Monseñor Arellano: «Donde hay mujeres, las montañas no mueren»
Simposio en la Casina Pio IV por el Día Internacional de las Montañas 2022
En la Casina Pio IV se celebró el simposio titulado «El mensaje de las montañas», promovido por el Dicasterio para la Cultura y la Educación junto con la Secretaría de la Alianza para las Montañas de la FAO
Anclado en las palabras de la Laudato si’ del Papa Francisco, el acto se enmarca en el Día Internacional de las Montañas que se celebra cada 11 de diciembre para destacar el papel de las montañas y de las personas que viven en ellas para el equilibrio del planeta
«Las mujeres mueven montañas»: el lema del Día Internacional de las Montañas 2022 pretendía destacar el papel crucial de las mujeres en la conservación de tradiciones, conocimientos y protección de recursos naturales como la biodiversidad en todos los ecosistemas montañosos del mundo. Setenta invitados acudieron a la conferencia del 12 de diciembre en la Casina Pio IV del Vaticano, todos ellos protagonistas de la montaña de diversas maneras: alpinistas, propietarios de refugios de montaña, científicos, expertos en desarrollo sostenible, operadores turísticos, voluntarios, deportistas.
La montaña: una experiencia espiritual
El Papa Francisco, en el Ángelus del 11 de diciembre, había recordado la Jornada, señalando que invita a «reconocer la importancia de este maravilloso recurso para la vida del planeta y de la humanidad» y subrayando que «de los montañeses aprendemos el sentido de la comunidad y del caminar juntos».
Sus palabras fueron citadas en la apertura de la conferencia, en la que intervino en primer lugar el cardenal José Tolentino de Mendonça, prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación. «La peregrinación, el viaje y la ascensión representan la posibilidad de un encuentro más profundo con uno mismo», fue el discurso de apertura del cardenal, para quien «la distancia, caminando a menudo por rutas alternativas, ofrece una visión más amplia e iluminada» que todos anhelamos. La vida sería limitada, continuó, si no existiera la posibilidad de este contacto con la naturaleza que permite el contacto con el propio interior.
La creación, una caricia de Dios
«Un itinerario espiritual, pues, es el que hacemos en las montañas». Lo inaccesible se revela progresivamente a medida que escalamos la montaña, dice el prefecto. Y recuerda la centralidad de la montaña también en las artes, tanto orientales como occidentales, citando al pintor Paul Cezanne, que retrató la montaña en sus obras más de 60 veces. «Nadie es pintor hasta que pinta una experiencia similar a la que nos ofrece una montaña», decía Cezanne.
Sin embargo, son precisamente las montañas las primeras en sufrir hoy las consecuencias del cambio climático, y sus poblaciones las que más sufren. Como sostiene Laudato si’ -continúa Tolentino de Mendonça-, el cuidado del medio ambiente no es sólo una cuestión técnica, sino que tiene una dimensión profundamente cultural y espiritual.
«Toda la creación es una caricia de Dios», sigue diciendo, una muestra de su amor por nosotros, baste pensar en el carácter sagrado que las distintas religiones asignan a las montañas, lugar de revelación de Dios, como atestigua también la Biblia. La amistad hacia la creación y la fraternidad social son una misma cosa y por ello, concluye el prefecto, debemos movilizar nuestras energías para llevar a cabo un cambio cultural que contenga una nueva mirada hacia la montaña, que se materialice a través de nuevas alianzas y nuevas propuestas educativas globales especialmente dirigidas a los jóvenes.
Acabar con la discriminación
El Director General de la FAO, Qu Dongyu, retoma en su intervención el concepto de que las montañas no son sólo una fuente de recursos naturales, sino que están formadas por personas, las montañas son una cuestión de cultura, de sentimientos que nos acercan a Dios. Y habla del compromiso de la ONU de mejorar la vida de los montañeses mediante proyectos de desarrollo sostenible y de educar a la gente compartiendo la pasión del Papa por la solidaridad. Habla del impacto de la crisis climática y de la falta de acceso de las mujeres al crédito, a la propiedad de la tierra y a la formación en digitalización.
«Creemos que cuando las mujeres rurales tienen acceso a recursos, servicios y oportunidades, pueden mover una montaña, pueden ser una fuerza motriz contra la pobreza». Así pues, es necesario un cambio para superar la desigualdad y tenemos que trabajar juntos. Tenemos que redoblar nuestros esfuerzos en lo que respecta a la protección de las montañas y el desarrollo de sus gentes, con efectos positivos para toda la población mundial, y es alentador saber que podemos contar con socios importantes como la Santa Sede.
