Opinión

De los políticos, los gobiernos y retos de la democracia

Un buen político debe aprender a mantener la boca cerrada y escuchar lo más que pueda lo que tengan que decirle

Alberto Beuses:

Todavía conservo algunas amistades y hasta familiares en Venezuela que han participado activamente en organizaciones partidistas. Unos han sido dirigentes, otros han sido diputados a la Asamblea Nacional, otros gobernadores de Estado y uno que otro activistas en organizaciones en el gobierno y en el bando opositor, esto desde los años cincuenta hasta ahora. Confieso que durante mi juventud fui un apasionado luchador anti-Perejimenista, pero por fortuna no fue sino el escozor del momento.

No pretendo descalificar esa profesión, muy lucrativa para algunos por cierto, sino hacer algunas observaciones de lo que considero debería ser el ejercicio en comparación con algunas conductas de esos personeros respecto a lo que se esperaría de ellos.

Un buen político debe aprender a mantener la boca cerrada y escuchar lo más que pueda lo que tengan que decirle. Así aprenderían que la mayoría de las personas tienen interés en trabajar para ganarse la vida y que todos quieren tener un nivel de educación no importando lo pobre que sea su familia. Aprenderían a que la gente quiere sentirse segura, a salvo de delincuentes, que quieren servicios públicos de buena calidad a precios accesibles. Que desean pasar tiempo con sus familias, tener vacaciones y que cuando sean ancianos pudieran jubilarse con dignidad y respeto.

La gente les confesaría que aunque saben que les podría ir mal en su vida no aspirarían a que el gobierno les resuelva todos sus problemas, pero que el gobierno también tiene el deber de ayudar. Los políticos aprenderían también que la gente tiene sus ideales, y que colectivamente constituyen los ideales de una nación.

Un político debe saber que a pesar de nuestras diferencias, hay ciertos valores que nos son comunes y deberíamos enfocarnos en éstos y no en las diferencias.

La gente debe ser enseñada a que esos valores no sean palabras bonitas, sino una práctica que se adquiere con modelaje y ejemplos.

Un político de carrera no debe utilizar su verborrea para prometer cínicamente lo que sabe que no está en capacidad de cumplir. La búsqueda del poder no puede ser su principal ambición, sino su utilidad como un servidor público.

Un político debe ser tolerante, sin avaricia y tener una conducta familiar y cívica ejemplar.

El político debería ser idealmente desinteresado y honesto, no comprometido con intereses oscuros ni tratar de imponer su voluntad; libre de prejuicios religiosos, culturales y raciales. Debe buscar la verdad y no la conveniencia.

Un político debe ser tolerante a las ideas de otros, y de ser posible reconocer sus errores, buscar conciliación y no pugnacidad; asumir responsabilidad por sus decisiones y no ser ambivalente para congraciarse con uno u otro sector del pensamiento.

Cuando esté en el gobierno, a cualquier nivel, debería ser ecuánime y considerar el impacto de sus acciones en todos los estratos sociales, sin favorecer abiertamente a uno u otro sector. Mientras una ley esté vigente debe apegarse justamente a ella, y si por alguna razón debe actualizarse debe debatirse cualquier cambio y promover modificaciones siguiendo los canales regulares.

Un político gobernante debe ser respetuoso de la libertad de expresión y no utilizar su gobierno para imponer sus creencias.

Se diría que esas son exigencias muy difíciles de  satisfacer, pero la profesionalidad en tan delicada función social es demandante si es que se pretende ganarse el respeto de la colectividad.

Los defectos actuales de nuestra sociedad provienen de un quiebre cultural que pretende señalarnos que todo puede resolverse con dinero y que nuestros valores y vida espiritual son menos importantes que la economía.

Con el tiempo y la indiferencia popular, los políticos gobernantes han caído en la trampa de la fama, el partidismo, el amiguismo, de la complacencia y todos aquellos malos hábitos que han conducido a la corrupción generalizada de los gobernantes. Por desgracia hay mas publicaciones dedicadas a dar consejos de como pervertir y aprovecharse del poder que en el ejercicio ético del mismo.

La democracia permitió la participación de los políticos en un sistema de gobierno que se basa primordialmente en la división de poderes y la independencia de los mismos, para evitar, de la mejor manera posible el ejercicio normal de un gobierno con vigilancia y contraloría interactuante.

El organismo más representativo y plural de los electores es el Congreso o Poder Legislativo.

Lamentablemente el Congreso se ha convertido en una representación partidista que en la voluntad de quienes lo eligieron. En los países con democracias más antiguas la tendencia ha sido hacia la polarización bipartidista, y es mas lo que se dice en su recinto que lo que se escucha.

