Lecturas recomendadas

Jesús, ¿quién eres tú?

Nelson Martinez Rust:

 

II

 

2.-    El Segundo episodio en comentar es el de “Las Tentaciones

Para el comentario que a continuación presento sobre el tema de “Las Tentaciones”, doy por leído y conocido todo lo señalado en la entrega pasada sobre la, así llamada, “Teología ascendente”, el marco referencial de la celebración de los mil setecientos años del Primer Concilio Ecuménico de Nicea, llevado a cabo en dicha ciudad, en el año 325, que definió la realidad divino-humana de Cristo y la indispensable lectura de los textos bíblicos que vienen señalados en el presente trabajo.

El problema de “Las Tentaciones” se plantea de la siguiente manera: ¿Puede ser tentado Dios? Desde los primeros albores de la Iglesia, el que Cristo fuera tentado planteo problemas: ¿Cómo era posible que el Hijo de Dios en quien fundamentaba su fe la Iglesia naciente fuera tentado? ¿Cómo explicar que las tentaciones hayan podido hacerse presente en Él? ¿El hecho mismo de aceptar que Cristo haya sido tentado, acaso, no es ya un atentado, una falta de respeto – duda – contra la fe en su divinidad? Al tener presente estas interrogantes, algunos teólogos han considerado que las tentaciones de Jesús deben ser leídas y estudiadas desde el significado que adquieren para la vida cristiana de ayer y de hoy: ellas se convierten en un ejemplo pedagógico de cómo el cristiano debe salir airoso ante la incitación a pecar. Dicho de otro modo: La tentación de Jesús adquieren un valor pedagógico – ilustrativo – de cómo debe actuar el cristiano frente a la tentación del Maligno. Esta postura es insatisfactoria, aun cuando le brindan un significado al hecho mismo. Digo que es insatisfactoria porque: a. Para que tenga un valor ejemplarizante se hace necesario que Jesús en verdad haya sido tentado. ¿Cómo puede tornarse la actitud de Jesús en ejemplo para el cristiano si Él no ha sido tentado? Y b. Lo narra por los Evangelios sería entonces una vil comedia, un ejercicio estilístico de algo que no pasó, un engaño. ¡No! Los Evangelios hablan de algo que realmente pasó, de algo real, ¡de algo que aconteció y que atañe a la fe del creyente!

El camino explicativo que seguiré será el siguiente: A.- Analizar el contenido del hecho, B.- Estudiar las condiciones que hacen posible las tentaciones, y, C.- En un tercer momento, extraer el significado que encierra el misterio de las tentaciones para el cristiano de hoy, desde la teología dogmática.

 

A.-    El contenido de los hechos en general

Los evangelistas que nos narran el hecho de las tentaciones son: Mt 4,1-11; Mc 1,12 y Lc 4,1-13. Ellos lo que desean es mostrar y trasmitir para las generaciones subsiguientes el sentido profundo que Jesús debía observar cómo Mesías enviado por Dios-Padre. Esta afirmación la fundamento en la estrecha vinculación que muestran los tres evangelistas entre los episodios de “El Bautismo”, “Las Tentaciones” y el inicio de “La Predicación” de Jesús. Se da una profunda relación entre los tres acontecimientos.

Ahora bien, es necesario tener en cuenta que Marcos y Mateo ofrecen cada uno una versión muy diferente, lo que me lleva a estudiarlos por separados; mientras que Mateo y Lucas ofrecen una versión bastante parecida. Por consiguiente, no amerita un estudio por separado.

 

B.-    Los planteamientos de Marcos y Mateo

1.- La narración de Marcos (Mc 1,12-13)

El episodio está ubicado entre el bautismo (Mc 1,9-11) y el inicio de la predicación de Cristo en Galilea (Mc 1,14-15). ¿Por qué hago esta afirmación? El relato del bautismo da cuenta de la venida del Espíritu Santo sobre Jesús (Mc 1,9-11). Esta presencia del Espíritu permite captar la profunda relación existente entre el bautismo, el inicio de la predicación de Jesús y el relato de las tentaciones. Estos tres elementos forman un gran preámbulo a la vida pública de Jesús que el evangelista desarrollara posteriormente.

Ahora bien, parte integrante de la predicación del Bautista era el anuncio de un personaje mucho más poderoso que él, el cual bautizaría en Espíritu Santo (Mc 1,6-8). El hecho de que Jesús haya sido bautizado por Juan, El Bautista, indica, a primera vista, que el personaje anunciado no era otro que el mismo Jesús.