Donde hay mujeres, las montañas no mueren
«Las montañas: un patrimonio precioso para la salud del planeta y el bienestar de miles de millones de personas», afirma el observador permanente de la Santa Sede ante la FAO, monseñor Fernando Chica Arellano. Las montañas cubren una cuarta parte de la superficie terrestre y contienen la biodiversidad tan preciada para la vida en la Tierra, prosigue, depósitos de agua indispensables y proveedores de electricidad. El 15% de la población mundial vive en las montañas y Chica Arellano menciona las numerosas amenazas que ponen en peligro a diario las montañas y a sus habitantes. Afirma que han aprendido a sobrevivir desarrollando un modelo de agricultura sostenible, y sin embargo son de los que más sufren los efectos del aumento de las temperaturas y el deshielo de los glaciares. «Debemos apoyar a estas comunidades», afirma Arellano, «debemos darles las herramientas que necesitan para convertirse en los verdaderos guardianes de las montañas en lugar de verse obligados a abandonarlas». Para el observador permanente, éste «es un reto que urge abordar».
A continuación habla del papel activo fundamental de las mujeres en el cuidado de las montañas y la ejecución de proyectos innovadores. Sin embargo, las mujeres no reciben el apoyo adecuado en este compromiso y sufren discriminación. «Donde hay mujeres, las montañas no mueren», dice monseñor Arellano. «Hacia lo alto», decía el Beato Pier Giorgio Frassati cuando subía a las montañas con sus amigos, esto, añade el observador, debe ayudarnos a exigir grandes cosas de la vida y empujarnos a aportar nuestra contribución. La montaña nos invita a vivir el tiempo con respeto por nosotros mismos y por la creación, y en una época de crisis como la actual, concluye, debemos comprometernos para que la montaña pueda seguir llevando a los hombres un mensaje de serenidad.
El compromiso del Club Alpino Italiano
En representación del CAI, el Club Alpino Italiano, intervino Laura Colombo: «Nuestro Club -dijo- siempre ha mantenido vivas tres palabras clave: la frecuentación de la montaña, su conocimiento y su defensa. La CAI está comprometida con el desarrollo sostenible en proyectos en los que las mujeres son el centro.
Colombo presenta tres proyectos totalmente femeninos, uno en Italia que une Santa Teresa di Gallura, en Sicilia, con Muggia, en Friuli Venezia Giulia, en un solo trayecto. Un segundo proyecto educativo está en marcha en Kosovo, con la ayuda de un gran alpinista albanés, y un tercero en Pakistán, para trazar rutas de senderismo, estudiar la posibilidad de crear un parque nacional y formar a unas 20 chicas en la profesión de guía de montaña. La diferencia de género en las actividades de montañismo se ha eliminado por completo en las actividades de CAI, concluye Laura Colombo.
Espiritualidad y retos relacionados con la montaña
«Las montañas en la espiritualidad y las culturas del mundo» es el tema de la charla de Edwin Bernbaum, investigador principal del Instituto de Montaña, sobre valores culturales y espirituales de las áreas protegidas. Magníficas imágenes acompañaron sus palabras sobre cómo el arte ha interpretado la realidad física y simbólica de las montañas en todas las culturas.
«La tercera vía de la montaña – Enfoque socio-histórico» fue el otro tema abordado por la mañana por Marco Cuaz, profesor de Historia en la Universidad del Valle de Aosta. Cuaz resumió el acercamiento a la montaña experimentado a lo largo del tiempo, desde la formación de los jóvenes, incluso en el ámbito católico, pasando por el cambio cultural del concepto de fatiga ligado a la montaña al de diversión, con la difusión del spot de esquí y el desencadenamiento de todo un sistema económico que vive de la explotación de la montaña, produciendo además un dramático impacto medioambiental, hasta llegar al turismo salvaje que lleva a las alturas incluso a los no expertos y que muestra poco respeto por la naturaleza.
La solución que propone Cuaz es una idea de la montaña como «espacio transitable», por lo tanto no tan formado por pistas o teleféricos, sino por senderos: una nueva forma de turismo que se define como «suave» o «lento», que en cualquier caso revierte económicamente en las poblaciones locales. Hoy nos enfrentamos al reto del turismo de masas y debemos trabajar todos juntos para que, concluye, las montañas sigan siendo una espléndida «magistra vitae» para todos.-
| Adriana Masotti