¿Cómo será la eternidad?
Nuestra experiencia sensorial y nuestra capacidad mental no nos ayudan a imaginarnos la eternidad, porque están limitadas al tiempo y al espacio. No comprendemos la sucesión inacabable de siglos y siglos que nunca termina

Francisco Javier Duplá sj.:
Buena pregunta. Estoy seguro de que el 99% de los hombres y mujeres de hoy no se la hacen. Están demasiado ocupados en cientos de cosas para ponerse a reflexionar sobre ello, pero es bueno hacérsela. En las oraciones aparecen las palabras eterno y eternidad en el Gloria al Padre, al final del Credo y en muchos Salmos (100, 102,103, 119, etc.). En ellos estas palabras describen la naturaleza de Dios y la duración de sus acciones en favor de los hombres. Eterna va unida casi siempre a vida, porque sin vida la eternidad no tiene sentido.
Pero también en el lenguaje corriente utilizamos la palabra eternidad para describir en plan metafórico una situación inesperada o indebida: “Te has tardado una eternidad”, “Este gobierno dura una eternidad”, “Falta una eternidad para llegar”. No es en este sentido que escribo estas líneas, sino en sentido religioso. Y aquí comienzan las dificultades, pero también las intuiciones.
Nuestra experiencia sensorial y nuestra capacidad mental no nos ayudan a imaginarnos la eternidad, porque están limitadas al tiempo y al espacio. No comprendemos la sucesión inacabable de siglos y siglos que nunca termina. Cuando sabemos que el universo fue creado hace 13.800 millones de años, esa cifra nos parece casi insuperable y es sin embargo una motita de polvo comparada con la eternidad. Nuestra capacidad de amar no puede crecer y crecer sin término, sino que llega un máximo y luego con frecuencia retrocede. La estatura, la agilidad, la capacidad perceptiva y sensorial van creciendo desde el nacimiento hasta un máximo, luego se estancan y comienzan a deteriorarse. En una palabra, la eternidad es una realidad por completo ajena a nuestras vidas. En resumen, como yo decía en otro artículo, “Conocer lo que ahora ignoro y comprenderlo es abrirse a un mundo distinto. En el cielo habrá miles y millones de mundos, de realidades distintas de las que ahora conozco. Ahora conozco una pequeñísima porción de la realidad, entonces se ampliará la mente hasta océanos de conocimientos que no aturdirán por su multitud y profundidad, porque la mente humana será capaz de abarcarlos a todos.” (“Cómo será el cielo”).
Pero la eternidad será distinta según se haya vivido en esta vida. Los que organizan su vida para hacer daño a los demás vivirán una terrible eternidad. Una de las formas de imaginarse esa terrible eternidad es la soledad absoluta. Vivir solo sin nunca encontrarse con nadie, nunca, nunca por siglos infinitos. ¿Podemos imaginarnos una soledad tan absoluta en un ser que está hecho para la comunicación?
En cambio, los que tratamos de vivir haciendo el bien, con fallos y pecados, sí, pero con esfuerzo por perseverar, entraremos en unas dimensiones nuevas, gozosas, plenas de amor siempre creciente hacia el Padre, el Hijo y el Espíritu, la Virgen María y tantos hombres y mujeres buenos que poblarán esa existencia que llamamos eternidad. Y siempre habrá dimensiones nuevas, conocimientos nuevos, sorpresas inesperadas.
La eternidad no es estática, no es permanecer siempre iguales, sin cambio. Esto llevaría a un aburrimiento total. No. La eternidad va llevando a cambios constantes que lo mejoran todo: mayor conocimiento, mayor amor, mayor fusión con Dios y con los seres queridos. Esperemos que estas intuiciones aquí descritas sean superadas por el regalo de Dios a todos nosotros.-




