Lecturas recomendadas

Tras la emoción y la depresión… ¿reflexión?

Bernardo Moncada Cárdenas:
«…el factor político que más ansiedad genera es, a todas luces, la polarización. Y ante ella hacen falta respuestas articuladas que permitan calmar la ansiedad política y ofrezcan herramientas para que las personas puedan informarse sin agobiarse, se sientan cobijadas por su comunidad y puedan buscar estrategias para evitar sus detonantes.» Ariadna Romans, en Cuando la política genera ansiedad. ETHIC, 19 julio 2023
Usualmente, esta columna va dirigida al ciudadano común, quien necesita apoyo en la conformación de su propia perspectiva ante la realidad. Los dirigentes, quienes desde el gobierno (o desde los grupos que lo adversan) detentan el poder, raramente (para no decir jamás) leerán esta columna. Así pues, quien escribe está del lado del público y no de los actores, sean políticos, deportivos, artísticos, etc.
En la era de las redes sociales, todos quisieran ser protagonistas, de ahí viene -tal parece- la adicción a la publicación de selfies, por ejemplo. En nuestro país se han realizado ya incontables manifestaciones políticas, la mayoría en protesta contra el gobierno, en las cuales no son pocos quienes pretenden dejar constancia de su participación para la posteridad o la fugaz popularidad, tomándose fotos en pose. Es que el individuo quiere sentirse factor determinante en la epopeya de su nación, aunque en realidad también pueda vérsele como partícula de una masa unánime, compartiendo la euforia colectiva que, aunque le parezca un sentimiento muy suyo, de algún modo le ha sido inducido por algún hábil liderazgo.
Tristemente, la polarización y sus consecuentes actitudes no dejan tiempo ni espacio para preguntarse por el sentido o la efectividad del apasionamiento. Pocas veces la explosión de adrenalina permite ver más allá del fogonazo de la rabia o el entusiasmo. Y es muy posible que, tras el despliegue de energía mental o física, se produzca el agotamiento y el desencanto, tan ciegos como la efervescencia ya disipada.
No solamente los gobiernos tienen el poder. El Poder, con mayúsculas, es ejercido sobre el pueblo desde múltiples vertientes: las finanzas, los medios de comunicación (hoy redes sociales supuestamente libres, pero manejadas por la hábil agenda de poderosos propietarios); sobre todo por los ideólogos, creadores de opinión, amos de la ilusión, género que prolifera en todos los ámbitos de la cultura, formando partidarios polarizados.
Se lee en la valiosa compilación El yo, el poder y las obras, de L. Giussani: «el problema del poder […] es asegurarse el máximo consenso posible de una masa cuyas exigencias están cada vez más condicionadas. De esta manera, los deseos del hombre, y, por tanto, sus valores, se ven esencialmente reducidos. Se persigue sistemáticamente la reducción de los deseos del hombre, de sus exigencias y, por tanto, de sus valores». La manipulación de los deseos más profundos del corazón, desviándolos hacia los intereses de uno u otro bando, sin posibilidad de incidencia efectiva sobre planes, estrategias, tácticas, políticas, convierte al ciudadano común en marioneta con sentimientos, sujeto a un sube y baja emocional extenuante, que además no da espacio a la reflexión.
El Estado debería velar por la salud emocional de los ciudadanos, pero en manos de facciones político-ideológicas con intención de perpetuarse en el poder, incrementa la reducción de los deseos del hombre, de sus exigencias y, por tanto, de sus valores, auto justificándose y manipulando por todos los medios.
Los dirigentes contrarios, por su parte, hacen algo parecido, proponiéndose el triunfo de su propio proyecto y el predominio sobre sus partidarios, se logren o no los objetivos ofrecidos, desdeñando paladinamente el bien psíquico y emocional de sus seguidores. La idea es lograr que los electores escojan acaloradamente una parte o la otra.
En estos momentos vivimos un ambiente político intensamente polarizado. Asimismo, gracias a los teléfonos inteligentes y las computadoras, constantemente fluye una inundación de “información” intencionada.
En este contexto, lo mejor para la sanidad mental a que todo ser humano tiene derecho es poner pausa a la exaltación para pasar de la emoción, y la consiguiente depresión, a una seria reflexión, observando sin prejuicios el presente y las posibilidades reales que ofrece, evaluando sin apasionamientos las vías que se han recorrido y adónde han conducido. Lo que se quiere es el avance y cambio positivo para el país, no la coronación de uno u otro ídolo; críticamente, hay que observar más allá de lo que unos y otros quieren hacernos ver.-

Publicaciones relacionadas

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba