Lo que el Espíritu Santo es y lo que hace con sus siete dones: una explicación en lenguaje directo
Lo explica el padre Gaultier de Chaillé en su librito reciente «Los dones del Espíritu Santo»
El sacerdote francés Gaultier de Chaillé, nacido en 1985 y ordenado en 2013, está acostumbrado a hablar de Dios con jóvenes adultos, a veces alejados de la fe, sobre todo a través de los retiros FRAT (frat.org), un encuentro anual para jóvenes, a menudo poco practicantes. Desde 2020 es el responsable de FRAT en Lourdes.
Ahora se publica en español su libro Los dones del Espíritu Santo, de apenas 110 páginas, que trata de explicar en lenguaje sencillo quién es Dios Espíritu Santo y como operan sus dones.
Quizá por pensar en adultos jóvenes, insiste más en dones de guía y orientación en la vida, y en la necesidad de «orar y trabajar», confiar en Dios pero trabajar las virtudes. También anima a la perseverancia para trabajar la propia vocación. Pero su enseñanza de los dones sirve para todas las edades. Recogemos algunas de sus enseñanzas.
Los dones del Espíritu Santo, libro del sacerdote Gaultier de Chaillé (110 pág.)
¿Quién es Dios Espíritu Santo?
«Dios está ahí para ayudarnos a encontrar la felicidad, ya desde ahora, sin negar la dicha eterna, sino preparándonos para ella».
«Es la obra del Espíritu Santo, es el método de la fe para hallar la felicidad realmente y la santidad plenamente. El Espíritu Santo es Dios que se entrega a sí mismo. El Espíritu Santo es Dios que ama, es Dios en cuanto comunión y esta comunión se extiende más allá de sí mismo, en lo que ha creado. Eso es el Espíritu Santo, ese vínculo vivo, vivificante, dinámico, vibrante, esa energía de enlace entre nosotros y Dios».
¿Qué son los dones del Espíritu Santo?
«El Espíritu Santo establece en nosotros, esa disposición a amar a Dios y para ello genera en nosotros las aptitudes que nos permiten vivir, desarrollarnos y también proyectarnos hacia Dios. Son lo que denominamos dones del Espíritu Santo. La Iglesia ha ido considerando poco a poco que el Espíritu Santo se manifestaba a los hombres a través de siete formas que irá llamando progresivamente siete dones».
«Por medio de sus dones, el Espíritu Santo da a los humanos disposiciones que les permiten estar cerca de Dios, y al mismo tiempo ser fuertes para cumplir su misión en el mundo».
«Invito a que cada lector que vaya leyendo este libro se interrogue sobre su propio camino vital a la luz del Espíritu Santo. ¿Qué has recibido en abundancia ? ¿Qué has recibido como carencia?»
«De la misma manera que quien no reza no puede sorprenderse de ver que su fe no se reafirma, quién no busca de verdad los dones de Dios no puede sorprenderse de carecer de ellos. En la parábola de los talentos, Jesús demuestra que nos corresponde a nosotros hacer fructificar lo que nos ha sido confiado».
El sacerdote Gaultier de Chaillé busca explicar el Espíritu y sus 7 dones a gente de hoy, en lenguaje directo.
1. El don de sabiduría: elevar la mirada, ir a lo eternal
«El don de la sabiduría es el que permite considerar como infinitamente deseable la santidad y los dones más elevados que confiere Dios, mucho más allá de las dificultades y sobre todo mucho más allá de la seducciones qué presentan los bienes intermedios o secundarios. La sabiduría permite que no nos desviemos de nuestra meta, del cumplimiento de nuestra vocación, de la elevación de nuestra vida».
«La verdadera sabiduría es calcular la felicidad esperada, sin dejarse desalentar por la posible oscuridad del camino. La auténtica sabiduría también saber hacer frente a las críticas, a las llamadas a la razón. En el camino de nuestros desafíos y de nuestros sueños, es el Espíritu Santo el que nos protege de los aguafiestas, los que achican la esperanza. No optemos nunca por la mediocridad por miedo. La sabiduría es lo que nos conduce a la libertad, que no es algo dado, que precede a la acción, sino que se obtiene por ella».
