Este cardenal tiene un plan contra la “cacofonía de malas noticias”
El cardenal François Bustillo, obispo de Ajaccio, comparte su deseo de humanizar la sociedad a través del amor y el buen hablar de los demás

El cardenal François Bustillo , obispo de Ajaccio (Córcega), de casi 1,90 metros de altura, admite sin reservas que es optimista y lleno de esperanza por naturaleza. Pero él también está inmerso en la constante cacofonía de malas noticias que resuena constantemente en la sociedad. Firmemente convencido de que la sociedad es mejor que eso, que merece ser feliz y conocer el rostro de Cristo, publicó el libro «Réparation» el 10 de septiembre.
“Una sociedad mejor es posible”, dice el franciscano. “Debemos reparar lo que se ha roto”.
Aleteia habló con él sobre su esperanza.
Piensa antes de reaccionar
Aleteia: Critica usted enérgicamente el «reino de la sospecha» y el «tribunal virtual» de las redes sociales, que convierten todo en un «pretexto para el ataque» y fomentan el «linchamiento mediático». ¿Qué medidas concretas pueden tomar los fieles para protegerse de estas dinámicas destructivas y transformar estos espacios en espacios de diálogo constructivo?
Cardenal François Bustillo: Cuando uso estas expresiones, deliberadamente un poco provocativas, mi objetivo es despertar conciencias. Al escribirlas, me dije: En las redes sociales y en los medios tradicionales, a menudo nos falta compasión. Sin embargo, al comienzo de la Misa, todos decimos: «Señor, ten piedad». ¿Cómo, entonces, podemos pasar de una sociedad percibida como despiadada a una sociedad de compasión y amor?
Vivimos en una sociedad donde la violencia y la crueldad van en aumento, donde las personas juzgan sin tener todos los hechos ni argumentos a su disposición. Es fundamental dar un paso atrás, cultivar cierta modestia y evaluar cuidadosamente antes de hablar.
Nosotros, los cristianos, podemos ofrecer esta perspectiva, siguiendo el ejemplo de la tradición monástica: valorando el silencio, desprendiéndonos de las emociones inmediatas, evitando reacciones impulsivas y buscando las palabras adecuadas para decir.
Hermandad y valoración de las diferencias
Usted habla de una «fraternidad en decadencia» y de una «humanidad en exilio», en particular a través del auge del individualismo, donde cada uno quiere «reinar en su propio reino». ¿Cómo puede la Iglesia ayudar a las personas a reconstruir un sentido de comunidad e interdependencia?
Cardenal Bustillo: A veces, cuando criticamos a la sociedad, no es para destruirla, sino para ayudarla a dar lo mejor de sí misma. El verdadero desafío reside en la falta de fraternidad entre nosotros. Proclamamos grandes valores, pero en realidad podemos ser duros, indiferentes, egoístas e individualistas.
Este no es un panorama desolador, sino una observación lúcida. Sin embargo, estas actitudes pueden transformarse mediante comportamientos positivos inspirados en el Evangelio.
¿Qué significa esto en términos concretos?
Cardenal Bustillo: La Iglesia no es perfecta: su organización, estructuras y políticas pueden mejorarse, pero ese no es el punto esencial. El alma de la Iglesia es el Evangelio, es Cristo.
Hoy en día, el inmenso éxito de los libros sobre felicidad, alegría y desarrollo personal demuestra una sed de esperanza. Para pasar del «yo» al «nosotros», debemos ver a los demás no como una amenaza, sino como un regalo.
Esto requiere una conversión interior: aprender a ver la diferencia como fuente de riqueza. Este camino calma nuestro enfoque y nos impulsa al encuentro.
La sociedad actual parece estar atravesando una profunda crisis…
Cardenal Bustillo: La vida siempre ha estado marcada por crisis, desde el nacimiento hasta la muerte. Una crisis no es un bloqueo, sino un estímulo. Las crisis nos impulsan a inventar, a buscar la autenticidad, la verdad y la bondad.
Hoy en día, delegamos demasiado en nuestros líderes políticos y financieros. Pero quienes ostentan el poder también deben aprovechar el talento único de cada ámbito de la sociedad: filosofía, religión, deportes, cultura, arte y asociaciones. Cada ciudadano puede contribuir al bien común según sus talentos.
Valores monásticos para la vida cotidiana
Ante una sociedad ruidosa y centrada en la eficiencia y la velocidad, usted aboga por el recogimiento y el silencio como actos de resistencia. ¿Cómo pueden estas prácticas, a menudo asociadas a la vida monástica, integrarse en la vida cotidiana sin aislarnos del mundo?
Cardenal Bustillo: ¡Podrían pensar que estoy recomendando la vida monástica! Pero simplemente propongo redescubrir valores monásticos adaptados a la vida cotidiana. Nuestro ritmo es frenético y nuestra atención se ve constantemente solicitada. Pero sin descanso, sin silencio, ¿cómo podemos reflexionar y discernir?
No se trata de ociosidad, sino de encontrar momentos de pausa. La tradición monástica valora el silencio y el recogimiento. Hoy, nos vemos obligados a reaccionar de inmediato: «¿Estás a favor o en contra de esto? ¿Te gusta o no?».
Sin embargo, todos podemos organizar nuestro tiempo para preservar momentos de calma. Estos pueden ser la meditación, una visita a una iglesia o monasterio, o un tiempo de reflexión. Estos descansos reparan nuestro ser interior, dañado por un exterior sobreestimulado.
Para discernir con precisión, es vital no vivir únicamente según la lógica del poder, el tener y el hacer, sino también cuidar el ser. Y es en el silencio donde encontramos nuestra identidad más profunda.

Amar a los enemigos y hablar lo bueno
El amor a los enemigos se presenta como el corazón de la revolución de Cristo. Es un camino sobrenatural que requiere un trabajo interior de liberación. ¿Cuáles son las claves para emprender este difícil camino que nos impulsa a comprender en lugar de burlarnos, llorar u odiar?
Cardenal Bustillo: Amar al enemigo es la enseñanza más poderosa y difícil de Cristo. No se trata solo de soportar u olvidar, sino de amar activamente. Esta es la única manera de romper con la lógica de la venganza y la violencia. Amar al enemigo no es natural, pero es un camino.
Cristo no pide resultados inmediatos, sino una apertura interior para que nuestro corazón no quede preso del mal recibido. Mediante el perdón y el amor —los dos pulmones del cristiano— volvemos a respirar. Sin este esfuerzo, el dolor nos aprisiona y nos deja en la oscuridad. Con el perdón y el amor, avanzamos hacia la libertad interior.
Su libro concluye con un llamado a la «bendición, la palabra definitiva contra la maldición». ¿Cómo pueden nuestros lectores convertirse en artesanos de este «valle de bendición»?
Cardenal Bustillo: No bendecimos por ingenuidad ni idealismo. Con demasiada frecuencia, la bendición se ha reducido a un simple gesto litúrgico. Pero bendecir significa hablar bien de algo. En una sociedad propensa a denunciar y criticar, es esencial que se alcen las voces para reconocer lo bello y lo bueno.
A menudo decimos: «Digo lo que pienso», pero rara vez usamos esta justificación para expresar algo positivo. Sin embargo, la bendición es precisamente eso: dar testimonio de lo bello, lo conmovedor y lo constructivo. Significa aprender a celebrar lo que merece ser reconocido, sembrando así vida y esperanza.
Agnès Pinard Legry – Anthony Cormy – publicado el 08/10/25-Aleteia.org