Lecturas recomendadas

Encarnar

Alicia Álamo Bartolomé:

 

Los Evangelios nos describen la escena: una jovencita oraba en su habitación en el pequeño pueblo de Nazaret, en Galilea de Israel. De repente se le apareció un ángel, le dijo “llena eres de gracia” y ella se turbó. El arcángel san Gabriel la tranquilizó y le confió la delicada misión que le traía. Cuando María comprendió como podría ser madre sin faltar a su voto de virginidad, aceptó sin vacilar ser la madre del Mesías.

 

¿Cuánto duraría esta escena entre el mensajero celestial y la muchachita galilea? Probablemente muy poco, unos minutos, a pesar del significado trascendental de la misma: se le estaba dando cuerpo y y vida al Misterio de la Redención, con otro Misterio, el de la Encarnación, fiesta que celebramos hoy.  Dios es así, habla poco, pero contundente. Dice “hágase” y se hace.

 

Los hombres somos más complicados. Buscamos atajos para llegar a un camino. Muchas veces no enfrentamos los problemas, sino que los evadimos, damos vueltas al asunto. Tantas vueltas que nos enredamos en una madeja de mentiras. Porque eso tiene la mentira, no viene sola, crea una cadena. En cambio, la verdad no tiene eslabones, es una y punto.

 

La verdad es más cómoda, por dura que sea, si la dices, sales de eso de una vez, aunque para quien la reciba sea un golpe duro. ¿Pero vale la pena prolongar un engaño, que al final siempre llegará a la verdad? Sucede mucho con los enfermos de gravedad, no se les dice su estado y a lo mejor se les priva de un beneficio espiritual: sabiéndolo, prepararían mejor su alma para enfrentar el dolor y la muerte. Por eso no creo mucho en las mentiras piadosas.

 

Soy una enamorada de la verdad, quizás porque providencialmente estoy marcada por el significado de mi n ombre -Alicia- en griego: amor a la verdad. Sin embargo, se trafica mucho con el embuste, la mentira, como excusa, en el mundo estudiantil, laboral o social. El estudiante no va a clases porque se siente mal cuando el motivo es que no hizo su tarea; el empleado no va a su trabajo porque tuvo que asistir al entierro de su abuelo, algunos han tenido hasta más de cuatro abuelos; la señora no atiende al teléfono porque salió, aunque muy cómodamente está sentada en su sillón casero; o no asiste a la reunión de damas porque tiene una gran migraña, pero la verdad es que prefirió ir al cine; el señor no llega a la cena en su casa porque se prolongó la reunión de la junta directiva de su empresa, pero alguien lo vio en un cafetín bebiendo y comiendo con una emperifollada dama. Mentiras, puras mentiras que dan la vuelta al planeta.

 

Hasta la televisión se hace eco en la sarta de embustes. Empecemos por decir que todas las telenovelas, sin excepción, al menos para mí, se basan en una falta de explicación entre los protagonistas, porque el uno no deja al otro explicarse, porque no le cree aun antes de que empiece a hablar y le tapa la boca, así pasan semanas. Otras constantes son las escenas en una cárcel, generalmente injusta para el encarcelado y un hospital, con una víctima grave por accidente o por atentado, también seguramente inmerecido. Si usted no encuentra siquiera uno de estos tres aspectos en una telenovela, por favor, dígamelo, que corro a verla.

 

Sí, pero la mentira está también muy presente en la vida real. Demasiado. ¡En cuántas familias los hijos no son de quienes realmente son! Por adopción, por adulterio, se ha ocultado la verdad. Así, se vive en una farsa que, en muchos casos, algún día se descubrirá. Y esa verdad, sacada a la luz, producirá mucho dolor. La ciencia, con sus estudios de ADN, facilita estos trágicos descubrimientos que, en un pasado quedaban enterrado. Hoy, fácilmente, cada quien puede saber quién es. Son los casos en que la verdad es terriblemente perturbadora. Tal vez lo hubiera sido menos de haberse dicho en un tiempo oportuno.

 

Hoy, Fiesta de la Encarnación y de la Anunciación, se me ocurre que la humanidad debería encarnar en su vida la verdad. Encarnarla y anunciarla. Si los pueblos han vivido intoxicados por el veneno de la mentira, vamos a desintoxicarnos con el antídoto de la verdad. A menudo enseñamos a los niños a decir la verdad, muy laudable, sí, pero decimos ante ellos una excusa, que es una mentira, para evadir un compromiso o no atender una llamada inoportuna. Esta falta de consistencia destruye nuestra enseñanza. El ejemplo es más consistente que la palabra.

 

Nosotros los católicos tenemos bien trazado nuestro rumbo en el Evangelio. Allí está todo lo que debemos ser o hacer. Es Jesucristo quien nos habla claramente cuando dice: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Para este seguimiento indicado y conducirnos con eficacia para santificarnos y santificar, nos dejó a su Iglesia Santa, Católica y Apostólica, administradora de los sacramentos y gobernada por una sola cabeza, garantía de la unidad. Respeto mucho a otras religiones, pero carecen de esta autoridad única y se dividen en sectas; es su gran debilidad. El Sumo Pontífice, de Pedro a Francisco, en línea continua, sin interrupciones, le da a la Iglesia Católica su permanencia y estabilidad a través de los siglos, a pesar de haber vivido épocas oscuras y críticas.

 

¿Pero vivimos los católicos el Evangelio a cabalidad? No. Desgraciadamente, muy pocos viven según su fe. Una gran mayoría se desviste de ésta, como quien se quita una capa y se lanza a las aguas del mundo buscando placer, dinero, fama o poder. Los atractivos terrenales obnubilan el camino de la verdad y la vida.

 

En Venezuela no somos menos inmunes a esta ausencia de fe vivida. Quizás si hubiésemos sido más firmes y auténticos, no estaríamos sumidos en esta pesadilla de un gobierno despótico durante 25 años. Mucha culpa de éste la tienen aquellos que siempre anda creyendo en mesías salvadores. Mesías sólo hubo y hay uno: Jesucristo. No Hugo Chávez con su verbo destructor y vulgar, sus intenciones cargadas de resentimientos y odio, con todo lo cual vino a destruir nuestra incipiente democracia y lo logró. Menos lo es su inculto y fanfarrón sucesor, Nicolás Maduro, que es un gobernante espurio, porque no ganó las elecciones y hace toda clase de trucos inmorales para permanecer en el poder.

 

¿Seguiremos soportando la permanencia de la mentira y la iniquidad? ¡No venezolanos, vamos a anunciar y encarnar una nueva Venezuela, llevando a la presidencia a María Corina Machado o a quien ella designe para salvar los obstáculos que le han puesto! Ha escogido a Corina Yoris, por algo, su homónima. No son Mesías, sólo mujeres valientes y decididas en la lucha por el cambio.-

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