Iglesia Venezolana

Desbordadas misas y procesiones del Nazareno de San Pablo en Caracas

Homilía del arzobispo de Caracas

Ayer las misas y procesiones del Nazareno se desbordaron de devoción y religiosidad.

A continuación,  el texto de la homilía, y algunas fotos de la procesión del Nazareno de San Pablo:

HOMILÍA DEL MIÉRCOLES SANTO (16 de abril 2025)

Mons. Raúl Biord, arzobispo de Caracas

Cuentan que un miércoles santo, Dios permitió que se vieran las cruces que llevamos cada uno de nosotros. Había que seguir a Jesús hasta el cielo, para ello era necesario subir una montaña con la cruz a cuesta. Todos subían lentamente, pero la cruz pesaba mucho. Un hombre pensó que era mejor recortar la cruz para que pesara menos, y así llegó hasta el final. Pero, para sorpresa de todos para llegar al cielo había un abismo, y cada uno debía usar su cruz como puente. Todos fueron pasando de la tierra al cielo, pero el que había recortado su cruz: no le alcanzó porque era muy corta, y no pudo pasar. “Que cada uno aceptemos nuestra cruz, y ayudemos a los demás a cargar con su cruz”.

Hoy es el día más religioso en toda Venezuela, nuestro pueblo se tiñe de morado. Miles de fieles vestidos de Nazareno peregrinan por nuestras calles, a visitar a Jesús que carga con su cruz rumbo al calvario. La procesión es momento de pago de promesas por gracias recibidas, de rezos y súplicas, de cargar al santo, de encuentro de la comunidad.

Estos días santos hemos escuchado los cánticos del siervo de Yahvé, que nos ofrece el profeta Isaías. Un personaje misterioso: humilde, sencillo, débil, que carga sobre sus espaldas los pecados del pueblo y se convierte en fuente de salvación. Es un rey, pero muy distinto a los demás reyes. Tiene una corona de espinas, un manto púrpura, una caña como cetro, y su cuerpo ensangrentado por los azotes de la flagelación. Una cara de sufrimiento, pero de mucha dignidad. Un rey desde el sufrimiento, que no es modelo de soberbia de prepotencia, sino de humildad y paciencia. Humillado, objeto de burlas y escarnios, nos indica que Dios elige a lo necio del mundo para avergonzar a los sabios; y escoge a lo débil del mundo para avergonzar a lo que es fuerte. El camino de Dios se construye desde lo sencillo: como en el pesebre de Belén en despoblado porque no había lugar para ellos en la posada; como en el taller silencioso donde José era carpintero en Nazaret; como en la peña donde está sentado Jesús, solo, abandonado, puesto a prueba. En su cruz, carga las cruces de todos los hombres y del mundo entero. A Jesús lo insultan, lo golpean, lo someten al escarnio, le escupen la cara, se burlan de él, cae y se vuelve a levantar, sigue su camino. Tiene una fuerza invencible que viene de su interior: “¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa? El Señor es mi ayuda”. Por eso Dios lo hace “luz de las naciones, para que la salvación alcance hasta el confín de la tierra”. Jesús Nazareno revierte y convierte al mundo salvándolo de la prepotencia, de la vaciedad de la riqueza y de la soberbia de los poderosos. Su mensaje es claro: a nadie le es lícito creerse el super hombre que puede pisotear a los otros, dominar, destruir, todos estamos llamados desde la misericordia a contribuir a la salvación de los demás, haciendo frente común contra toda opresión y contra todos los opresores de este mundo. La vida de Jesús Nazareno, entregada con humildad y paciencia, cobra valor eterno en la resurrección. El que está con Dios no tiene que temer a nadie. Dios nos da la fuerza en la adversidad, como la luz que vence toda oscuridad, el perdón que derrota al odio, la indulgencia que se sobrepone a la venganza.

Hoy acompañamos a Jesús Nazareno por nuestras calles del centro de Caracas, pero en realidad, es Él quien nos acompaña, y como buen cirineo nos ayuda a llevar nuestras cruces, nos invita a convertirnos a Dios. Este año jubilar el Nazareno de san Pablo, nuestro nazareno, ha visitado los doce templos jubilares como peregrino de la esperanza. Miles de fieles han salido a su encuentro en los barrios, urbanizaciones, comunidades de nuestra arquidiócesis. Se celebraron casi 70 misas, presididas por los párrocos y animadas por los coros parroquiales, los ministros y monaguillos. Hemos sido testigos de la profunda devoción del pueblo de Caracas a esta imagen que cumple 350 en nuestra ciudad. La ternura de su rostro muestra el temple interior, con su mirada, inculca piedad y fe en Dios. Su imagen es tan humana que invita a reconocer a los tantos nazarenos golpeados por la pobreza, la indigencia, la enfermedad, la droga, los vicios, la prostitución, el tráfico de personas, la deportación, la migración, el exilio forzado, la criminalización de nuestros compatriotas. Todos tenemos responsabilidad, algunos más que otros, no podemos lavarnos las manos como Pilato ante tanto sufrimiento e injusticia.

El evangelio nos recuerda la traición de Judas, que entrega al hijo del hombre por unas pocas monedas. ¡Cuántas traiciones y cuántos traidores a lo largo de la historia! Pero no miremos hacia afuera para acusar a otros, miremos para adentro. Nosotros mismos somos traidores cuando le fallamos a las personas que queremos, a los demás, a Dios… Hay pecados personales. Pero también hay pecados sociales que claman al cielo como la corrupción impune de los que roban el pan a los más pobres, de los que se enriquecen con el sufrimiento y la muerte de los más sencillos, de los que persiguen y condenan a inocentes, de las guerras y odios fratricidas.

Que este Miércoles Santo nos encontremos con Jesús Nazareno, que le pidamos perdón por nuestros pecados y nos dispongamos a recibir su abrazo de misericordia, porque nadie está libre de faltas. Hoy todos decimos a coro: “Perdónanos, SEÑOR de toda esclavitud y opresión, de la violencia, de la dureza de corazón, de la indiferencia y apatía, del orgullo y la vanidad, de la mentira y calumnia, de la falta de sensibilidad ante el dolor ajeno, de la desesperación, del cansancio y la tentación de rendirnos, de todos nuestros egoísmos, injusticias y de todo pecado”. Mándanos a muchos cirineos que ayuden a cargar la cruz de los demás, que compartan el peso de las condenas absurdas, de los encarcelados y de los enfermos, de los migrantes, de los que pierden la esperanza. Mándanos a muchas verónicas que limpien el rostro sudoroso y sangriento de los que sufren, de los despojados y sin hogar. Mándanos a muchas magdalenas y mujeres de Jerusalén que lloren con los que lloran, que acompañen el sufrimiento y recen por los condenados. Gracias por darnos a la Virgen María, que, al pie de la cruz, es la Madre Dolorosa, la madre que recibe el cuerpo inerte de los hijos sacrificados por la guerra y por una absurda violencia que sega tantas vidas jóvenes.

Jesús, querido Nazareno de san Pablo, “de morado y de rodillas, tus hijos venimos a verte, muchos agradecemos tantos frutos de tu amor. En este Miércoles Santo, tus devotos con orquídeas, confiamos nos concedas un milagro mi Señor”. Gracias por caminar con nosotros en la Caracas de ayer y de hoy, gracias por compartir nuestra suerte. Tomando nuestra propia cruz, te seguimos por la Vía Sacra hacia el Gólgota, única escalera que sube al cielo. Recibe nuestras plegarias por justicia y la paz en el mundo y en nuestra patria, Venezuela.-

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