Opinión

Tertulia entre laicos

Beatriz Briceño Picón:

Termino de soñar un audio imaginario de lo que  podría ser una tertulia en el cielo con Roberto Picón Lares, Caracciolo Parra León y Mario Briceño Iragorry. Tres intelectuales católicos  del siglo XX que abrieron caminos al laicado actual  y que tuvieron responsabilidades importantes en el mundo universitario. Los tres fueron abogados y son representantes de los tres estados andinos Mérida, Táchira y Trujillo. Se hermanaron en la Universidad de los Andes de la cual  Roberto Picón llegó al Rectorado. Caracciolo Parra y Mario Briceño fueron, más tarde, Vice Rector y Secretario de la Universidad Central de Venezuela. Es decir que estuvieron en las cumbres del saber de nuestro país  pero también ejercieron su labor de padres de familia con total responsabilidad y con profunda preocupación social. Hombres de pensamiento y letras, católicos  de comunión y misericordia. Caballeros de la pluma, como diría el Padre Barnola y adelantados al Concilio Vaticano II según  el Padre Iriarte. Amigos de San Ignacio y San Francisco de Asís y marianos por elección  de la misma Madre de Dios. Juntos, los amigos piden luces para el Papa Francisco en este momento fuerte de la Iglesia.

He imaginado esa tertulia entrañable de los tres, recordando la beatificación  de otro laico, trujillano singular: José Gregorio Hernández, el médico de los pobres y de todos,  en medio de una pandemia que consume el planeta y otra pandemia que destruye la institución familiar tan afirmada por los tres amigos del alma.

El primero en pasar a la eternidad  fue Caracciolo, el menor, en 1939. Tenía 38 años y ya era un sabio; Roberto murió en 1950 y Mario Briceño el 6 de junio de  1958 con  apenas 60 años y una obra muy extensa. Pero qué buenas tertulias deben tener en el cielo. Juntos, también con el beato de Isnotú,  vieron desde la eternidad la muerte de Pio XII en 1958 y el caminar de la Iglesia hasta hoy. Fueron además de entrañables amigos, excelentes maestros y ciudadanos ejemplares. Pero podemos decir  que eran también,  verdaderos laicos apóstoles. Prestados al periodismo, a las Academias y a la literatura dejaron obra muy rica para enrumbar la educación, el civismo y la cultura. Sirvieron a la política como búsqueda del bien común y el progreso con visión trascendente.

Mario Briceño Iragorry exaltado por el Congreso de la República como Maestro de la Juventud Venezolana , también definió a Parra León como maestro porque enseñó a aprender y para darse cuenta de esto basta con señalar algunas de las cátedras que estuvieron a su cargo: Lógica en la Escuela de Filosofía y Letras, creada en la UCV en  1928; Principios Generales del Derecho y Derecho Español y Público Eclesiástico en la Facultad de Derecho de la UCV; Filosofía en el cuarto año de Instrucción Secundaria en el Liceo Andrés Bello y otras cátedras que servían para enseñar a pensar y a potenciar la sabiduría…

San Josemaría Escrivá, santo que también fue abogado y es maestro perenne para jóvenes y mayores, muchísimos casados y fieles católicos de toda condición, comentó muchas veces la importancia de las tertulias. Y se remontaba a los hechos de los apóstoles para recordar como Jesucristo resucitado se reunía con sus discípulos para comentar temas de todo tipo. A veces la tertulia es una sobremesa cálida y grata donde se agradecen los alimentos  pero con sencillez se habla de cultura, de arte, de proyectos, de educación de la familia o del barrio. Qué pocas tertulias se hacen alrededor de celulares. Esto es un desafío para la creatividad de hoy.

En este año del laicado se me ocurre poner en marcha iniciativas que lleven a nuestro jóvenes a conversar con esos maestros de ayer, a hacer tertulias sabrosas donde con tecnología moderna o con la riqueza eterna del lenguaje y de la imagen, puedan descubrir a esos modernos apóstoles laicos que hicieron de la calle, la cátedra y sus hogares los lugares de acción de esa iglesia doméstica en salida  que se inicia en la casa de cada bautizado.

Roberto, Mario y Caracciolo y tantos otros padres de familia, son faros que nos recuerdan el humanismo trascendente, solidario y participativo que nos pide a gritos el Papa Francisco en Fratelli Tutti.  Pidamos luces a José Gregorio para salir de esa pasividad.

Beatriz Briceño Picón

Periodista UCV/CNP

Fundación Mario Briceño Iragorry   

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