2. El don de entendimiento: ver lo que Dios me pide
«En lugar de no ver a Dios en ningún sitio, o por todas partes, el entendimiento que da el Espíritu Santo permite leer en nuestra vida los signos de su presencia y las huellas de su gracia actuando a nuestro lado. No se trata de entender a Dios, de comprender quién es Dios, sino más bien de una escucha de lo que Dios quiere de nosotros: una vida ‘en buen entendimiento’ con la voluntad divina».
3. El don de consejo: ayudarnos mútuamente a un mayor bien
«El consejo apela a la libertad y al poder de decisión de quién escucha. El don de consejo permite calibrar las virtudes para que estén orientadas hacia el mayor bien posible. El don de consejo permite el heroísmo, que conduce a renunciar a las pequeñas satisfacciones para perseguir la dicha más elevada».
«Se dice a menudo que nunca hay que juzgar a los demás y nos da miedo formular un consejo por respeto al otro o por nuestra propia indignidad, pero se trata de una idea engañosa de la confrontación de nuestras libertades. Si estamos dotados de entendimiento y de consejo es para poder ayudarnos unos a otros con vistas al bien«.
«Si hemos recibido el don de consejo, debemos tener enseguida el valor de decir a quienes quieren escucharnos que sus decisiones no les hacen avanzar, que no están en el camino de la libertad, que se dirigen a su perdición. El don de consejo va en paralelo con el ascetismo: el asceta es el que controla sus instintos para disciplinar su cuerpo y obtener el mayor beneficio de él. Encontramos hermosos ejemplos de auténticos ascetas entre los deportistas».
4. El don de fortaleza: perseverar
«La fortaleza es una de las cuatro virtudes clásicas, junto con la templanza, la prudencia y la justicia. Es la virtud característica del héroe».
«Somos jueces terribles para nosotros mismos, de manera que la clave es doble: fijarse objetivos adecuados y ser fuertes. Fijarse objetivos adecuados significa ser perspicaz, realista y humilde. Si ponemos el listón muy alto, fracasamos ya de antemano. Si nos fijamos objetivos demasiado cortos, no sentiremos la dulce irradiación del orgullo y nuestros esfuerzos no nos proporcionarán la satisfacción que nos anime a continuar».
«La fe nos proporciona el maravilloso recurso al Espíritu Santo. Todos los que han tenido la experiencia de su fuerza junto con la suya dan testimonio de los pasos de gigante que podemos dar. Los que lo han experimentado, saben que Dios nunca sustituye el trabajo, la dedicación y la disciplina personal. Los milagros no son para los perezosos: a estos les queda la suerte o las trampas. No podemos apoyarnos siempre en los demás, pensando que así con el mínimo esfuerzo evitaremos sufrir o fracasar. La fuerza del Espíritu Santo no está hecha para los fuertes sino para el esfuerzo, y esto es posible para todos».
5. El don de ciencia: tener intimidad con Dios
«El Espíritu Santo no es un transmisor de hipótesis o de conceptos sino una energía divina que llega a nuestra vida, y la guía hacia la misma vitalidad divina».
«Conocer a Dios por medio del Espíritu Santo es abrirse al calor, a la luminosidad, a la firmeza de lo que es Dios en cuanto persona presente y amante. Conocer a Dios por medio del Espíritu Santo es hacer amistad con Alguien, es añadir una Persona más a nuestras relaciones. El conocimiento de Dios pertenece al orden de la intimidad y por tanto suele articularse con las fortalezas y las heridas de nuestras relaciones con nosotros mismos».
«El Espíritu Santo nos hace comprender que estamos hechos para ser conocidos, es decir, amados por alguien diferente a nosotros mismos y que mientras no aceptemos ponernos en sus manos todo nos parecerá frustrante inestable y triste«.