El hecho de vincular los acontecimientos del “El Bautismo” y de “Las Tentaciones” con el personaje poderoso anunciado por Juan, que tiene como características el estar lleno del Espíritu Santo, y el tener el poder para vencer a Satanás, indica, no solo que es Jesús, “El Nazareno”, sino que además contiene el siguiente mensaje: este personaje – Jesús – inaugura la posibilidad, el retorno, para todo viviente de una nueva forma de vida paradisiaca anunciada ya por el profeta Isaías (Is 11,1-9; Cf. Gn La felicidad existente en el paraíso anterior al pecado). De esta manera el evangelista introduce la predicación de Jesús como un acontecimiento que viene presidido por el bautismo -asistencia del Espíritu Santo – y que ya ha sufrido los embates del maligno. Este pequeño prólogo se convierte no solo el anuncio, el preámbulo de “La Buena Nueva” sino también en su realización por medio de la persona de Jesús. Jesús es “La Buena Nueva”, Él es “El Reino de los cielos”. No hay que buscarlo en otra parte o esperarlo en otro personaje.

El relato resumido de la predicación de Jesús que ofrece Marcos (Mc 1,14-15) se convierte, de esta manera, en la clave de interpretación del relato de las tentaciones: El tiempo se ha cumplido. El Mesías ya es una realidad, está entre nosotros. Por consiguiente, es de urgencia asumir una actitud nueva que esté en consonancia con la realidad anunciada del “Reino de los Cielos”. Por lo que se hace necesario, indispensable, la conversión y la creencia en “La Buena Nueva”.

Este relato muestra unas características que deben ser tomadas en cuenta:

a.-  La finalidad de la ida al desierto por parte de Jesús no son las tentaciones. Otra cosa es la probabilidad de que el maligno se haya aprovechado de la soledad y de la fatiga física para seducir a Jesús. Por otra parte, se trata de una prueba larga que no logra alcanzar su finalidad. Dicha finalidad por parte del maligno no era otra que el logro de la separación de Jesús del cumplimiento de la voluntad manifiesta de Dios-Padre, el cual, al mismo tiempo que lo presentaba como “Mesías” en el bautismo siguiendo la condición del “Siervo de Yahveh” (Cf. Isaías), es también el “Hijo muy amado”, cuya razón de ser tiene su fundamento en el profundo amor a Dios-Padre.

b.-  El desierto adquiere una significación muy grande. En Marcos, el desierto es primeramente un lugar privilegiado de la cercanía con Dios. Esta es una tradición bíblica muy antigua. El profeta Oseas describe el desierto como el lugar del primer amor de Yahveh con su pueblo; y, para Jesús, es el lugar privilegiado en donde se retira para orar (Mc 1,35-45; 6,31). Este lugar privilegiado se convierte en el lugar de la tentación.

c.-  El acontecimiento de la estancia en el desierto por un lapso de cuarenta días recuerda la estancia en Israel en el desierto durante los cuarenta años. Estos años fueron para Israel no solo un tiempo de tentación, sino de toma de conciencia de ser el pueblo de Dios, de ser el elegido por Yahveh. De esta manera las Sagradas Escrituras trasmiten la enseñanza de que entre Dios y las tentaciones existe una misteriosa proximidad. Pero, no es solo el desierto el que muestra la gran proximidad de Dios-Padre con su Hijo Jesucristo. Marcos indica una vivencia especial de Jesús con los animales salvajes y la servidumbre por parte de los ángeles. Esta cohabitación encierra una enseñanza teológica de vista al futuro: los tiempos mesiánicos serán de plena paz, felicidad y caridad (Is 11,6-8; 65,25). La felicidad perdida en el paraíso volverá. Cristo se convierte en el “Nuevo Adán”.

Para Marcos, la victoria de Jesús sobre el demonio radica en la seguridad pacífica y serena que le viene dada por el hecho de es saberse y ser “Hijo de Dios”. Lo único que desea y quiere es ser y hacer la voluntad de su Padre-Dios: “Y decía: ! Abba, Padre !; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Mc 14,36).

2.- La narración de Mateo (Mt 4,1-11)

Mateo muestra al lector el contenido de las tentaciones. La finalidad del maligno al tentar a Jesús era la de separarlo de la intimidad con Dios, su Padre. Mateo pone en boca del Tentador el título que Jesús ha recibido en el bautismo: “Hijo de Dios”. No niega su filiación divina porque lo que en el fondo el Maligno le propone a Jesús es una comprensión falsa del mesianismo, contraria a la presentada por los profetas, con mayor precisión en los cantos del “Siervo de Yahveh” propuestos por Isaías ya analizados. El Diablo no niega que Jesús sea el Mesías, por el contrario, lo reconoce. De ahí que a donde va dirigida la tentación es al modo cómo debe interpretarse ese mesianismo, de una manera contraria a la voluntad divina. Satanás le presenta varias clases de mesianismo, y, de la misma manera como el pueblo escogido trató por sí mismo de definir su mesianismo, así también Cristo puede y debe escoger Él mismo, independientemente de la voluntad divina, el mesianismo a seguir. Tiene la posibilidad de orientar ese mesianismo en un sentido contrario a la voluntad de Dios: que abandone la misión del Siervo doliente que se le ha   confiado en el bautismo mediante la voz divina.  Se trata, por tanto, de una tentación mesiánica. Desde este punto de vista se deben analizar las tres tentaciones.

