Opinión

Mario Briceño Iragorry y los desafíos pendientes

El 15 de septiembre de 1897 nació en la ciudad de Trujillo Mario Briceño-Iragorry, quien fue la voz más insistente en la idea de conformar la verdadera nación venezolana, y sobre esa realidad, fundar la república

Francisco González Cruz:

 

El 15 de septiembre de 1897 nació en la ciudad de Trujillo Mario Briceño-Iragorry, quien fue la voz más insistente en la idea de conformar la verdadera nación venezolana, y sobre esa realidad, fundar la república. Para ello se requieren varias condiciones fundamentales, entre las cuales están la existencia en el pueblo de una auténtica conciencia nacional: saber quiénes somos, de donde venimos y hacia dónde vamos.

Saber quiénes somos no es fácil dada la complejidad en la conformación de la sociedad venezolana, pero sobre todo la conciencia de esa complejidad. “Somos un pequeño género humano” escribió Simón Bolívar en la Carta de Jamaica. Así mismo cuenta  el poco tiempo que tiene esa fragua étnica que somos, como para, en la dinámica propia de los procesos sociales, haber consolidado una sólida cultura nacional.

En el ámbito hogareño, ya Herrera Luque escribió sobre las  serias debilidades que tenía la triangulación familiar en nuestro país, así como luego lo comprobaría en las investigaciones de FUNDACREDESA el Dr. Hernán Méndez Castellano. Esta debilidad se ha agravado en estos tiempos de emigración.

En lo institucional quizás la más importante ha sido la existencia de los municipios, con alto grado de autonomía desde los tiempos fundacionales. Y aún desde antes, en la constatación de que en este territorio no existían imperios centralistas como la de los aztecas, mayas o incas, sino pequeños grupos de familias en un territorio limitado que se gobernaban así mismos. “El instinto de territorialidad” califica le geógrafa Rosa Estaba al proceso de construcción por la base de entidades locales y provinciales, y sus redes de interconexión, “redes “dendríticas nodalizadas” del País archipiélago semisalvaje o semihumanizado de 1856” escribe en esa portentosa investigación que recoge en su libro “La construcción de un territorio. Venezuela: 1500-2003”. Esas redes provinciales y locales fueron las parteras de la Independencia.

Y no sabemos quiénes somos porque ni siquiera sabemos cuántos, dada la desaparición de las estadísticas oficiales. Pero lo que más le preocupó al Dr. Mario Briceño Iragorry era la grave y extendida ausencia de la conciencia histórica, es decir, de donde venimos. Para construir el futuro se debe partir de la conciencia de las raíces, escribió el Cardenal Bergoglio poco antes de ser ungido como el Papa Francisco.

Don Mario llegó a comparar nuestra situación con el intento de construir un edificio empezando por el tejado, sin bases ni columnas. Una quimera. De esa realidad nace también la importancia de contar con un proyecto de futuro, sobre las bases territoriales, sociales, culturales e institucionales que se conformaron a lo largo de los más de 500 años, en el  proceso quizás el más complejo de todo este continente.

La realidad de un territorio grande y desconocido, fraccionado hasta la “colcha de retazos” que en la práctica significó la creación de la Capitanía General de Venezuela en 1777. Retazos que se rompieron en mil pedazos en apenas 30 años, con la Guerra de Independencia y su secuela de revoluciones y montoneras.

Nos une sí un lenguaje común, que ya es bastante. Y la religión católica compartida, que tampoco es poco.  Pero ambas, la lengua y la religión, practicada de manera bastante ligera, que dificulta la conformación de esa cultura nacional. El Dr. Mario Briceño Iragorry entendió plenamente el drama que los venezolanos teníamos para conformar esa nación. Y luego construir la república aún pendiente.

Puso el trujillano todo su talento en convencernos de esa necesidad, y documentó con sólidas investigaciones y determinada perspicacia las debilidades de nuestra conciencia de nación, y nos dotó a los venezolanos de arquetipos y procesos por donde debe ir la andadura de lograr el sueño de la nación posible, y con ella, la república necesaria para enrumbarla hacia los objetivos del bien común.-

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba