Predicador del Vaticano: La verdadera imperfección es “la falta de amor”, no la fragilidad

El fraile capuchino Roberto Pasolini, de 53 años, y desde noviembre de 2024, Predicador de la Casa Pontificia, aseguró que la verdadera imperfección es “la falta de amor” y no “la fragilidad”.
“A menudo nos obsesiona tener que ser perfectos, pero el Evangelio nos enseña que la verdadera imperfección no es la fragilidad, sino la falta de amor”, explicó durante la primera de las meditaciones, que dirigió ayer domingo ante los cardenales de la Curia Romana en el Aula Pablo VI del Vaticano.
“La verdadera purificación no consiste en llegar a ser perfectos, sino en aceptarnos plenamente a la luz del amor de Dios, superando la ilusión de que tenemos que ser ‘otros’ para merecer la salvación”, afirmó.
Asimismo, llamó a “redescubrir el valor y la belleza de la vida eterna” y “a devolverle su auténtico sentido”.
Una tarea que, según señaló, “es aún más urgente en este año santo del Jubileo y en el momento de profundo sufrimiento que atraviesa el Santo Padre”.
El Papa Francisco, de 88 años, continúa ingresado en el hospital Policlínico Gemelli de Roma desde hace 25 días, pero pudo seguir estas reflexiones por videoconferencia, aunque su imagen no pudo verse.
Pasolini constató que la fe de la Iglesia, fundada en la Resurrección de Cristo, ha ofrecido siempre al mundo “la esperanza de una vida más allá de la muerte”. Sin embargo, lamentó que esta promesa se haya “difuminado” y hoy “no es tanto contestada como ignorada”.
Por eso llamó a los creyentes a hacer frente a “esta indiferencia”.
Las reflexiones que planteó a quienes dirigen los organismos y oficinas que ayudan al Papa Francisco en el gobierno de la Iglesia Católica y la administración de la Santa Sede estuvieron basadas en el tema de la vida eterna.
Para ello, Pasolini extrajo algunas formulaciones sintéticas del Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), que presenta la muerte no como un fin, sino como un paso a la vida eterna, en comunión con Cristo.
“Este concepto hunde sus raíces en la Epístola a los Romanos, donde San Pablo afirma que, mediante el bautismo, nos unimos a la muerte y resurrección de Cristo, accediendo así a la vida nueva”, manifestó Pasolini.
“La muerte, según el Catecismo, es el momento en que se hace el juicio particular, evaluando la aceptación o el rechazo de la gracia de Dios”, añadió.
Sin embargo, dejó claro que la salvación no sólo está reservada a quienes han conocido formalmente a Cristo.
“El Concilio Vaticano II reconoce que quienes siguen su conciencia en una búsqueda sincera de Dios pueden acceder a la vida eterna. El CIC subraya que el juicio final no se basa en meros actos exteriores, sino en el amor vivido, haciéndose eco del pensamiento de San Juan de la Cruz: ‘En la tarde de la vida, seremos juzgados por el amor’”, apuntó a este respecto.
Así, adelantó que el destino último del hombre se divide en tres posibilidades: el paraíso, la condenación eterna (infierno) y la purificación final (purgatorio).
Pasolini se detuvo en cada uno de ellos. Señaló que el paraíso representa “la plena realización del ser humano, una comunión eterna con Cristo en la que cada persona encuentra su verdadera identidad”.
El infierno, en cambio, se describe como “la separación definitiva de Dios”.
En todo caso, avisó de que la Iglesia “nunca ha afirmado con certeza que nadie esté condenado allí”.
Purgatorio, oportunidad para reconciliarse con el amor infinito de Dios
En cuanto al purgatorio, señaló que se considera “un proceso de purificación para aquellos que, aunque en gracia de Dios, aún no están preparados para el cielo, y quizá en este último ‘destino’ se encuentre la originalidad de la revelación cristiana”.
De este modo, aseguró que el purgatorio significa, en cierto modo, la posibilidad de un último momento de purificación, es decir, la oportunidad de reconciliarse hasta el final con el amor infinito de Dios.
También manifestó que la “reflexión de la Iglesia sobre la eternidad de la vida no pretende generar miedo, sino alimentar la esperanza, subrayando que nuestro destino depende de la libertad con que elijamos vivir en el amor”.
En este sentido, aseguró que el purgatorio puede verse como la última oportunidad “para liberarnos del miedo a no ser suficientes, para aceptar con serenidad lo que somos, haciendo de él un lugar de relación y comunión con los demás”.
Para Pasolini, el purgatorio puede entenderse como el “momento en que por fin dejamos de querer demostrar algo a Dios y simplemente nos dejamos amar”.
La eternidad, por tanto, “no es sólo un premio futuro, sino una realidad que comienza aquí, en la medida en que aprendemos a vivir en el amor y la comunión con Cristo”, señaló
Finalmente, incidió en que la muerte “no es una derrota, sino el momento en que por fin veremos el rostro de Dios y descubriremos que el final era sólo el principio”.-