La primera tentación es la del pan (Mt 4,3-4).

El pan es lo primero para Satanás, para Jesús es algo necesario y que debe ser tenido en cuenta, sin embargo, no es lo primero, es algo secundario. El Tentador se centra en la debida confianza que debe tenerse al Padre celestial que no se ha de olvidar de la criatura. Lo que pretende el Demonio es que Jesús llegue a dudar de la paternidad divina: Dios-Padre se habría olvidado de su “Hijo amado”.  (Compárense la narración de esta tentación con la tenida por Israel en el desierto (Ex 16,3 con Dt 8,3).

La segunda tentación es la del mesianismo poderoso (Mt 4,5-6).

El demonio lo coloca en el alero del templo y le dice: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “A sus ángeles te encomendara y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna” (Mt 4,5-7). Israel sometió a prueba a Dios. Dudó de la protección y asistencia divina, de manera concreta, en Massa (Ex 17,1-7). A Satanás le gustaría no solo que Jesús dudase de la protección de Dios sobre su persona, sino que también se diera cuenta de la soledad en la cual lo había colocado su Padre – Dios – al no brindarle su apoyo. Dios-Padre lo llama “Hijo” pero en la cruz sufre el abandono total del Padre. Para Jesús, poco importa que esta confianza se concretice en un acto de poder. Él no va a tener menos confianza en Dios cuando experimente el desamparo en la cruz. Para el Siervo, el criterio de autenticidad divina de una misión no es el despliegue del poder o del prestigio.

La tercera tentación la de un mesías político (Mt 4,8-10).

Es la tentación más seductora y sutil. Se puede ver en ella la tentación que experimentó Israel después de la conquista de la tierra prometida. El pueblo cayó en la idolatría porque creyó que ya todo lo había alcanzado, tenido. Prescindió de Yahveh. Por el contrario, el mesianismo del “Siervo de Yahveh” no está fundamentado sobre el “Poder” sino en “El servicio”: no en creerse dueño y señor de todo, incluyendo la verdad. Satanás le pide a Cristo que sustituya el servicio por el poder, o que, al menos, utilice el poder político para alcanzar sus fines, aun beneficiosos. El “poder” se transforma en un apetitoso y embriagante licor al paladar, que engrandece al “ego” del ser humano por encima de Dios. Ahora bien, este poder que el Demonio le presenta al “Siervo de Yahveh” no procede de Dios-Padre sino del mismo Satanás. Es esta la razón por la cual Satanás le pide a Cristo que se postre ante él. Para alcanzarlo Jesús tiene que adorar al mismo Demonio. Tentación sutil para la Iglesia de hoy en día., que al buscar grandeza material se olvida del poder de Dios.

 

C.-    La reflexión teológica desde la teología dogmática

La carta a los hebreos, en otro contexto, hace referencia a las tentaciones y a su significado para la Iglesia:

El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, por los padecimientos aprendió la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen” (Heb 5,7-8). Claro está que no se debe descartar de plano una intención pedagógica de los Evangelios, pero es en la humanidad de Jesús y en su particular situación, en donde hay que descubrir el verdadero y profundo significado de las tentaciones.

Los teólogos enumeran las diversas clases de tentaciones, reduciéndolas a dos grandes categorías: a.- Las que proceden de la carne o del mundo, y b.- Las que proceden propiamente del Demonio.

a.-    Las tentaciones del primer orden

El término “carne” debe entenderse como la totalidad de tendencias y decisiones humanas cuyo único horizonte es meramente terreno, y con el término “mundo” se expresan las preocupaciones puramente terrenas, o, dicho de otra manera: es la esfera de intereses que definen las preocupaciones primordiales del hombre. Desde este punto de vista la actitud normal del ser humano es la que se centra en Dios, mientras que una tentación que venga de este horizonte es señal de una postura anormal del hombre frente a Dios, que indica que el hombre está desorientado en relación con el fin que le es propio: el Dios de la revelación. Cristo jamás experimentó esta clase de tentación. Él no tuvo ninguna connivencia con el mal.

b.-    Las tentaciones del segundo orden

En esta clase de tentaciones no se da la voluntad o la afectividad desorientada hacia Dios. Toda la astucia demoníaca consiste en destruir precisamente el equilibrio interior existente y en hacer creer al tentado que dicha situación objetiva representa para él una farsa, una gran mentira que Dios tiene solapada para engañarlo. En esta clase de tentación se encuentra una situación objetiva que le ofrece al tentado la ocasión de poner en duda las intenciones divinas. Un ejemplo palpable de esta clase de tentación se da en el caso de Eva en el paraíso.

