La Universidad en la huella del humanismo cristiano: ante la visita de Francisco a Lovaina
Hoy 27 de septiembre, el Papa visita ese centro universitario ante el 600 aniversario de su fundación
La visita del papa Francisco a las dos universidades tiene lugar con motivo del 600 aniversario (1425-2025) de la fundación de la Universidad de Lovaina
Desde la refundación en 1834, la Universidad de Lovaina se consideró como modelo de una nueva ola de universidades católicas (aunque en cierto sentido hay que reconocer también como tales las 23 universidades fundadas por los españoles desde el siglo XVI en sus dominios de América y las Filipinas)
La proliferación de sedes, también en España, no es siempre signo de mejor calidad, pero muestra que la Iglesia católica es una gran potencia mundial en el campo de la enseñanza
El obispo Óscar Romero, mártir de una Iglesia que vive el evangelio como amor a los pobres y hambre y sed justicia, fue canonizado por el papa Francisco del 14 de octubre de 2018 en la Plaza de San Pedro. Es de esperar que durante su visita a la Universidad de Lovaina rememore su famoso discurso con ocasión del doctorado honoris causa
El 27 de septiembre, el papa Francisco visitará la Universidad católica de Lovaina, o mejor dicho, las dos Universidades que llevan ese nombre: la de lengua flamenca o neerlandesa en la antigua ciudad de Lovaina, y la francófona en Nueva-Lovaina (Louvain-la-Neuve). Ambas Universidades se consideran las continuadoras de la Universidad de Lovaina, fundada en 1425 por Juan IV de Borgoña, duque de Brabante y reconocida por el papa Martin V el mismo año.
Desde el principio estuvo marcada por la apertura al humanismo y a la devotio moderna, las nuevas tendencias intelectuales y espirituales del renacimiento. Grandes humanistas como Erasmo de Roterdam o Adriano de Utrecht, que con la llegada del rey Carlos I en 1516 desde Flandes para tomar posesión de los reinos de España se convertiría en regente e inquisidor general de dichos reinos, obispo de Tortosa y después papa como Adriano VI, se cuentan entre sus más famosos profesores.
En el siglo XVI, la Universidad de Lovaina estuvo también ligada a la historia de España. Como muestra valgan dos ejemplos: El Índice de libros prohibidos de la Inquisición española de 1551 no hacía sino asumir la lista de libros prohibidos de la Universidad de Lovaina de 1550, añadiendo algunas ordenanzas para el mercado español, como por ejemplo la prohibición de las traducciones de la Biblia o antologías de la misma al romance y de las obras de Erasmo y sus discípulos españoles. En 1570, la Universidad de Lovaina aprobó el Praefatio de la Biblia Regia, también llamada la Biblia políglota de Amberes, que había escrito el humanista español Benito Arias Montano.
División en dos
1797 dejó de existir la antigua Universidad de Lovaina, pero la refundación como Universidad católica en 1834 fue considerada como la continuación de la fundación primitiva. En 1968, finalmente, la Universidad católica de Lovaina, a causa de los conflictos lingüístico-identitarios entre flamencos y valones, se dividió en las dos universidades arriba mencionadas y que se consideran ambas como la continuación de la primera universidad. Por eso la visita del papa Francisco a las dos universidades tiene lugar con motivo del 600 aniversario (1425-2025) de la fundación de la Universidad de Lovaina.
Desde la refundación en 1834, la Universidad de Lovaina se consideró como modelo de una nueva ola de universidades católicas (aunque en cierto sentido hay que reconocer también como tales las 23 universidades fundadas por los españoles desde el siglo XVI en sus dominios de América y las Filipinas). Muchas fueron fundadas en todo el orbe católico bajo el papa León XIII y el renacimiento del tomismo a finales del siglo XIX (también en España: Comillas, por ejemplo), otras más tarde (la Universidad Pontificia de Salamanca en España), e incluso en nuestros días siguen creciendo universidades católicas por doquier. La proliferación de sedes, también en España, no es siempre signo de mejor calidad, pero muestra que la Iglesia católica es una gran potencia mundial en el campo de la enseñanza.
Las universidades católicas están llamadas a seguir la huella del humanismo cristiano. En sus conferencias de 1852 en Dublín, con motivo de la fundación de una universidad católica, John Henry Newman expuso muy bien su concepto de una universitad humanista en clave cristiana (español: «La idea de una universidad», 2016). Habla de una universidad que no se caracterizara tanto por la formación utilitaria y profesional o por la impartición de «conocimientos» (learning), sino que se entendiera más bien como un lugar para la «búsqueda de la verdad» en la productividad conjunta de «magistrorum y studiorum», así como para la iniciación de procesos vitales en el sentido de un desarrollo holístico de sus miembros en beneficio de la sociedad.
Ciertamente, el elemento utilitarista, reforzado ahora por la reforma de Bolonia, también ha estado arraigado en las universidades europeas desde el principio: ya en el siglo XIII eran instituciones académicas donde se formaban letrados y clérigos, filólogos y médicos. Pero con el «Studium generale» humanista, esto estaba integrado en una cultura universitaria en la que era natural tratar las «preguntas» (quaestiones) de todo tipo de forma interdisciplinar y celebrar disputas más allá de los límites de las facultades.
Cada uno se interesaba por las cuestiones y los métodos de los demás, porque sabía que todo tenía que ver, en última instancia, con «el hombre y el mundo». Precisamente para eso está la «Universitas»: para la complementación y corrección mutua de las ciencias, para el avance ético de sus miembros y para ser el germen de una sociedad mejor. Sin embargo, en ningún momento faltaron ni faltan los que Newman tilda de «fanáticos y charlatanes» (bigots and quacks), que están tan convencidos de sí mismos y de su disciplina que desprecian todo lo que no esté directamente relacionado con su especialidad. Incluso las facultades de teología no son inmunes a esto.
