Las enseñanzas que nos deja el primer Papa latinoamericano
La dictadura del relativismo de la que hablaba Benedicto es, en el fondo, la contracara de la cultura del descarte (Francisco)

Mariano Fazio, Sacerdote argentino, residente en Roma, Vicario auxiliar del Opus Dei:
En este momento trascendental de la historia, desde el dolor por su muerte y el agradecimiento por su legado, ofrezco a continuación algunos apuntes sobre las enseñanzas del papa Francisco, para recordar el bagaje teológico-pastoral que puede seguir germinando en nuestra vida y dando frutos que irán ganando dimensión con el paso del tiempo.
“El nombre de Dios es misericordia”, que da título a uno de sus libros, podría ser el mensaje central del pontificado. En continuidad con san Juan Pablo II, Francisco ha predicado una y otra vez que Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre y que el kerigma salvífico –el primer anuncio del evangelio– es lo fundamental en la vida de la Iglesia: como acabamos de celebrar los cristianos en Pascua, Dios se encarnó para salvarnos, muriendo en la cruz y abriéndonos las puertas del perdón a través de su infinita misericordia. Una Iglesia de puertas abiertas que ofrece un camino de redención.
En relación directa con el primer anuncio, el Papa presentó las bienaventuranzas y los actos de caridad recogidos en Mateo, capítulo 25, como el corazón del Evangelio. Precisamente, estos textos ponen de manifiesto la misericordia divina e identifican al necesitado con la persona de Jesucristo: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 25,40). Francisco ha sido llamado el papa de las periferias: de las más visibles (los pobres, los migrantes, los enfermos, los marginados, las víctimas de la guerra o el narcotráfico) y de las espirituales (los que sufren en soledad, los que no encuentran sentido a la vida, los que están atrapados en el rencor o hundidos en la desesperanza).
En la encíclica social Fratelli tutti, Francisco interpela a un mundo fragmentado y atravesado por la violencia y desarrolla una lectura actualizada de la parábola del buen samaritano y la cultura del encuentro. Refiriéndose a las diversas formas de nacionalismos cerrados y violentos, actitudes xenófobas, desprecios e incluso maltratos hacia los que son diferentes, Francisco nos decía: “La fe, con el humanismo que encierra, debe mantener vivo un sentido crítico frente a estas tendencias, y ayudar a reaccionar rápidamente cuando comienzan a insinuarse. Para ello es importante que la catequesis y la predicación incluyan de modo más directo y claro el sentido social de la existencia, la dimensión fraterna de la espiritualidad, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona y las motivaciones para amar y acoger a todos”.
Una visión familiar de la humanidad (todos hermanos, fratelli tutti) se complementa con una visión del mundo como un hogar, como una casa común. En esta idea se apoya su reflexión sobre la ecología humana integral, expresada en la encíclica Laudato Si’, que toma su título del himno espiritual en el que Francisco de Asís nos habla de la naturaleza como una familia: hermano sol, hermana luna, hermano fuego y nuestra hermana la madre tierra.
Gaudete et exultate, una exhortación apostólica de 2018, invita a valorar la santidad “de la puerta de al lado”, de la clase media, la santidad como un horizonte para todos: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante”, esos santos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios.
Los aliados de esta santidad popular son las devociones y las peregrinaciones del santo pueblo fiel de Dios. Así, Francisco ha dedicado importantes consideraciones al pesebre (Signo admirable), a san José (Corazón de padre), al sagrado corazón de Jesús (Nos amó), a las bendiciones, a la liturgia. Como marco de estas reflexiones, su testimonio de amor a María, Madre Dios, ha sido el quicio de apoyo para su predicación sobre la revolución de la ternura.
Cuando el anuncio kerigmático se dirige a los jóvenes se convierte en una propuesta de amistad y alegría: Dios es amor y quiere ser tu amigo. “Los amigos fieles, que están a nuestro lado en los momentos duros, son un reflejo del cariño del Señor, de su consuelo y de su presencia amable. (…) La amistad con Jesús es inquebrantable. Él nunca se va, aunque a veces parece que hace silencio. Cuando lo necesitamos se deja encontrar por nosotros y está a nuestro lado por donde vayamos” (Christus vivit, 154).
Y en el lenguaje del papa Francisco, la amistad lleva al anuncio misionero. A compartir lo que hemos recibido. “Solo a partir de esta escucha respetuosa y compasiva se pueden encontrar los caminos de un genuino crecimiento, despertar el deseo del ideal cristiano, las ansias de responder plenamente al amor de Dios y el anhelo de desarrollar lo mejor que Dios ha sembrado en la propia vida” (Evangelii Gaudium, 171). Ahí donde nos encontremos y con quien estemos, en el barrio, en el estudio, en el deporte, en las salidas con los amigos, en el voluntariado o en el trabajo, siempre es bueno y oportuno compartir la alegría del Evangelio (Evangelii Gaudium). Así es como Jesús se va acercando a todos, ofrece su luz (Lumen fidei) y su esperanza que no defrauda (Spes non confundit). Unas de sus últimas palabras dirigidas a jóvenes fueron un impulso a “seguir caminando entusiastas en la fe, diligentes en la caridad y perseverantes en la esperanza”.
Vislumbrando una continuidad de fondo entre Benedicto XVI y Francisco, en una ocasión tuve la oportunidad de compartir con el papa argentino una interpretación personal de sus enseñanzas: la dictadura del relativismo de la que hablaba Benedicto es, en el fondo, la contracara de la cultura del descarte (Francisco). Ambas expresan un mismo problema: cuando se quiebran las bases de la dignidad humana, se devienen los consecuentes abusos a la persona, especialmente de quienes están en situación de vulnerabilidad. Su respuesta fue positiva. Sin embargo, lo que une a ambos pontífices está en la esencia de la misión del papa y la radical novedad del cristianismo: proponer el encuentro con una persona, con Jesús de Nazareth. No una excelsa doctrina, sino una persona: que pisó esta tierra nuestra, que vive porque ha resucitado y que nos espera en el Cielo, con los brazos abiertos. Esa persona con la que Francisco se ha encontrado ya en un abrazo definitivo.-
22 de abril de 2025
Para LA NACION