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Crisis

P. Alberto Reyes, desde Cuba:

Estoy saturado. Leo una y otra vez los testimonios interminables de lo que ha sucedido y sigue sucediendo en Cuba desde las protestas del 11J y me voy rompiendo por dentro: gente dispuesta a detener arbitrariamente, a golpear, a torturar, a atacar con perros, con palos, con todo lo que pueda hacer daño a otro ser humano. Detenciones violentas, burlas, golpes, delitos fabricados, sentencias ridículas, intimidaciones, amenazas, muchas amenazas… y algo en mí se niega a creer que tanta maldad junta es posible.


Es cierto que esto no es algo surgido de la nada. Decía el profeta Oseas: “Siembran vientos y cosechan tempestades”, y mucho tiempo después, san Agustín diría: “Cuando uno huye de Dios, todo huye de uno”.


Desde el inicio de esta llamada “Revolución”, Dios fue visto como el enemigo, Dios, Cristo, el Evangelio, la Iglesia, los cristianos. Había que arrancar de raíz esa “perniciosa superstición”, esa mentalidad atrasada, retrógrada y burguesa, ese “opio del pueblo” origen de injusticias y odios. Pues bien, he aquí el resultado, he aquí al hombre nuevo, he aquí el paraíso prometido, con sus nuevos ángeles adornados con boinas rojas y negras, acompañados por sus perros, y caminando en grupos protegidos contra civiles vulnerables tanto en lo físico como en lo legal.


Esto es lo que se construye cuando se destierra a Dios del corazón de un pueblo.


Pero yo me resisto, me niego a creer que el alma se ha apagado en todas esas personas que hoy están reprimiendo, humillando, maltratando, abusando de civiles que… iba a decir… que no han hecho nada malo, pero no, pensándolo mejor, no es tan así. En realidad, todas esas personas que han salido a la calle a manifestarse, a gritar libertad y “¡patria y vida!”, son culpables, son merecedoras del más alto y cruel castigo, porque se han atrevido a desafiar el mayor de los mitos: el mito de una Cuba feliz, el mito de un pueblo orgulloso de su comunismo, el mito de una sociedad que se considera por decreto “el faro de América”, el mito de un comunismo que funciona.


Sí, todos esos manifestantes merecen condena, porque han roto la vitrina del comunismo latinoamericano, han echado abajo la imagen cuidadosamente construida y cuidada de una Cuba propuesta como paradigma social.


Y ya sabemos cómo funciona la tramoya: líderes extranjeros de todo tipo y pelaje que desde sus seguridades capitalistas defienden a capa y espada un sistema en el que nunca vendrían a vivir; gente con miedo que grita “¡patria o muerte!” mientras reciben las remesas del país “enemigo” o esperan en silencio su oportunidad de largarse para siempre de esta pesadilla; vecinos que vigilan y delatan como la mejor protección para ellos y para sus hijos mientras sueñan también, en lo más profundo, una Cuba donde no tengan que fingir ni ellos ni sus hijos. Y un sistema mediático de prensa y televisión que miente, miente mirándote a los ojos, porque ha asumido la mentira como una segunda piel. Sí, donde íbamos a construir un paraíso sin Dios, hemos construido un pantano.


Y entre los manifestantes de un bando y de otro, los que agreden, los que “cumplen órdenes”, los que están golpeando, a veces sádicamente, a sus hermanos.


Esto me rompe, pero a pesar de tanta violencia bruta y absurda, a pesar de tanta mentira institucionalizada, quiero creer que en todos ellos ha sobrevivido la voz de la conciencia, que se hacen preguntas a sí mismos, que se dan cuenta de que ese no es el camino, que son conscientes de que lo que hacen está mal. Entiendo que tengan miedo, entiendo que se sientan comprometidos, pero no puedo aceptar tanta maldad gratuita.


Tal vez soy sólo un ingenuo. Nunca he sido fan de John Lennon, pero no dejan de venirme a la mente sus palabras en “Imagine”: “Puedes decir que soy un soñador, pero no soy el único. Tengo la esperanza de que un día tú te nos unas y el mundo viva siendo uno”.


Porque más allá de lo que está sucediendo, no dejamos de ser un solo pueblo, que ha sido echado a pelear por aquellos a los que no les importa su pueblo sino el poder y la impunidad sobre su propio pueblo. Somos uno, y tú, que hoy te prestas para reprimir a tus iguales, tienes padre, madre, hermanos, hijos…, porque tú, que hoy defiendes las “conquistas de la Revolución”, tienes sueños que sabes que nunca podrás realizar dentro de esta “Revolución”; porque tú, que hoy detienes y golpeas, sabes que basta un mero desliz para pasar de perseguidor a perseguido, y que en un sistema como este nunca estarás a salvo, ni tú, ni los tuyos.


Quiero creer que estamos a tiempo del perdón y de la reconciliación, quiero creer que podemos ponernos todos del bando correcto de la historia, pero cada uno necesita buscar fuerzas en lo mejor de su alma, y decidirse, de una vez por todas, a hacer lo que está bien, porque es lo que está bien.-

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