¿Una guía para salvarse?
Rafael María de Balbín:
Para alcanzar una meta hay que recorrer un itinerario y ese itinerario necesita de unas señales. Para alcanzar la meta de la plenitud humana de una perfección que lleve a la completa felicidad hace falta una guía que impida la desorientación. Esa guía es la ley moral.
“La ley moral es obra de la Sabiduría divina. Prescribe al hombre los caminos y las reglas de conducta que llevan a la bienaventuranza prometida, y prohíbe los caminos que apartan de Dios” (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n. 415).
Hay una ley moral natural, común a todos los hombres, que no depende de la religión que profesen o no profesen.
“¿En qué consiste la ley moral natural? La ley natural, inscrita por el Creador en el corazón de todo hombre, consiste en una participación de la sabiduría y bondad de Dios, y expresa el sentido moral originario, que permite al hombre discernir el bien y el mal, mediante la razón. La ley natural es universal e inmutable, y pone la base de los deberes y derechos fundamentales de la persona, de la comunidad humana y de la misma ley civil” (Idem, n. 416).
¿Está tal ley al alcance de todos? “A causa del pecado, no siempre ni todos son capaces de percibir en modo inmediato y con igual claridad la ley natural. Por esto, «Dios escribió en las tablas de la Ley lo que los hombres no alcanzaban a leer en sus corazones» (San Agustín)” (Idem, n. 417).
¿Qué tiene que ver con la Ley de Israel? “La Ley antigua constituye la primera etapa de la Ley revelada. Expresa muchas verdades naturalmente accesibles a la razón, que se encuentran afirmadas y convalidadas en las Alianzas de la salvación. Sus prescripciones morales, recogidas en los Mandamientos del Decálogo, ponen la base de la vocación del hombre, prohíben lo que es contrario al amor de Dios y del prójimo y indican lo que les es esencial” (Idem, n. 418).
¿Tiene importancia para la salvación? “La Ley antigua permite conocer muchas verdades accesibles a la razón, señala lo que se debe o no se debe hacer, y sobre todo, como un sabio pedagogo, prepara y dispone a la conversión y a la acogida del Evangelio. Sin embargo, aun siendo santa, espiritual y buena, la Ley antigua es todavía imperfecta, porque no da por sí misma la fuerza y la gracia del Espíritu para observarla” (Idem, n. 419).
La culminación de la Ley moral está en el Evangelio. “La nueva Ley o Ley evangélica, proclamada y realizada por Cristo, es la plenitud y el cumplimiento de la ley divina, natural y revelada. Se resume en el mandamiento de amar a Dios y al prójimo, y de amarnos como Cristo nos ha amado. Es también una realidad grabada en el interior del hombre: la gracia del Espíritu Santo, que hace posible tal amor. Es «la ley de la libertad» (St 1, 25), porque lleva a actuar espontáneamente bajo el impulso de la caridad” (Idem, n. 420).
«La Ley nueva es principalmente la misma gracia del Espíritu Santo que se da a los que creen en Cristo» (Santo Tomás de Aquino).
¿Dónde la hallamos? “La Ley nueva se encuentra en toda la vida y la predicación de Cristo y en la catequesis moral de los Apóstoles; el Sermón de la Montaña es su principal expresión” (Idem, n.421).-