Trabajos especiales

Cojedes: el recuerdo como hilo de la memoria

Horacio Biord Castillo:

En muchas comunidades, la asociación de palabra y recuerdo conserva no solo un valor consolidativo, sino también una lozanía renovadora. Esto sucede en sociedades de fuerte tradición oral y, aunque no necesariamente, en culturas ágrafas. La palabra dicha, en oposición a la escrita, conserva no solo un prestigio, sino una gran fuerza. Así pues, es posible recuperar y actualizar recuerdos muy antiguos.

Recientemente, a fines de abril y principios de mayo de 2025, estaba haciendo trabajo de campo en el estado Cojedes, en San Carlos, su capital, y la Sierra norte de esa población, limítrofe por las montañas con el estado Yaracuy y la llamada Sierra de Nirgua. Estando en ello, me pasó algo curioso, que aún me sorprende.

La señora Ángela Mercedes Machado hace en su casa un hermoso pesebre que goza, por su belleza y detalles de elaboración, de justa fama y aprecio entre los habitantes de la capital cojedeña. Durante una entrevista sobre su belén y vivencias infantiles en la histórica Casa Figueredo de San Carlos, surgió un recuerdo inesperado. Hablando del trabajo antropológico, la señora Machado recordó a dos antropólogos que habían estado por allí en la segunda mitad de la década de 1980, más específicamente entre 1975 y 1980, según apuntó, segura de la precisión cronológica. Al indagar los nombres de esas personas, lo cual me exponía a una respuesta vaga o incierta o a nombres que desconociera, me dijo que eran Rita Segato y Ronny Velásquez.

De pronto, mi corazón saltó de alegría porque se trataba de dos personas a quienes no solo conozco y he tratado, especialmente a Ronny, sino que son ampliamente conocidos por sus trabajos y su quehacer profesional. Me regocijaba que los recordara y que contara detalles sobre la estancia de ambos antropólogos en San Carlos.

Me contentaba no solo conocerlos, sino también saber que habían hecho trabajo de campo en esa zona. Desconocía que ellos me hubieran precedido tantos años ha. De inmediato, pensé en las posibilidades que se me abrían con la consulta de sus informes y artículos o con la revisión de sus datos y la comparación con los que he venido recabando.

Estoy trabajando con un relato oral de gran interés simbólico y del cual he recogido varias versiones. Se trata del león de oro de la zona de las cabeceras del río Tirgua, en la sierra de San Carlos, dentro del homónimo parque nacional Río Tirgua o General Manuel Manrique.

Tan pronto como pude, poco después de finalizar la entrevista a la señora Machado, le escribí a Rony y a la doctora Segato. Tras recibir la respuesta de Rony, pudimos intercambiar varias informaciones.

Efectivamente, Rony Velázquez había estado allí con la doctora Segato, acompañándola en una visita que para ambos era de sus primeras experiencias juveniles. Recordaba que habían recolectado un violín hecho de hojalata por un violero local. Ronny me facilitó el teléfono de la doctora Segato, a quien ya había escrito un correo electrónico, y de inmediato le escribí.

Rita Segato, argentina de nacimiento, había vivido en Venezuela durante varios años, junto a su entonces esposo, el doctor Jorge Carvalho, y aquí juntos habían hecho investigaciones de carácter etnomusicológico y folclórico con el equipo de Luis Felipe Ramón y Rivera e Isabel Aretz. Luego regresaron a Brasil, donde todavía vive la doctora Segato.

Cuando la contacté estaba en México y me contestó no solo con gran alegría, sino con profunda emoción. La conmovía que las personas con quienes había trabajado la recordaran cincuenta años después. Había estado en San Carlos y sus alrededores precisamente en 1975, medio siglo atrás. Era apenas una joven investigadora, empezando la veintena. Me dijo que había celebrado sus 24 años allí y Rony también recordó hermosos detalles del viaje y de los resultados de la investigación.

Sin más demora y para su contento, le transmití a la señora Machado los recuerdos de la doctora Segato y de Rony. Resulta emocionante saber que, a pesar del tiempo transcurrido, ambos investigadores no solamente recordaban con nitidez nombres, locaciones, eventos y detalles, sino que guardaban un profundo afecto por la región.

Esta experiencia me conmovió profundamente. Me revelaba antecedentes interesantes en la investigación que yo desconocía y que me podían servir para orientarme mejor. Sobre todo, me causaba sorpresa la conexión que se había establecido. Uno se pregunta si, en este caso a propósito de la memoria, casualidad y causalidad son acciones diferentes y discordantes. La investigación antropológica está llena de este tipo de recuerdos, de coincidencias, de interacciones, que les permiten a los investigadores complementar su trabajo.

He vivido situaciones similares en otras comunidades y lugares, especialmente indígenas, y siempre me han llenado de gran satisfacción. Para mí sigue siendo fascinante el recuerdo que poblaciones locales guardan de personas que en el pasado reciente o mediato han trabajado en sus comunidades.

Para los antropólogos, la convivencia con las comunidades, que es uno de los métodos fundamentales de la antropología, para garantizar una investigación de carácter etnográfico, el contacto con las poblaciones locales siempre deja huellas afectivas. El investigador difícilmente puede permanecer ajeno a las penas, dificultades, retos y también alegrías, logros y aspiraciones de las comunidades estudiadas. De esa manera, se establece un fuerte vínculo, así como también un compromiso ético con esa poblaciones.

El trabajo de campo, en el caso de la antropología, tiene implicaciones de largo alcance, no se trata solo de una mera investigación en la que el investigador participa con asepsia y una actitud indiferente a factores y situaciones más allá del problema mismo de investigación. Generalmente se genera una identificación, un compromiso y un afecto especial por personas que muestran sus mundos, imaginarios, saberes y haceres, casas, familias, objetos, creencias, su vida toda, en pocas palabras.

A lo largo de mi carrera, me ha tocado entrevistar a diversas personas y recorrer, a veces a pie, a veces en vehículo, diversas localidades, caminos, montañas y lugares, personas y lugares se han sembrado en mi corazón. La evocación de tantos de quiénes, cómos, dóndes y cuándos alimenta mi fe, mi compromiso y mi entendimiento de situaciones particulares. Los recuerdo guían la memoria, la alimentan, la potencian.-

Publicado en El Nacional. Caracas, mayo 16, 2025

URL: https://www.elnacional.com/opinion/cojedes-el-recuerdo-como-hilo-de-la-memoria/

 

Foto: Xavier Villegas Godoy. Ángela Mercedes Machado y Horacio Biord Castillo en la Casa Figueredo, San Carlos (estado Cojedes)

Horacio Biord Castillo

Escritor, investigador y profesor universitario

Contacto y comentarios: hbiordrcl@gmail.com

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