Testimonios

In memoriam: Alfredo Coronil Hartmann

Observador agudo de la vida cotidiana lo plasmó en sus muchos escritos periodísticos, en sus ensayos sobre temas políticos y sociales

Cardenal Baltazar Porras Cardozo:

 

Alfredo Coronil Hartmann, influyente escritor, abogado y profesor universitario, falleció el lunes 27 de enero en horas de la mañana, a los 81 años de edad a mes y medio de cumplir los 82. Aquejado por un cáncer que fue minando su vida quiso estar de pie como los árboles hasta el último suspiro. En el retiro de su casa campestre en El Junko, rodeado de libros y recuerdos de diversa índole acumulados a lo largo de su vida, con el cariño y consuelo de quien fue prácticamente su hijo, Robert, de quien recibió los mejores cuidados junto a su señora y a los tremendo morochitos con quienes sentía renacer su vida.

 

Alfredo había nacido en Caracas el 16 de marzo de 1943, de raíces calaboceñas por parte de su madre, Doña René. Su querencia por el llano de sus mayores lo llevaba en el alma. Recordaba y describía sus calles y las travesuras de muchacho. Le tuvo admiración, digo más, devoción a Mons. Arturo Celestino Alvarez, y me repetía con frecuencia que su causa de beatificación no se podía echar por la borda. Mi cercanía a su persona se remonta mucho antes de tratarlo personalmente. La tía de su mamá, Isabel Viso Hartmann de Beautell quien vivía en Calabozo me trasmitió las vivencias familiares de los Hartmann. Cuando enfermó, su sobrina René la trasladó a Caracas y la cuidó hasta su último aliento. En las visitas en las que le llevaba la comunión a la clínica tuve oportunidad de escuchar muchas anécdotas de su mamá y en ocasiones de D. Rómulo quien se quedaba en la antesala de la habitación. Alfredo se reía y me decía que yo le había contado algunos episodios que me confió su mamá que él no conocía.

 

Su trayectoria de hombre público, de catedrático de derecho romano y administrativo y de posgrado en el doctorado en ciencias sociales de la Universidad Central de Venezuela dan fe del dominio de estas ciencias y de la experiencia que fue acumulando a lo largo de su vida. Su trayectoria política como adeco y el ejercicio diplomático en diversos países le dieron una visión amplia y acogedora a personas de distintas toldas políticas y académicas. Observador agudo de la vida cotidiana lo plasmó en sus muchos escritos periodísticos, en sus ensayos sobre temas políticos y sociales. Su amistad con D. Rómulo a quien admiró profundamente y con quien compartió muchos momentos quedan para la historia en varios de sus ensayos y en la herencia de los papeles y escritos de y sobre Rómulo Betancourt, además de una serie de objetos dignos de ser contemplados en un museo donde las nuevas generaciones puedan tener un mejor conocimiento de los hombres que dejaron huella en el siglo XX venezolano.

 

En los ratos que pude sacar en estos últimos años para visitarlo en su casa fueron momentos de esparcimiento, de confrontación de pareceres, de críticas de antaño y hogaño sobre el acontecer político, social, cultural y religioso. Es de admirar su capacidad de compartir con personas de diverso pensamiento a quienes los unía la lucha sincera por la verdad y el bien común. En sus últimos meses cuando comenzó a sentir que la vida se le iba me pidió conversar y confesarse. Celebramos la eucaristía en el precioso recodo de su casa convertido en una ermita con objetos litúrgicos antiguos en los que sobresalía entre las típicas imágenes religiosas un retrato de Mons. Arturo Celestino Álvarez.

 

Fue uno de los promotores del centenario del nacimiento del Dr. Luis Herrera Campins con quien compartió una sincera amistad. Esta efeméride le permitió salir, no sin dificultad, para venir a Caracas e ir a San Sebastián de los Reyes a las celebraciones programadas con amigos sin reparar en las diferencias de conducción política de antaño. Buena lección para los tiempos que corren. Fue su última salida que lo hizo brivar al contacto de los aires de su tierra llanera. En brazos de Robert expiró plácidamente a las 9 de la mañana. Presidimos la misa exequial en la Funeraria Vallés de la Florida y sus cenizas reposan, como dejó dicho, al lado de sus progenitores. Descanse en paz paladín quijotesco de la libertad.-

28-1-25

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