El Tentador se propone hacer consciente a Eva de la anormalidad de su situación en el paraíso: “¿Comen Uds. de todos los frutos?” Pero hay un árbol del cual ellos no deben comer. El Tentador vuelve a preguntar: “¿No será que Dios no quiere compartir su poder con Uds.?” Eva entra en duda con respecto al mandato divino y con la duda entra también la desconfianza sobre las intenciones y la conducta de Dios. El Tentador ha logrado quebrantar la confianza de Eva en su creador: el banquete está servido.

Si se traslada este ejemplo a la realidad cristológica es posible que se entienda mejor las tentaciones de Cristo. Así se tiene:

La primera tentación

Por el somero estudio de los textos bíblicos se ha enseñado que Satanás lo que buscaba era separar a Cristo de Dios. Dios le había manifestado a Jesús su voluntad por medio de la voz celestial en el bautismo. Dios le señala a Cristo un mesianismo bien definido: el del siervo descrito por Isaías. Ahora bien, el signo de la adhesión indefectible de Jesús a Dios-Padre será el cumplimiento fiel de esa misión de siervo sufriente. El hecho de poner a Cristo frente a Dios llevaba consigo necesariamente el que Jesús renunciase al mesianismo del siervo sufriente. Hay que tener presente que la condición divina y sobrenatural de Cristo no lo aparta de su realidad humana – era plenamente e íntegramente hombre -, por lo tanto, el mundo y sus circunstancias son para Él un campo de experimentación. Por consiguiente, la situación en la que ha sido ubicado – la encarnación – por voluntad divina es asumida en todo aquello que lleva de oscuridad y de una aparente aventura.

La segunda tentación

Esta sugerencia del Maligno conserva el mismo esquema: presupone una profunda confianza en Dios-Padre. Pero si es así, ¿cuál es el problema de poner esa confianza a prueba? De esta manera se comprobaría la fidelidad de Dios. Pero el hecho de poner a prueba a Dios, implica, desde el mismo comienzo, una duda sobre Dios mismo. El siervo doliente de Isaías escoge la oscuridad de la confianza, que debe ser incondicional.

La tercera tentación

En esta tercera tentación la sutileza es mayor. Se centra en la poca o nula eficacia de la vida y ministerio de Jesús. Jesús es un hombre fracasado humanamente. Dios le ha fallado. Es notorio en los evangelios el ver cómo Cristo sufrió al comprobar el rotundo fracaso de su predicación. En este sentido el relato evangélico de las tentaciones muestra una visión en profundidad de la prueba constante que tuvo que sufrir Jesús, al contemplar el fracaso de su ministerio apostólico cuando se vio rechazado por su mismo pueblo y condenado por los romanos. Para Jesús hombre, la seguridad que depositó en Dios, su Padre, de que no obstante su fracaso, su sacrificio conduciría a todos los hombres a la unidad de un solo pueblo, es la expresión de una confianza incondicional en Dios y en la vida como tal. La Iglesia, imitando a su Señor, no debe buscar la complacencia con las realidades del mundo claudicando a su verdad.

 

D.-    Las tentaciones y la Iglesia de hoy

De todo lo visto se debe concluir lo siguiente:

a.-  Las tentaciones de Cristo nacen de su condición de Siervo de Yahveh.

b.-  La relación de las tentaciones con la Iglesia está insinuada en la petición que el mismo Jesús formula: “No nos dejes caer en la tentación”. Si Cristo enseña a orar de esta manera, es porque la tentación más terrible no es la que nace de la carne y del mundo; sino la que brota de una situación en la que la actuación amorosa de Dios se borra de nuestro campo de percepción. Dios se convierte en el gran ausente. Dios se torna en un ser inútil, no necesario. Se pierde el sentido de lo sobrenatural, y, en su lugar, nace la interrogante: “¿Dónde está Dios?”, “¿Para qué sirve? No hay respuesta y el lugar de Dios lo ocupa la indiferencia, la autosuficiencia y el silencio.

En este sentido la tentación de Cristo es ejemplar para la Iglesia de hoy. Cristo quiere que se rece para que semejante situación no se haga presente en la Iglesia y en los cristianos de hoy.

 

Valencia. Agosto 17; 2025

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