Entrevistas

Padre Valentín: el Apocalipsis, más vigencia pastoral que nunca «porque nunca ha sido tan de noche»

Acaba de publicar «Manual de supervivencia para los últimos tiempos»

@curadetoledo recuerda: ya está la apostasía universal, falta el Anticristo

Valentín Aparicio Lara (Madrid, 1985), conocido en las redes como Padre Valentín o @curadetoledo, fue ordenado sacerdote en 2009 en la archidiócesis de Toledo, de cuyo seminario mayor es actualmente vicerrector, tras ejercer varios años como párroco. Licenciado en Teología Fundamental por la Universidad Eclesiástica de San Dámaso (Madrid) y en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, es también profesor de esta última disciplina en el Instituto Superior de Estudios Teológicos de San Ildefonso, en Ciudad Imperial.

Aparicio Lara acaba de publicar Manual de supervivencia para los últimos tiempos (Palabra), un libro que, como promete su subtítulo, «descodifica» el Apocalipsis para que el lector actual pueda obtener de él toda la luz que entraña.

-En su libro, describe al Apocalipsis como una advertencia para el momento actual, enfatizando la guerra espiritual que subyace tras la crisis cultural. Desde su conocimiento como biblista, ¿cuáles son los signos más claros de esta batalla espiritual en nuestra sociedad contemporánea?

San Pablo es clarísimo al hablar de dos signos que preludian el fin de los tiempos. Lo hace en el capítulo segundo de la segunda carta a los Tesalonicenses.

»El primer signo es la apostasía universal. En otras palabras, que naciones anteriormente cristianas abandonarán la fe. Se trata de un rechazo generalizado a Cristo. Esto no dejará a la humanidad en una especie de limbo religioso de color blanco, sino que el hombre -de forma totalmente blasfema– usurpará el lugar de Dios, se autodivinizará. En el devenir de la filosofía humanista atea, desde Nietzsche en adelante, observamos esta dinámica.

»Por otro lado, San Pablo habla del advenimiento del “hombre sin ley”. San Juan denomina a este individuo “el Anticristo”. Se trata de alguien que ha renunciado a toda gramática moral. El nihilismo sobre el que se basan las democracias occidentales, la gestación de los valores por obra del propio hombre, son parte de esta dinámica. San Pío X, en su primera encíclica como Papa [E Supremi Apostolatus], vio que las ideologías que marcaban las líneas programáticas del siglo XX, llevaban impresa ya esta marca. La inmoralidad es la nueva norma. El frenesí de autonomía ha generado un hombre autosuficiente que se considera ley para sí mismo. Ocupa el lugar de Dios, destrona al legislador. No hay una actitud más demoníaca.

Valentín Aparicio Lara, 'Manual de supervivencia para los últimos tiempos'.

Ediciones Palabra

-El Apocalipsis habla de un enfrentamiento entre el bien y el mal, y usted destaca que el triunfo del demonio es solo aparente porque Dios guía la historia. ¿Cómo puede esta perspectiva alentar la esperanza de los cristianos en un contexto de creciente secularización y crisis de fe?

-El libro del Apocalipsis no se escribió para infundir temor, sino esperanza. Los cristianos estaban asustados. Se acababa de decretar la primera persecución general contra la Iglesia por obra de Nerón. Por esta razón, su finalidad es traer paz y confort espiritual. La Iglesia naciente era débil y terriblemente vulnerable. El propio San Juan se encontraba desterrado en Patmos, una isla frente a las costas de Turquía.

»Cuando los nubarrones borrascosos de la historia ocultan el sol, Dios baja en auxilio de su asustado rebaño. El Apocalipsis es la respuesta del cielo en forma de “spoiler”, desvelando el triunfo final del bien para mantenernos firmes en momentos de crisis.

-Señala que el mal tiene «pies de barro» a pesar de su aparente fortaleza. ¿Cuáles serían, en su opinión, las debilidades más evidentes del «bastión ideológico» que domina nuestra cultura y cómo deberían los cristianos enfrentarse a ellas?

-Del Apocalipsis sorprende una cosa: lo rápido que cae Babilonia, es decir, la ciudad terrena, el mundo sin Dios. A pesar de su aparente solidez, basta una hora para reducirla a escombros. De hecho, todo el mundo se sorprende que algo tan bien trabado y consolidado, que un aparato ideológico tan aquilatado se derrumbe tan rápido.

