El escudo de la fe
El mayor ejemplo del escudo de la fe lo hallamos en la obra redentora de Cristo en la cruz. Jesús enfrentó lo indecible

Rosalía Moros de Borregales:
Al analizar la cuarta pieza de la llamada Armadura de Dios descrita por el apóstol Pablo en su epístola a los Efesos (6) encontramos una instrucción que constituye un pilar insustituible en la vida del creyente, una clave en la estrategia que debemos desplegar para “poder estar firmes contra las asechanzas del diablo” Efesios. 6:11b: “Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.” Efesios 6:16. Luego de hablar de las tres primeras piezas, el apóstol Pablo enfatiza de manera especial, instando a que por encima de todas las piezas tomemos el escudo de la fe. Esta expresión nos permite distinguir a la fe no como un accesorio opcional, sino como el instrumento que protege nuestra vida espiritual frente a los dardos del enemigo. Por lo tanto, sin fe el cristiano se encuentra en un estado de vulnerabilidad; mientras que con fe, con los ojos puestos en Jesús, puede resistir, vencer y avanzar.
Ahora bien, ¿qué entendemos por fe? Pues, no se trata de tener una actitud positiva en algo o alguien. La fe bíblica se refiere a una relación de confianza en Dios, la cual se fundamenta en sus palabras reveladas a lo largo de la historia de la humanidad y compiladas en la Biblia. Y es allí, en este libro tan controversial y al mismo tiempo tan conocido, donde podemos encontrar la definición de fe: “Es, pues, la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” Hebreos 11:1. La fe es una de las palabras más poderosas y profundas de toda la Escritura. En su origen en hebreo, emunáh significa firmeza, constancia y fidelidad. No es solo la acción de creer en Dios, en sus cualidades y poder, sino permanecer confiados y firmes en Él. Según el griego, la palabra pístis, usada para fe, significa confianza, certeza y dependencia total.
Al relacionar esta definición con el llamado del apóstol a tomar el escudo de la fe, comprendemos que la certeza y la convicción que tenemos en nuestro corazón, acerca de Dios, toman la forma de un escudo espiritual que nos protege, literalmente, de los dardos de fuego que el enemigo de nuestras almas constantemente lanza contra nosotros. El scutum, o escudo romano, era un escudo grande, rectangular, que podía cubrir prácticamente todo el cuerpo. Estaba recubierto de cuero, y los soldados lo mojaban antes de la batalla para apagar las flechas incendiarias (los dardos) lanzadas por los enemigos. Además, los escudos podían unirse en formación, la que se denominaba testudo, para avanzar unidos, protegiéndose unos a otros. La fe nos provee la cobertura para que los dardos caigan a nuestros pies y pierdan toda su fuerza.
De la misma manera que en las batallas el enemigo utilizaba flechas encendidas con el propósito de atemorizar y quemar al soldado, así satanás usa, como táctica de guerra, dardos en forma de dudas y mentiras. Por una parte, nos habla al oído sembrando semillas a través de pensamientos que nos hacen dudar del amor, la protección y el cuidado de Dios. Por otra parte, pone frente a nuestros ojos la tentación, precisamente en esas áreas en las que somos más vulnerables; siempre disfrazando la mentira con máscaras que muestran una belleza excepcional, exaltando el ego y cautivando la preciosa alma del creyente. También el enemigo nos acosa con el miedo y la desesperanza, proyectándonos un horizonte sin futuro; donde no hay salida a nuestras preocupaciones, hundiéndonos en el hoyo de la desolación y el desconsuelo. Además, el enemigo tiene como favoritos los dardos envenenados con la culpa y las acusaciones, recordándonos el pasado, perdonado por Dios, para debilitarnos en el presente. Finalmente, cuando ya ha lanzado toda esta batería y no ha tenido éxito, entonces eleva su ataque a la persecución por parte de otros, a causa de nuestra fe; ataques externos que tienen el único propósito de quebrantar nuestra fe y hacernos caminar de espaldas a Dios. No obstante, al tomar el escudo de la fe tenemos la capacidad de apagar todos estos dardos. La fe afirma la verdad de Dios sobre las mentiras del enemigo, porque se sostiene en las promesas inquebrantables de la Palabra del Señor.
