José Gregorio Hernández en clave educativa
Desde pequeño se fijaba en el sentido de lo que tenía que aprender, y lo encontraba interesante

Javier Duplá sj:
- Sus estudios le prepararon para ser un magnífico profesor.
Desde pequeño se fijaba en el sentido de lo que tenía que aprender, y lo encontraba interesante. Con paciencia le enseñan las letras y luego las sílabas, y José Gregorio aprende a leer muy pronto, porque es un niño despierto y atento, interesado por todo lo que le dicen los mayores.
Aprende también las oraciones. En la casa se reza el Ángelus tres veces al día – con el amanecer, al mediodía y al atardecer – y luego sigue el rosario, que dirige el padre y todos contestan pausadamente.
El maestro de Isnotú Pedro Celestino Sánchez se admira de la facilidad del niño José Gregorio para aprender. Le dice a su padre Benigno:
– Este hijo suyo sabe mucho para su edad. Se ve que su esposa, que en gloria esté, y su tía lo prepararon con cuidado. Lee bien, escribe regularmente, suma y resta con facilidad. Pero lo que me admira de él es cómo conoce la historia sagrada. Le confieso que a veces pienso que sabe más que yo de los hechos antiguos. Le recomiendo que se afinque más en la caligrafía, que todavía la puede mejorar.
En el Colegio Villegas de Caracas. Al joven José Gregorio le fue muy bien en el Colegio Villegas. Estudió los cursos del Preparatorio y Filosófico, equivalentes a lo que después se llamaría el bachillerato. Es un muchacho atento a las explicaciones de los profesores, de inteligencia despierta y que retiene con facilidad los conocimientos. Ninguno de sus compañeros se extraña de que le den premios. Los obtiene en Etimología castellana, porque siempre desde pequeño le llamaron la atención las curiosidades del idioma. También en Gramática castellana, Francés, Aritmética, Geometría, Latín, Griego y Geografía Universal. Él se interesa por todo y tiene talento para todo. Más adelante va a estudiar francés e inglés, e incluso alemán, porque intuye que los idiomas le van a abrir puertas, y siente un atractivo particular hacia otras formas de expresarse. También obtiene en tres oportunidades premios a su aplicación y buena conducta. Como consecuencia de esta trayectoria, le nombran inspector de disciplina en el colegio y preparador de aritmética. Todo un record para un muchacho tan joven, que apenas llega a los 17 años.
Durante los años transcurridos en el Colegio Villegas ha aprendido a razonar, a comprobar los conocimientos comprobables, a informarse con varios autores, en una palabra, se ha convertido en un estudiante independiente e inquisitivo, cualidades que le acompañarán toda su vida y que le serán muy útiles en los estudios que va a comenzar.
Estudia la carrera de medicina. Los estudiantes aprenden de memoria teorías sobre las enfermedades a fin de rendir un buen examen. José Gregorio también lo hace, pero su inteligencia despierta siente que los estudios de medicina no pueden seguir siendo meramente teóricos. Los hospitales tienen que convertirse en laboratorios de observación y proporcionar elementos para la experimentación.
En el examen final de la carrera el secretario de la Universidad, doctor Vicente Guánchez, le dice a José Gregorio:
– Bachiller Hernández, no hace falta que nos retiremos para deliberar sobre su calificación. Usted merece un sobresaliente, y creo que mis colegas del jurado estarán de acuerdo.
Observa los gestos de asentimiento del jurado y concluye con voz emocionada:
– ¡Sobresaliente por unanimidad!
El rector Aníbal Domínici rompe el protocolo para exclamar con solemnidad, poniéndose de pie:
– ¡Venezuela y la medicina esperan mucho del doctor José Gregorio Hernández!
- Su ejercicio inicial como médico.
Pronto el choque con la realidad es más fuerte de lo esperado, especialmente con las creencias y costumbres de la gente, fruto de la ignorancia. Visita los primeros enfermos por aquellos campos de Betijoque y tiene éxito en curarlos. Las enfermedades más comunes son el tifus, la disentería y el asma. Las dos primeras tienen que ver con el uso de aguas contaminadas y el asma queda favorecida por un clima húmedo y catarros mal curados. El joven doctor sabe que la mejor aliada de la enfermedad es la ignorancia y, peor aún, la superstición:
“Mis enfermos todos se me han puesto buenos, aunque es tan difícil curar a la gente de aquí, porque hay que luchar con las preocupaciones y ridiculeces que tienen arraigadas: creen en el daño, en las gallinas y vacas negras, en los remedios que se hacen diciendo palabras misteriosas: en suma, yo nunca me imaginaba que estuviéramos tan atrasados por estos países (…) La botica es pésima; suponte que el boticario es un aficionado solamente y que me dice: “nosotros los médicos” (…) Me contó que curaba la disentería con cinco gramos de quinina al día y, como yo me asustara, me tranquilizó completamente y me aconsejó que así lo hiciera, ya que la ipeca no daba resultado; quien no da resultado es él, y él quien está llenándome de fastidio; afortunadamente que yo no he de quedarme aquí, sino que, como te dije, iré a Valera·. (Carta a Santos A. Domínici desde Betijoque, 18 de septiembre de 1888).