»Sucede como en los tiempos de la lucha entre Moisés y el faraón de Egipto. La aparente fuerza de los poderes fácticos del mundo palidece ante Dios. En este sentido, el Apocalipsis se presenta como un nuevo Éxodo en que Dios nos librará del faraón más tirano que jamás ha existido, aquel que incluso ha colonizado nuestras conciencias: la impostura religiosa que domina la ideología contemporánea.

»Por otro lado, sorprende que este desmoronamiento se produce de golpe, sin signos previos que parezcan intuirlo. Cuando la victoria del mal sea casi rotunda, de golpe, todo se vendrá abajo por una intervención sobrenatural. Derrota inesperada y contundente.

-Como sacerdote y profesor de Sagrada Escritura, ¿cómo equilibra la interpretación teológica y espiritual del Apocalipsis con su dimensión práctica como «manual de supervivencia» en los tiempos actuales?

-Pretendo descodificar el libro. La Palabra de Dios contiene respuestas para tiempos de crisis y se trata del libro del Apocalipsis.

»Considero un drama enorme que aquello que Dios nos ha revelado no seamos capaces de entenderlo a causa del lenguaje simbólico que caracteriza el género apocalíptico. Por esta razón, mi libro es un manual sencillo de lectura.

»Os sorprenderá esta afirmación, pero el Apocalipsis es un libro bastante claro. No se anda con ambigüedad. El mensaje es muy directo. El problema es que necesitamos traducción, subtítulos. Pongamos un ejemplo. Si alguien ve unos dibujos animados en otro idioma, probablemente no los entenderá, aunque los diálogos sean muy básicos puesto que van dirigidos a niños.

»Algo así sucede con el Apocalipsis. A pesar de tratarse de un mensaje intuitivo, la simbología esconde un rico trasfondo. Pienso que con el código adecuado se puede descifrar muy bien. Y el resultado merece la pena. El texto libera toda su fuerza, todo su sabor.

-El Apocalipsis es un libro enigmático que a menudo despierta temor o confusión. Desde su experiencia en redes sociales y como comunicador, ¿cómo logra transmitir un mensaje de claridad y relevancia pastoral sobre este texto a un público más amplio y diverso?

-¿Temor? Deberíamos ver los telediarios. ¡Para asustarnos ya solo necesitamos asomarnos por la ventana o ver cinco minutos de tele! El mundo está patas arriba.

»Mi experiencia es que, en mitad de la noche de la historia de la humanidad, el Apocalipsis me permite asomarme al cielo. Es como sacar la cabeza cuando he estado buceando un buen rato: respiro con ansia, entra oxígeno puro en mis pulmones. No conozco un mejor remedio contra la ansiedad del hombre desorientado que la lectura pausada de este libro. Es la medicina contra todo el despropósito del devenir filosófico nihilista. El Apocalipsis tiene más vigencia pastoral que nunca, porque nunca ha sido tan de noche. Nunca Dios ha estado tan eclipsado, nunca hemos estado más necesitados de esperanza. Únicamente la contemplación de Dios, sumo Bien, Verdad y Belleza, consuela el alma en esta amarga hora. Yo no podría vivir sin el Apocalipsis.

-Finalmente, ¿cómo cree que el mensaje del Apocalipsis puede fortalecer el compromiso de los cristianos con su misión en el mundo, no solo como espectadores de los acontecimientos actuales, sino como participantes activos en la lucha por la verdad y la justicia?

-Hay una batalla. Dos ejércitos se miran cara a cara. No existe la neutralidad. El dragón y las dos bestias, como si de una trinidad satánica se tratase, reúnen a su ejército. La humanidad eleva cánticos de alabanza al dragón, blasfemando sin cesar. El ejército bueno responde con la liturgia, con la alabanza a Dios.

»No tenemos que temer. La forma de librar esta batalla es romper todo tipo de complicidad con el pecado, con el mal. Este mundo terminará autodestruyéndose. Recordemos que es la bestia quien se come a la gran Babilonia, el mal se devora a sí mismo. La sociedad sin Dios tiene cimientos muy frágiles. No tenemos que tener ningún miedo, pues el mal solo construye “memes”, parodias. Sólo así podré combatir con alegría.

»La liturgia es mi mayor aliado porque me permite saborear la victoria del cielo ya aquí en la tierra. Además, para San Juan es muy importante María, la Madre. Ella vence al dragón. Su ejército trae la victoria.-

Luis Javier Moxó Soto

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