Rehén libre en la ONU
Pedro Urruchurtu, sin titubeos sentó doctrina cuando afirmó ante los delegados de la ONU que nunca se podrá interpretar como injerencia denunciar la violación de los derechos humanos o hacer valer los resultados del proceso electoral del 28 de julio de 2024

María Alejandra Aristeguieta – El Nacional:
Con la convicción y la firmeza de quien conoce los retos y obstáculos superados, con la responsabilidad de hacer valer la voluntad de un país expresada en las urnas de votación el 28 de julio de 2024, Pedro Urruchurtu, uno de los rehenes que logró ser rescatado de la Embajada de Argentina en Caracas, intervino en el Diálogo Interactivo que se lleva a cabo después de cada informe presentado ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. En este caso, lo hizo con ocasión de la presentación del informe del alto comisionado de conformidad con lo establecido en la última resolución sobre Venezuela (Res 57/36) aprobada por los miembros del Consejo en septiembre de 2024 y que requiere que el alto comisionado haga actualizaciones orales e informes en las distintas sesiones del Consejo, en alternancia con las actualizaciones e informes presentados por la Misión de Determinación de los Hechos.
El alto comisionado tuvo un gesto que en diplomacia se entiende claramente: llegó directo de su largo viaje a Sri Lanka a la Sala del Consejo para pronunciar su informe, dando con esto la mayor importancia al mismo, antes que delegarlo en su segundo de a bordo.
El informe estuvo centrado en los derechos económicos, sociales y culturales, la rendición de cuentas y el Estado de Derecho, entre otros temas abordados. Sucinto, debido, entre otras cosas, a los recortes presupuestarios que enfrenta la ONU, da cuenta minuciosa de los innumerables delitos que desde el poder comete el régimen de Maduro y sus representantes, y que, a pesar de los llamamientos, recomendaciones y propuestas de la Oficina del Alto Comisionado, el régimen insiste en ignorar, escondiéndose en excusas como que el país concernido (término que utiliza el Consejo para referirse al Estado bajo examinación) no está de acuerdo con los señalamientos. En realidad más que una excusa, se trata de una falacia que no aguanta profundización, puesto que las cifras de los resultados electorales demuestran que el país concernido sí desea que se respeten los derechos humanos, sí desea que se regrese al Estado de Derecho, sí quiere que se respeten los derechos económicos y sociales –como el derecho al trabajo y a un salario justo, o el derecho a la educación y a la salud– tanto como el respeto a los derechos individuales y políticos y que hoy en día mantienen a casi 1.000 personas arbitrariamente privadas de libertad, en situación de desaparición forzada, o siendo objeto de torturas y tratos crueles, degradantes e inhumanos.
Justamente, de acuerdo con el documento presentado, y en las palabras directas y sin tono conciliatorio de Volker Türk, las condiciones de detención en Venezuela son inhumanas entre otras razones porque los detenidos tienen un acceso limitado a atención médica, alimentos y agua potable, y algunos fueron aislados luego de denunciar públicamente esta situación.
Sorpresivamente, el representante del gobierno usurpador habló de otros conflictos en el mundo y doble rasero en una intervención que parecía un discurso espejo, pero ya no habló de la autodeterminación de los pueblos como es común cuando esa delegación toma la palabra, quizás porque ya sepa que si hay un pueblo que se ha autodeterminado hacia la libertad, el progreso y la democracia, ese ha sido el venezolano.
En cambio, el rehén libre, Pedro Urruchurtu, sin titubeos sentó doctrina cuando afirmó ante los delegados de la ONU que nunca se podrá interpretar como injerencia denunciar la violación de los derechos humanos o hacer valer los resultados del proceso electoral del 28 de julio de 2024.
Además, Pedro aprovechó la oportunidad de haber sido invitado a expresarse ante el Consejo de Derechos Humanos para interactuar con delegaciones, incluyendo por supuesto el embajador de Argentina, quien elogió públicamente su valentía y firmeza en la propia sala del Consejo. También se reunió con funcionarios y periodistas; con todos tuvo la oportunidad de dar su testimonio, de narrar los estragos que padeció durante los más de 400 días que estuvo en su particular cautiverio, en lo que debería haber sido el sacrosanto derecho de un ciudadano de protegerse en una sede diplomática, y explicar cómo el régimen, con su negativa de otorgar el salvoconducto y violando todas las normas del derecho internacional, terminó por destruir el principio del derecho de asilo.
Su libertad, su presencia en la ONU así como en los muchos espacios donde ha interactuado en los últimos dos meses, son, como él mismo ha expresado, “un recordatorio de que los muros (en Venezuela) tienen grietas”, y que si la comunidad internacional asume con valentía el reto que tenemos todos por delante, “podremos liberar a quienes aún resisten”.
¡Bravo Pedro, bienvenido a la ONU y a la libertad una y mil veces!.-