«El Espíritu Santo nos muestra el horizonte supremo de nuestra existencia cuando presenciamos la fe de niños o jóvenes, cuando observamos el fervor de quiénes oran en secreto. Comprendemos que el conocimiento de Dios no se adquiere en ningún libro de teología sino más bien en la conversación íntima de quién sabe escuchar y alimentarse de la presencia de Dios que ama en lo secreto».
6. El don de piedad: deseo y oración
«La piedad es el deseo de la oración, es la cercanía con Dios como vida concreta de la fe. Ser piadoso es, en primer lugar, orar, pero nuestra vida es tan poco propicia para la oración…»
«Al generar en nosotros el don de la piedad, el Espíritu Santo produce precisamente esa convicción que nos permite estar en paz ante la mirada del Creador: somos sus hijos».
«La confianza en la presencia de Dios por medio del don de piedad nos permite ponernos ante él para entrar en diálogo con él. Nuestra época es anti-piadosa. El culto a la apariencia y a la exterioridad, el apetito para el espectáculo y por la distracción, son importantes trabas para la piedad».
«En realidad, el mayor obstáculo para la piedad es nuestra exigencia con Dios. Si nos comportamos con Dios como niños caprichosos o, peor aún, como clientes exigentes, eliminamos la posibilidad de la piedad en nosotros. El Espíritu Santo necesita fundamentalmente que optemos por la libertad, por la disponibilidad del corazón, dejar que se despliegue en él la presencia de otro diferente a nosotros».
«La piedad me recuerda también la experiencia que viví durante las asambleas juveniles en particular del FRAT que reúne a los jóvenes cristianos de París. En el FRAT se observa un detalle particular: muchos de los jóvenes que asisten no suelen ser practicantes. Para muchos se trata de una experiencia de Iglesia completamente original y novedosa. El silencio les supone un esfuerzo. Pero cuando la belleza de las liturgias los lleva a comprender algo, cuando los diálogos en pequeños grupos hacen caer las barreras, todos abren su corazón y reciben la auténtica fuerza y oración del Espíritu Santo, cada cual se encuentra personalmente alcanzado por, y toca con sus dedos, la intensa presencia de Dios a su lado».
Un encuentro FRAT en Francia, ocasión de abrirse a Dios, a menudo escuchando a otros.
7. El temor de Dios: vértigo, Dios es intimidante, sí
«El temor es la capacidad de afrontar con lucidez aquello que puede parecer una amenaza a un desafío pero que nos provoca un cambio para poder confrontarnos con él. El miedo paraliza, el temor dinamiza. El miedo nos prepara para la supervivencia, el temor nos prepara para la conquista».
«El temor apropiado es un don del Espíritu Santo y no el fruto de nuestras deducciones o invenciones. Es el Espíritu Santo quién nos permite percibir al menos un poco la dimensión de lo que es Dios, el inmenso soberano cuyo poder de amor es tan grande que da vértigo. Insisto en este vértigo. Si no hablamos de un Dios de amor más que para imaginárnoslo amable y tierno, no estamos hablando de Dios sino de algo parecido que nos tranquiliza y que está muy lejos de lo que es Dios».
«Sí, Dios es intimidante y sentirse intimidado no quiere decir tener miedo. Si consideramos que todas las dificultades de la vida son montañas que ascender nos convertiremos en alpinistas: el alpinista entrena mucho, es prudente y cuenta con buen material. No es un temerario que se lanza a carreras alocadas sin preparación».
Jesús es quien nos entrega el espíritu
«Al entregar su Espíritu, Jesús nos lo ofrece aunque nosotros no lo recibamos. […] Por eso, la cruz es el ejemplo definitivo de la Vida en el Espíritu».
«No se vive de espíritu a escondidas, viviendo en la comodidad y en lo fácil. Solo se vive de Espíritu si optamos por dar nosotros también todo lo que hemos recibido».
«Pidamos el Espíritu en los momentos de carencia, porque es entonces cuando viene, cuando se cierne sobre las aguas, sobre el vacío y lo poco claro, la muerte y el dolor, el espíritu que defiende, fortalece y ¡lleva de la vida a la vida!».-