Iglesia Venezolana

Comisión Permanente de Obispos: ante la violencia en Caracas y otros lugares del país

Una vez más nos toca alzar la voz ante la violencia, ante la muerte. Una vez más nos
sacude y nos entristece evidenciar cómo el miedo, la barbarie, el atropello, el odio, se
apoderan de las calles de nuestro país, de nuestras ciudades, de nuestras zonas
populares.


Y la pregunta surge de manera inevitable y nos increpa ¿por qué nos sucede esto?
¿por qué tanto mal obrado en nuestro país? La respuesta nos la da el Papa Francisco:
todo el mal obrado en el mundo se resumen en esto, el desprecio por la vida.[1]
Pero lo que ha hecho tan impactante este episodio que se ha desatado en la cota 905,
es que pone de manifiesto algo que todos sabíamos, pero no queríamos ver.


Por un lado es el resultado de dos décadas en las que se ha blandido la violencia
desde el poder como arma política, a diestra y siniestra, de palabra y obra, como
amenaza y como hecho consumado. Si quienes detentan el poder no tienen otro medio
para imponer su ideología trasnochada que el de la fuerza y la violencia, no hace falta
esperar demasiado para observar una respuesta igualmente violenta.

Pero este estallido es además la demostración más evidente del fracaso de un modelo
social y productivo. Si el régimen ha hecho todo cuanto ha podido para hacer imposible
que los ciudadanos puedan ganarse la vida de una manera digna y suficiente, tampoco
sorprende que haya quienes busquen ganarse la vida por medios delictivos.


Es además un fracaso del Estado como garante de la seguridad y de la paz. Para
todos resulta obvio que no pocos miembros de los cuerpos de seguridad han dejado de
ser garantes de la seguridad y la convivencia pacífica, y en muchos casos han
abandonado por completo vastas regiones del país, especialmente las zonas rurales y
populares. El habitual respeto a la autoridad se ha transformado en desconfianza y
temor a la autoridad, en vista de la distorsión de las irregulares funciones que hoy
cumplen, incluyendo la extorsión y el soborno.

Hoy nuestro llamado como Pastores es primero a respetar la vida de todo ser humano.
Todos somos seres dignos, todos somos hermanos, todos somos Hijos de Dios, y
todos estamos llamados al Amor.


Por ello nuestras oraciones están con todos nuestros hermanos afectados por esta
situación, a los que tienen miedo, los que se ven obligados a desplazarse, los que se
encuentran atrapados entre el enfrentamiento. Es momento de solidaridad con los que
sufren.


Hermanos ¡No despreciemos la vida! Cada hombre y cada mujer vale la Sangre de
Cristo. No despreciemos lo que Dios mismo ha amado tanto.

Obispos de la Comisión Permanente
Caracas, 09 de julio de 2021

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