Roland Garros y algo más
¿Qué importancia tiene este campeonato internacional de tenis que se sucede en estos días en París?

Alicia Álamo Bartolomé:
A Joaquín Marta Sosa
¿Qué importancia tiene este campeonato internacional de tenis que se sucede en estos días en París? En primer lugar, la que tiene toda justa deportiva, porque el deporte es una de las más antiguas y sanas actividades del hombre, necesaria para sus horas de recreo. Porque si el hombre fue creado para que trabajara y desarrollara el planeta, también Dios le asignó tiempo de descanso y recuperación, tan importante como el trabajo mismo, pues busca el equilibrio de las acciones y no el abuso de unas sobre otras. En segundo lugar, se da allí un encuentro de nacionalidades, rivales en la cancha, pero amigos que se van haciendo fuera de ésta, lo cual contribuye a la armonía entre los pueblos.
El Roland Garros es el segundo de los llamados cuatro Grand Slams del año; el primero es el de Australia, el tercero el de Wimbledon, Inglaterra, el cuarto y último, el USA Open, que se juega en Nueva York. En estos días se sucede el de París con la presencia de los más grandes tenistas del mundo. Llegar a éste y a Wimbledon son las mas ansiadas ilusiones de jugador alguno, ellas y ellos. Allí se darán cita en estos días las mejores del mundo como Aryna Sabalenka, la No. 1, Coco Gauff y Jazmin Paolini, que acaba de ganarle a Gauff el Roma Open. Entre ellos, Alexander Zvedev, Jannik Sinner, No. 1 del mundo que acaba de perder, también en Roma, frente el No. 2, el sensacional español Carlos Alcaraz. El de Roma es uno de los campeonatos menores, que llaman Master 1000, a tres sets -los Grand Slam son a cinco-, previos y entre los mayores, que sirven de preparación para las cuatro grandes citas, sobre todo por el tipo de cancha, en París ésta es de arcilla o tierra batida y así es la de Roma; hay que acostumbrarse a jugar en cada cancha porque, entre otras cosas, cambia la velocidad de la pelota al rebotar. No es lo mismo en una cancha de césped como en Wimbledon o dura, como en el USA Open. El rey en la cancha de arcilla es el recién retirado español Rafael Nadal: 14 campeonatos del Roland Garros, cifra difícil de emular.
En los últimos años de mi vida me he aficionado mucho al tenis, aunque nunca lo jugué. No pude, a los 16 años sufrí una lesión de rodilla, practicando basquetbol, que me impidió todo deporte a no ser un poco de natación. Entonces me dediqué a espectadora, si hoy, ya no en los estadios, tras la pantalla chica, bendición para nosotros los ancianos. Unos deportes me han dejado de gustar: el basquetbol, que fue el mío, por su velocidad, me cansa; la Fórmula 1, me marea; el fútbol, por su agresividad y exceso de presentaciones por TV, día y noche, todo es fútbol en los canales deportivos. El fútbol se convirtió en un boxeo ilícito, pero aceptado y recomendado por técnicos, comentaristas y públicos. Me enerva cuando veo un jugador metiendo una zancadilla, dándole un manotazo o agarrando la franelilla a su rival, cambio de canal. ¡Qué espectáculo tan degradante! Prefiero el boxeo: la golpiza es su razón de ser.
Veo por TV a veces equitación, natación y golf, pero mucho más, béisbol y tenis. Deportes más limpios, sobre todo el tenis, porque el béisbol tiene sus escapaditas sucias. Al tenis de hoy, critico el uniforme de firma de las mujeres. Si el de los hombres es sobrio, con el largo de su short a medio muslo, el de las mujeres se ha convertido en una insinuante, cortísima faldita y un pantaloncito que dejan descubierto el muslo entero, más el poco agradable, más bien vulgar, pliegue entre el muslo y el glúteo. Chocante. ¡Hasta cuándo esta explotación mercantil de la feminidad!
¿Pero que hago yo aquí, con tantos problemas en el mundo y en nuestra patria, hablando de deporte? Para airearse un poco, dirán algunos. No lo crean del todo, la cosa va por otros carriles. Yo estaba en la mañana del 8 de mayo frente a la pantalla chica, alternando el canal, que me transmitía el Master 1000 de Roma, con el de EWTN, que pasaba su programación regular, pero mantenía abierta una ventanita con vista a la famosa chimenea de la Capilla Sixtina. Todos estábamos pendientes del humo blanco, aunque no pensábamos que vendría tan pronto. En cualquier caso, me enteraría al momento, puesto que el tenis era en Roma, ¡qué buena coincidencia! Miraba hacia la chimenea, cuando de pronto salió el humo blanco; debo estar entre los primeros en el mundo que lo vieron. Comencé a llorar y a dar gritos, mi cuidadora vino alarmada: ¡tenemos Papa! y le enseñé la chimenea. Era la primera vez que yo presenciaba en vivo esta elección, a pesar de haber estado nacida y consciente para las siete anteriores: de Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. No andaban tan desarrollados los medios de comunicación, ni yo era una persona inactiva como para estar horas frente a la televisión.
La elección de León XIV viene como agua de rocío a un mundo ardiente. Desde que apareció su elegante figura -que recuerda a Pío XII- en el balcón de la Catedral de San Pedro y dijo sus primeras palabras deseándonos paz, comprendimos que por ésta viene a luchar. Ya lo bauticé “El Papa de la Paz”. Al escoger el nombre de León XIV, en sucesión de León XIII, el Papa de la “Rerum Novarum”, nos indicó que viene a luchar por una vigencia y mayor presencia de la Doctrina Social de la Iglesia Católica. Su doble nacionalidad, estadounidense y peruana, lo hacen el hombre americano ideal para continuar y mejorar la obra de Francisco, primer latinoamericano que asumió la Cátedra de San Pedro. Muy buenos augurios para León XIV. Por lo pronto, ya dio su primer jonrón o metió su primer gol: por primera vez, algo que no fuera fútbol, acaparó la atención mundial a través de las redes comunicacionales desplegadas, al máximo, para cubrir y llevar el evento a todo el planeta. ¡Bravo a la Iglesia Católica!
¿Y nosotros qué? Desocupados hoy en una ridícula e ilegítima jornada electoral, seguramente muy rala de asistencia porque el pueblo ya no como cuento, ¿vamos a seguir soportando la ignominia? Seguramente no. Síntomas de resquebrajamientos hay. Eso de la escapada de unos rehenes, con ayuda interna o externa, tiene a más de uno cabezón: ¿y si llegan a mi habitación como llegaron a la de Osama bin Laden? ¡Paticas pa´qué te quiero! Lo mejor es poner los pies en polvorosa.
También el Roland Garros llegará a su final dentro de pocos días. ¿Quién será el nuevo rey de la arcilla? Carlos Alcaraz, espero…, como también espero la caída del régimen tramposo.-