Es hermoso leer en diferentes libros de las Sagradas escrituras, sobre la vida de los que hoy conocemos como grandes personajes bíblicos; pero que en otros tiempos fueron personas comunes, sencillas, con luchas en su fe, como tu y como yo. Personas que se convirtieron en héroes de la fe; ellos enfrentaron los dardos de fuego del maligno, pero elevaron el escudo de la fe y fueron librados del mal. Abraham creyó contra toda esperanza en la promesa de Dios de que tendría un hijo y Dios cumplió su palabra dada. Como de una manera tan hermosa nos lo explica también el apóstol Pablo en su carta a los Romanos (4:18-21). Moisés eligió servir al pueblo de Dios antes que gozar de los placeres temporales de Egipto (Hebreos 11:24-27). Dios se glorificó en su debilidad y lo hizo el líder de Israel. David no confió en su fuerza ni en la armadura de Saúl, sino en el nombre del Señor para vencer a Goliat (I Samuel 17). El no venció al enemigo con instrumentos humanos; el levantó el escudo de la fe en el nombre del gran Yo soy. Daniel mantuvo su fe en medio del pueblo babilónico. Fue enviado al foso de los leones debido a su fe y Dios le libró. (Daniel 6). María aceptó ser la madre del Salvador con humildad y fe absoluta en la palabra del ángel. Atravesó un camino lleno de dolor y nada la apartó de su propósito, porque le dijo Si al Señor y Él la llamó bienaventurada. (Lucas 1:38). Cada uno de ellos levantó el escudo de la fe frente a situaciones que parecían imposibles y los dardos cayeron.
El mayor ejemplo del escudo de la fe lo hallamos en la obra redentora de Cristo en la cruz. Jesús enfrentó lo indecible como dice Isaías 53:3. “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.” Jesús experimentó el odio, la burla, la tentación y todo el sufrimiento de la cruz, confiando plenamente en la voluntad del Padre. En ese sacrificio, se apagaron los dardos de la condenación y de la muerte. Colosenses (2:15) declara: “Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” La fe del creyente se fundamenta en esta victoria consumada en la cruz. Por esa razón, cada vez que levantamos el escudo de la fe, lo hacemos sabiendo nuestro Señor venció en la cruz.
La cruz es una garantía que nosotros debemos mantener iluminando nuestras mentes y corazones, alimentando nuestro espíritu con la Palabra de Dios. La Biblia nos enseña: “La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). La Palabra de Dios debe escucharse en comunidad, al asistir a la iglesia, y también de manera íntima e individual a solas, en oración y profundizando en lo que Jesús llamó “escudriñar”: «Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.” Además, debemos perseverar en los tiempos de prueba, no rendirnos; ya que la fe se purifica y crece en medio de la adversidad. Siempre, debemos vivir bajo la certeza de la victoria. No pelear como derrotados, sino como hijos que confían en la victoria de Cristo.
En conclusión, sobre toda la armadura debemos tomar el escudo de la fe, una pieza esencial e indispensable para todo creyente. Nos protege de los dardos de fuego del maligno y nos permite avanzar en la vida cristiana con confianza y valentía. Cada vez que el enemigo lance dudas, temores o acusaciones, levantemos con firmeza nuestro escudo de la fe, recordando que Cristo venció en la cruz. ¡Y nuestra fe es la victoria que ha vencido al mundo!
“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.” I Juan 5:4.-
Rosalía Moros de Borregales
https://rosaliamorosdeborregales.com/
X:RosaliaMorosB
Facebook: Letras con corazón
IG: @letras_con_corazon
#reflexionesparavenezuela