El obispo alemán que murió por beber demasiado buen vino
Ocurrió en Montefiascone y en su tumba, como recuerdo, cada aniversario de su muerte, vierten sobre la tumba un barril de vino
Uno de los mejores vinos blanco de Italia se encuentra en Montefiascone, y su historia está envuelta en una leyenda muy pintoresca en la que el protagonista es un obispo alemán.
La leyenda
Corría el año 1111, Enrique V de Franconia, decide presentarse ante el Papa Pacual II para obtener el título de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
Por supuesto no viajaba sólo, lo acompañaba el obispo Johannes Defuk, gran amante del vino, que a su vez estaba acompañado por su fiel copero.
El copero solía precederlo, visitando las posadas en busca del mejor vino para su “patrón”. Cada vez que cataba el vino y si era bueno, escribía al lado de la puerta de la posada la palabra “Est”, que vendría a significar “hay”.
Una vez llegado a la ciudad de Montefiascone que extasiado por el gusto del buen vino que se producía en la zona, y no pudo sino que señalarlo no con un “est” sino con tres “est” y remarcarlo con signos de admiración: “Est!, Est!!, Est!!!”
Las cualidades de este vino fueron aprobadas sin ninguna duda por el propio Defuk quien, una vez finalizada la misión, decidió regresar a Montefiascone, donde permaneció el resto de su vida para deleitarse del buen vino hasta su muerte.
Morir por demasiado Est
Y fue por el exceso de este buen vino que murió después de dos años a causa de una enfermedad ligada al consumo excesivo de alcohol.
Es por eso que su tumba se encuentra en la hermosa iglesia medieval de San Flaviano, siempre en Montefiascone.
Por eso, tras su entierro en la basílica de San Flaviano una placa, que parecería haber sido escrita por su siervo, recuerda: “¡Por demasiado EST! aquí yace muerto mi señor Johannes Defuk ”.
María Paola Daud | Aleteia
El obispo en agradecimiento por la hospitalidad de la amada gente de Montefiascone, y como último acto de homenaje a su vino Est!, Est!!, Est!!!, dejó a los ciudadanos de Montefiascone una herencia de 24.000 escudos.
Y los ciudadanos a cada aniversario de su muerte, vierten sobre la tumba un barril de vino, tradición que se repite desde el siglo XVIII hasta nuestros días.
Maria Paola Daud – publicado el 24/06/21-Aleteia.org