza no defrauda… ¿seremos capaces de defraudar a Dios y a los hermanos con nuestra pasividad, mediocridad y comodidad? O, ¿seremos capaces de actuar en el nombre de nuestro Señor para edificar el Reino de justicia, paz y libertad?.-

+MARIO MORONTA R., OBISPO DE SAN CRISTÓBAL-VENEZUELA

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