El Papa

De lo mejor de Francisco: lo esencial de uno de sus «más potentes» documentos sobre la misericordia

Aunque dirigido y particularmente útil para los sacerdotes, en su ministerio pastoral y como confesores, las palabras que les dirigió Francisco pueden iluminar el alma de cualquier cristiano

Con motivo del funeral de Francisco, le hemos preguntado a un sacerdote, buen conocedor de la espiritualidad del Papa, cuál considera uno de sus textos más característicos.

Sin dudarlo, cita las palabras que dirigió el 6 de marzo de 2014, a punto de cumplir un año de pontificado, a los sacerdotes de la diócesis de Roma: «Me parece de lo más potente de Francisco sobre la Divina Misericordia, enlazando con sus antecesores… ¡Tenéis que difundirlo en ReL! ¡Es buenísimo!»

Dicho y hecho.

Criterios de acción

Era el comienzo de la Cuaresma de aquel año y, de acuerdo con su vicario general, que era a la sazón el cardenal Agostino Vallini, Francisco decidió hablar a sus sacerdotes sobre la misericordia divina.

Aunque dirigido y particularmente útil para los sacerdotes, en su ministerio pastoral y como confesores, las palabras que les dirigió Francisco pueden iluminar el alma de cualquier cristiano.

  • Cientos de sacerdotes escuchan al Papa criterios y consejos sobre su ministerio.

He aquí una selección de lo que les dijo:

  • «Hoy olvidamos todo con demasiada rapidez, incluso el Magisterio de la Iglesia. En parte es inevitable, pero los grandes contenidos, las grandes intuiciones y los legados dejados al Pueblo de Dios no podemos olvidarlos. Y el de la divina misericordia es uno de ellos«.
  • «Los sacerdotes se conmueven ante las ovejas, como Jesús, cuando veía a la gente cansada y extenuada como ovejas sin pastor. Jesús tiene las ‘entrañas’ de Dios, Isaías habla mucho de ello: está lleno de ternura hacia la gente, especialmente hacia las personas excluidas, es decir, hacia los pecadores, hacia los enfermos de los que nadie se hace cargo…»
  • «En especial el sacerdote demuestra entrañas de misericordia al administrar el sacramento de la Reconciliación; lo demuestra en toda su actitud, en el modo de acoger, de escuchar, de aconsejar, de absolver… Pero esto deriva del modo en el cual él mismo vive el sacramento en primera persona, del modo como se deja abrazar por Dios Padre en la Confesión, y permanece dentro de este abrazo… Si uno vive esto dentro de sí, en su corazón, puede también donarlo a los demás en el ministerio».
  • «Hay mucha gente herida: por los problemas materiales, por los escándalos incluso en la Iglesia… Gente herida por las falacias del mundo… Nosotros, sacerdotes, debemos estar allí, cerca de esta gente. Misericordia significa ante todo curar las heridas«.
  • «Hay también heridas ocultas… Hay gente que se aleja por vergüenza, por esa vergüenza de no mostrar las heridas… Y se alejan tal vez un poco con la cara torcida, en contra de la Iglesia, pero en el fondo, dentro, está la herida… ¡Quieren una caricia!«.
  • «Que haya diferencias de estilo entre los confesores es normal, pero estas diferencias no pueden referirse a la esencia, es decir, a la sana doctrina moral y a la misericordia. Ni el laxista ni el rigorista dan testimonio de Jesucristo, porque ni uno ni otro se hace cargo de la persona que encuentra. El rigorista… la clava a la ley entendida de modo frío y rígido; el laxista, en cambio, se lava las manos: sólo aparentemente es misericordioso, pero en realidad no toma en serio el problema de esa conciencia, minimizando el pecado. La misericordia auténtica se hace cargo de la persona, la escucha atentamente, se acerca con respeto y con verdad a su situación, y la acompaña en el camino de la reconciliación».
  • «¿Cómo es tu relación con quienes te ayudan a ser más misericordioso? Es decir, ¿cómo es tu relación con los niños, los ancianos, los enfermos? ¿Sabes acariciarlos, o te avergüenzas de acariciar a un anciano? No tengas vergüenza de la carne de tu hermano . Al final, seremos juzgados acerca de cómo hemos sabido acercarnos a ‘toda carne’: esto es Isaías… Al final de los tiempos, se permitirá contemplar la carne glorificada de Cristo sólo a quien no se haya avergonzado de la carne de su hermano herido y excluido».
  • «Os lo confieso, a mí me hace bien, algunas veces, leer la lista sobre la cual seré juzgado, me hace bien: está en Mateo 25«.-

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