Testimonios

Bailar en la cocina: María de Burelli

Beatríz Briceño Picón:

El 13 de marzo, aniversario del Pontificado del Papa Francisco, alcanza los 90 años mi hermana María, la Mayor de la familia Briceño Iragorry y Picón.   Mujer, a quien Dios regaló con dotes inigualables para hacer hogar. Pura vida diríamos los ticos. Excelente anfitriona, generosa hermana, solicita hija y muy buena amiga. Nació en Caracas, en cambio yo, la menor de ocho, vi la luz en San José de Costa Rica cuando nuestra familia se trasladó por cinco años a Centro América, con sede principal en esa cuna de democracia y libertad que es la capital tica. Allí empezó Mariragorry, como quiso llamarla don Mario, su formación diplomática y familiar. Luego la continúo en Bogotá, cuando papá representó a Venezuela en la Embajada en Colombia, donde siendo aún una jovencita de 15 años conoció al único amor de su vida, Miguel Ángel Burelli Rivas, flamante primer secretario de la misión de quien se enamoró a primera vista. Miguel Ángel tenía 28 años y había perdido su esposa en un accidente de automóvil. Pero tuvieron que pasar cuatro años, para que ese encuentro cuajara en familia. Miguel Ángel fue trasladado a Washington y nosotros regresamos a Caracas después de la renuncia de papá. Hubo un encuentro en la capital del Norte y luego algunos breves saludos cuando Burelli volvía de visita a vernos, en la casa de Cristo a Isleños. En una de esas ocasiones me habló para que le ayudara a ablandar el corazón de mi hermana, porque creía que no podría enamorarse de otra mujer sino de élla. Sin embargo, no fue hasta diciembre de 1953 cuando de paso por Madrid, de vuelta a Roma, formalizaron su noviazgo y luego su matrimonio por poder en 1954.

Muy joven, con apenas 19 años asumió María las responsabilidades hogareñas. Primero en Mérida mientras Miguel Ángel era director de Cultura de la Universidad de los Andes, luego de nuevo en Madrid, donde también sufrieron exilio político, con Guadalupe ya nacida, nació Adela y fue concebido Pedro Mario. Allí compartimos el apartamento de la calle Castelló 86, hasta que vendimos la vivienda, el año 1957, y nos fuimos a Génova, en la Liguria italiana, por la mala salud de papá. Ellos alquilaron un piso en Madrid y nosotros otro en Italia, donde nos encontrábamos el 23 de enero de 1958.

Luego murió papá, dos meses después de haber regresado a Venezuela, el 6 de junio de 1958 y los Burelli Briceño se radicaron en Caracas con sus dos hijas mayores y Pedro Mario, nacido en Mérida a la vuelta de Madrid.

Desde 1958 hasta fines del siglo XX, María Burelli como la llamamos en familia, acompañó a mi hermano político en toda su gestión pública y diplomática. Esposa de embajador en Colombia, Londres y Washington; esposa de director general del Ministerio del Interior, del ministro de Justicia y más tarde de Relaciones Exteriores. También, esposa del profesor de la Universidad Central y de la Simón Bolívar, presidente de Extebandes, etc. Sin duda tuvo que hacer maravillas para acompañar, también, al dos veces candidato a la Presidencia de la República y siempre Albacea del primer Cardenal de Venezuela, José Humberto Quintero, quien fuera un padre para Miguel Ángel.

En muchas ocasiones, en familia, comentamos que tuvo la mejor formación superior de la Universidad de la Vida. Y no solo bailó en la cocina con Miguel Ángel, sino que ha dado ejemplo de compromiso con la responsabilidad que asumió con un matrimonio fecundo y rico de experiencia a todo nivel. Lo de bailar en la cocina lo considero algo fundamental, porque soy de los que creen que el mundo se salvará en la cocina y sus diferentes dimensiones… No es posible ahondar en esta tesis aquí, pero lo dejo en el aire, para otro día.

Hoy, solo quiero agradecer a mi hermana el cuñado que me dio y los sobrinos que forman parte de la corona de mi soltería. También la preocupación que siempre tuvo por mamá y por mí. Sin olvidar, en ningún momento, su preocupación por la obra de papá y su legado, su desvelo por el país que la llevó a asumir el hogar como su primera responsabilidad, porque bien sabe ella que sin cuidado de la casa y apertura al mundo los pueblos no alcanzan su destino.

Ella no solo es Chef de su casa, administradora del hogar, educadora de sus hijos, confidente de sus amigas, consoladora de los tristes, amiga de los pobres y necesitados. Descubrió, avanzada la vida, la misericordia de Dios, y hasta Cracovia fue para seguir las huellas de Santa Faustina, a Praga llegó a agradecer al Niño Jesús los inmensos favores recibidos en dos de sus nietos y en Casia encontró en Santa Rita, uno de sus grandes consuelos. El mismo padre que tuvimos nos enseñó el amor de Dios y la devoción a su Madre. También aprendimos de él a amar a San Francisco de Asís y su espíritu de sencillez y cordialidad con el hermano sol y la hermana luna. Juntas nos llevó, con nuestra mamá, a hacer la Primera Comunión en la Iglesia del Sagrado Corazón, de manos de Monseñor Lucas Guillermo Castillo. Y siempre nos recordaba: mañana es primer viernes, cuando llegaba cada mes.

No nos cansamos de sus predicas porque nunca fue así. Pero las dos aprendimos del testimonio de su vida de amor a Dios, amor a la familia, amor a su ciudad natal, a su país y al mundo. A estas alturas de nuestra vida no nos cansaremos de agradecer la familia que nos regaló, aunque haya habido en el camino muchas lágrimas y dolores, muchos desconciertos y muchos aciertos. Hoy solo recordamos los aciertos de don Mario y de doña Pepita. Y junto a los de ellos aciertos de doña María y de Miguel Ángel. También, es posible, que podamos agradecer algún acierto de Dios en mi vida porque sé cuánto les costó a mis padres mi embarazo. Bendito sea el doctor José Izquierdo que dio a mi madre el alivió para poder viajar en barco a Costa Rica con su hija menor en su seno.

María, hermana, la única mujer, la mayor. Sólo me llevas 16 meses. Así es que espérame en el piso 9 para que celebremos ese número trinitario: 3 x3.  No hay nada mejor que estar con Dios en las artes del hogar y bailar con El y toda la familia en la cocina…

 

Beatriz Briceño Picón

Humanista y Periodista

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