No deja de ser problemático que las élites latinoamericanas (y también españolas), por ejemplo, se formen en esos centros, mientras que en su trabajo en la política o la economía después parecen no tener en cuenta la Doctrina social de la Iglesia
¿Y qué hubiera sido de las universidades clásicas sin la convivencia entre profesores y alumnos, una convivencia que no pocas veces desdibujaba las fronteras jerárquicas, porque muchas preguntas de los «alumnos» daban que pensar a los «profesores», y así surgía una búsqueda común y productiva de la verdad? Esta convivencia permitía también distinguir si los «magistri» eran sólo «maestros de lectura y enseñanza» o también «maestros de vida», como instaba el Maestro Eckhart, es decir, modelos creíbles por los que uno podía orientarse en la vida.
Un gran problema de las universidades católicas (también de las escuelas de negocios dirigidas por instituciones religiosas) tan abundantes en el mundo hispano (incluídas América Latina y las Filipinas) es la relevancia del humanismo cristiano que representan en las sociedades en las que trabajan luego sus graduados. No deja de ser problemático que las élites latinoamericanas (y también españolas), por ejemplo, se formen en esos centros, mientras que en su trabajo en la política o la economía después parecen no tener en cuenta la Doctrina social de la Iglesia.
Conexión especial con América Latina
La Universidad de Lovaina ha tenido desde los años cincuenta del siglo XX una conexión especial con América Latina. Por aquellos años, y bajo la influencia del movimiento sacerdotal Fidei Donum, se fundó en Lovaina el Colegio Mayor Latinoamericano como residencia de becarios de aquellos países. Ese colegio lleva hoy el nombre de su estudiante más conocido: Camilo Torres. Por Lovaina pasó también Gustavo Gutiérrez, uno de los padres de la Teología de la Liberación. En los efervescentes años sesenta, marcados por cambios profundos en la Iglesia y la sociedad, en Lovaina se apreciaba mucho la Sociología y ello dejaba huella también en los estudios teológicos.
La conexión con la Teología de la Liberación no ha dejado de existir después de la división de la universidad en 1968, sobre todo en la universidad de cultura flamenca. Por eso, el 2 de febrero de 1980, pocas semanas antes de ser vilmente asesinado el 24 de marzo mientras celebraba la eucaristía, esa Universidad de Lovaina concedió el título de doctor honoris causa a Óscar Arnulfo Romero
La conexión con la Teología de la Liberación no ha dejado de existir después de la división de la universidad en 1968, sobre todo en la universidad de cultura flamenca. Por eso, el 2 de febrero de 1980, pocas semanas antes de ser vilmente asesinado el 24 de marzo mientras celebraba la eucaristía, esa Universidad de Lovaina concedió el título de doctor honoris causa a Óscar Arnulfo Romero, obispo de San Salvador. En su discurso (probablemente escrito por Jon Sobrino y/o Ignacio Ellacuría) «La dimensión política de la fe desde la opción por los pobres. Una experiencia eclesial en El Salvador», Romero aboga por una Iglesia comprometida con la causa de los pobres, con su anhelo de justicia y de una vida digna, como corresponde a la visión ético-mesiánica del evangelio en la Teología de la Liberación.
«La dimensión política de la fe» –decía Romero– «no es otra cosa que la respuesta de la Iglesia a las exigencias del mundo real socio-político en que vive la Iglesia. Lo que hemos redescubierto es que esa exigencia es primaria para la fe y que la Iglesia no puede desentenderse de ella. No se trate de que la Iglesia se considere a sí misma como institución política que entra en competencia con otras instancias políticas, ni que posea unos mecanismos políticos propios; ni mucho menos se trata de que nuestra Iglesia desee un liderazgo político. Se trata de algo más profundo y evangélico; se trata de la verdadera opción por los pobres, de encarnarse en su mundo, de anunciarles una buena noticia, de darles una esperanza, de animarles a una praxis liberadora, de defender su causa y de participar en su destino. Esta opción de la Iglesia por los pobres es la que explica la dimensión política de su fe en sus raíces y rasgos más fundamentales. Porque ha optado por los pobres reales y no ficticios, porque ha optado por los realmente oprimidos y reprimidos, la Iglesia vive en el mundo de lo político y se realiza como Iglesia también a través de lo político. No puede ser de otra manera si es que, como Jesús, se dirige a los pobres».
Y Romero concluía su discurso, lleno de referencias bíblicas, con estas famosas palabras: «Los antiguos cristianos decían: ‘Gloria Dei, vivens homo’, (la gloria de Dios es el hombre que viva). Nosotros podríamos concretar esto diciendo: ‘Gloria Dei, vivens pauper’. (la gloria de Dios es el pobre que viva). Creemos que desde la trascendencia del evangelio podemos juzgar en qué consiste en verdad la vida de los pobres; y creemos también que poniéndose del lado del pobre e intentando darle vida sabremos en qué consiste, la eterna verdad del evangelio».
El obispo Óscar Romero, mártir de una Iglesia que vive el evangelio como amor a los pobres y hambre y sed justicia, fue canonizado por el papa Francisco del 14 de octubre de 2018 en la Plaza de San Pedro. Es de esperar que durante su visita a la Universidad de Lovaina rememore su famoso discurso con ocasión del doctorado honoris causa.-
| Mariano Delgado*/RD
*Mariano Delgado es catedratico de Historia de la Iglesia en la Facultad de Teología de la Universidad de Friburgo (Suiza) y Decano de la Clase VII (Religiones) en la Academia Europea de las Ciencias y las Artes de Salzburgo.