Lecturas recomendadas

Vocación de Desarrollo

 

Rafael María de Balbín:

            En su Encíclica Caritas in veritate el Papa Benedicto XVI considera la validez del mensaje que diera S. Pablo VI en su Encíclica Populorum progressio, hace más de cuarenta años, acerca de la caridad y la verdad. Este mensaje está entroncado en la Tradición de la fe apostólica; no es un simple recuento de datos sociológicos. Se dirige a promover el desarrollo integral del hombre, de la totalidad de la persona en todas sus dimensiones. Ya que el desarrollo encapsulado dentro de la historia se queda en el mero tener; sin la perspectiva de la vida eterna se queda sin aliento.

Para el desarrollo humano integral no bastan las instituciones, porque es preciso que cada persona asuma sus propias responsabilidades, a la luz del querer de Dios: “sólo el encuentro con Dios permite no <<ver siempre en el prójimo solamente al otro>>” (Caritas in veritate n 11). Quien sabe ver en todo hombre la imagen divina procura <<ocuparse del otro y preocuparse por el otro>> (Ibidem). S. Pablo VI planteó que la cuestión social se ha hecho ya mundial: hay una única familia de los pueblos, solidaria en la común hermandad.

Al desarrollo afecta muy directamente el recto aprecio de la familia, según la enseñanza de S. Pablo VI en la Encíclica Humanae vitae: el “sentido unitivo y procreador a la vez de la sexualidad, poniendo así como fundamento de la sociedad la pareja de los esposos, hombre y mujer, que se acogen recíprocamente en la distinción y en la complementariedad; una pareja, pues abierta a la vida” (Caritas in veritate, n. 15). Otra luz clara para el desarrollo es la vinculación que establece su Encíclica Evangelii nuntiandi entre la evangelización y la promoción humana (desarrollo, liberación).

El desarrollo no es simplemente una meta empírica, sino una auténtica vocación. <<En los designios de Dios, cada hombre está llamado a promover su propio progreso, porque la vida de todo hombre es una vocación>> (Ibidem, n. 16). La vocación es una llamada trascendente que requiere una respuesta libre de la persona y de los pueblos. No bastan las estructuras ni los <<mesianismos prometedores, pero forjadores de ilusiones>> (Ibidem, n. 17). Aparte de los influjos exteriores, cada persona es siempre el principal artífice de su éxito o de su fracaso. Las situaciones de subdesarrollo no son fruto de la casualidad o de una necesidad histórica, sino que dependen de la responsable libertad humana. Este desarrollo auténtico <<deber ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre>> (Ibidem, n. 18).

“El Evangelio es un elemento fundamental del desarrollo porque en él, Cristo <<en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre>>” (Conc. Vaticano II, Const. Gaudium et spes, n. 22). Si el hombre se aleja de Dios comienza a olvidarse de quién es él mismo y de su vocación solidaria. La visión de desarrollo como vocación comporta que su centro sea la caridad. Las causas del subdesarrollo no son principalmente de orden material. Radican en la voluntad humana que se desentiende de los deberes de solidaridad. La fraternidad no la consiguen los hombres por sí solos. La sociedad globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos. Junto con la fe hace falta <<la unidad de la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida del Dios vivo, Padre de todos los hombres>> (Caritas in veritate, n. 19).

Hay problemas graves y urgentes. Hacen falta remedios y reformas. Hace falta una mayor fraternidad, puesto que  ”la caridad de Cristo nos urge” (2 Corintios 5, 14).-

(rbalbin19@gmail.com)

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