Los supuestos debates se han transformado en la pérdida de la identidad política o idealista de sus integrantes individuales para conformar bandos opuestos cuya función es habitualmente torpedear las iniciativas, por muy buenas que sean, a fin de negociar acuerdos que beneficie a uno u otro bando en el futuro, siempre pensando en la alternabilidad. Las agresiones personales y el insulto han superado la racionalidad de las discusiones.

La excesiva polarización partidista ha llevado en algunos países al desbalance del poder y desde el Congreso se decide, no quien es el incumbente más íntegro para un magistrado a la Corte Suprema de Justicia, sino quien le conviene más al partido para futuras interpretaciones legales. Similarmente se ha puesto de moda en algunos países con mayoría partidista en el Congreso procesos de destitución de presidentes de la nación. La mayoría parlamentaria allí funge como Inquisición.

El gran desafío de la democracia actualmente es derrotar la pequeñez de las mentes de algunos políticos en el Congreso.

Con esta situación se pierden oportunidades de inversión, de mejoras en la educación, mejoras en los sistemas de salud, etc. y aún peor, se está llegando a un punto de que la seguridad del país pudiese estar comprometiéndose para satisfacer caprichos partidistas.

Por supuesto que lo indicado anteriormente se refiere principalmente en el Congreso en EEUU, donde es palpable también la evidencia de la influencia de los sectores económicos en los asuntos políticos. Es manifiesto el poco escrúpulo con el que se manejan fortunas increíbles en las elecciones. La competencia para lograr una mayoría los intereses de una corporación de individuos y empresas constituye un comercio del poder.

La grandeza de un proyecto político de gobierno como la democracia se ha degradado al convertirse en una competencia mercantilista. Existen varios libros escritos que revelan esta realidad. Prácticamente es una confesión de varios actores frustrados.

Se aprecia un gran distanciamiento entre la política que se necesita y lo que se practica.

Tengo la impresión que desde que se expandió la comercialización global y las naciones se hicieron más dependientes unas de otras en tecnología, materia prima y costo laboral, algunas de ellas han utilizado estos factores para tener injerencia en los procesos electorales internos en EEUU para favorecer sus intereses económicos a través de agentes políticos.

Por otra parte el ejercicio político interno ha intensificado la ideologización y hay mayor nivel de afiliación partidista y participación del electorado.

Esta ideologización política interna está permitiendo resurgir problemas como el racismo y el sentimiento anti-migratorio, desconfianza en el sistema electoral, cuestionamiento de derechos civiles adquiridos, incremento de la criminalidad por venta sin control de armamento de guerra a particulares, desobediencia civil etc. causado por el debilitamiento del sistema político.

El nivel intelectual del debate político ha mermado sustancialmente, llegando con frecuencia a niveles de idiotez e ignorancia.

El discurso de muchos políticos actuales, aunque a veces va lleno de buenos sentimientos e intenciones parece caer como semillas entre las rocas, sin planes de acción concretos y llenos de demagogia y propósitos corto-placistas coyunturales.

Con el avance tecnológico actual y las relaciones internacionales cada vez más complejas existe la probabilidad de que muchos planes a mediano plazo no sean sostenibles en el tiempo y en ese sentido los políticos han perdido la capacidad de prometer un futuro creíble. En ese sentido el liderazgo que siempre ha tenido EEUU en el mundo siente los efectos de otras economías, lo cual pude ser peligroso en un mundo polarizado, donde los conflictos armados en un continente están drenando recursos económicos importantes.

Por otra parte, los derechos individuales en un mundo político complicado, ya no son inviolables y en varios países los sistemas democráticos de gobierno se están convirtiendo en autocráticos totalitarios. Las ideologías invalidan esos derechos o por lo menos los ponen en duda.

La democracia ha sido puesta en peligro, y si no la valoramos y defendemos como ciudadanos que escogemos libremente nuestros gobernantes y no le damos su verdadero valor, pagaremos un alto precio por ello.-

EL AUTOR ES EL INGENIERO ALBERTO BEUSES, PETROLERO CON EXPERIENCIA EN LOS CAMPOS DE REFINACIÓN Y PETROQUÍMICA,  YA PENSIONADO, FUE FUNCIONARIO DE MINAS E HIDROCARBUROS EN MARACAIBO, LUEGO TRABAJÓ EN CREOLE-LAGOVEN EN PARAGUANÁ /AMUAY/ . MUY ESTUDIOSO  DE RELIGIÓN Y POLÍTICA

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