En julio de 1889 dos resoluciones del presidente Juan Pablo Rojas Paúl abrirán las puertas a la medicina moderna en Venezuela: la fundación de cátedras de Microscopía, Bacteriología, Histología Normal y Patológica y Fisiología Experimental. La segunda resolución manda que, para hacer efectiva la primera, se envíe a París a un joven médico de talento, para que se prepare con los doctores más eminentes, e implante al regresar los estudios más avanzados, comprando el material que haga falta. El candidato debe ser seleccionado por el Ejecutivo Nacional. El criterio del doctor Calixto González es determinante para la elección del joven doctor José Gregorio Hernández como becado a París por el Ejecutivo.
Ya en París, el profesor Duval enseña al joven doctor Hernández a mirar a través del microscopio y a interpretar lo que ve. Hernández se asombra al comprender la estructura de la célula y al aprender a distinguir una célula enferma en un tejido. Le introduce en los mecanismos de la fecundación, le prepara para que se haga un experto en histología o estudio de los tejidos orgánicos. El joven discípulo aprende con él a seccionar los tejidos y a colorearlos para facilitar su observación, y todo esto le sumerge en un estado de ánimo elevado, de admiración por las maravillas de la naturaleza creada por Dios.
El profesor Charles Richet le recibe en su laboratorio de Fisiología Experimental. Después de unos meses firma con gusto el certificado de aprobación:
“El Doctor Hernández ha trabajado en mi laboratorio y seguido mis cursos con mucho celo y asiduidad. Quiero así dar un testimonio de su ardor por el trabajo…”.
Un nuevo campo de conocimiento y experimentación se abre para el doctor Hernández en febrero de 1891. Bajo la guía del doctor Isidore Strauss, profesor de Patología Experimental y Comparada, ingresa en su laboratorio. Se pone en contacto con el conocimiento de las bacterias, esos microorganismos unicelulares, y aprende a distinguir sus diversas clases y los trastornos que ocasionan. Pasteur, con sus trabajos sobre la fermentación y la putrefacción, había contribuido 30 años atrás al conocimiento preciso de las bacterias, y sus descubrimientos fueron aplicados a la desinfección por Lemaire y Lister. José Gregorio aprende a esterilizar y a cultivar las bacterias, y se asombra de que haya vida tan activa en seres microscópicos. Piensa que podrá contribuir mucho con la medicina en Venezuela, si introduce estos estudios y los aplica a la curación de tantas enfermedades contagiosas.
- Se inicia como profesor de las nuevas cátedras
El 4 de noviembre de 1891 el presidente Andueza Palacio dicta el decreto de creación de las cátedras de Histología Normal y Patológica, Fisiología Experimental y Bacteriología y manda instalar el laboratorio comprado en Europa. El 6 de noviembre el rector de la Universidad Central, doctor Elías Rodríguez, da posesión de las cátedras al doctor Hernández. Comienza en ese momento la etapa contemporánea científica de la enseñanza de la medicina en Venezuela. Una clase del doctor Hernández:
– La histología es conocida desde la antigüedad por las obras de Aristóteles, Hipócrates y Galeno, pero sólo en los tiempos modernos se ha convertido en una ciencia. Díganme ustedes: ¿qué tienen de común en un cuerpo humano la piel, la sangre y los nervios? Pues que constituyen tejidos, es decir, sistemas vivos y organizados que cumplen funciones especializadas…
Les muestra unos dibujos, pero sobre todo les anima a que observen directamente en los animales superiores los diferentes tejidos:
– No teman mancharse con la sangre si van al matadero. La sangre es un tejido especial, maravilloso, único. Es un tejido circulante por las arterias y venas, que tiene como función alimentar las células del organismo.
Las explicaciones del joven doctor son vivas y claras, y los alumnos sienten que aprenden mucho en sus clases.
- La experiencia de la muerte de los seres queridos
La experiencia de la muerte de los seres queridos marca profundamente al ser humano. En algunos casos produce aturdimiento, desolación, vacío; en otros, resignación y profundidad de espíritu. José Gregorio fue muy pronto sacudido en su vida por las muertes de las personas más queridas y cercanas a su corazón. Primero la madre, cuando apenas tenía 8 años aún no cumplidos. Después le tocó la muerte de su padre Benigno, más dolorosa aún por encontrarse él tan lejos, en París. Ocurrió en marzo de 1890 y le dejó gran pesar no haber podido estar con los suyos en esos momentos. Pero todavía estaba menos preparado para otra muerte, en la que él participó de manera más cercana, la de su hermano menor, Benjamín.
Otras veces se vería enfrentado José Gregorio a la muerte en su familia cercana: su hermana María Sofía cuatro años después, en 1898, y su otra hermana Josefa Antonia, en 1907. Demasiadas desapariciones de seres queridos, que obran sobre el joven doctor como una cátedra permanente acerca del sentido de la vida, de la fugacidad del bienestar, de la caducidad de las cosas. Todos estos acontecimientos, y la misma condición de hermano mayor, tan importante en los Andes de esa época, ahondan en él los rasgos que mostró desde pequeño: amabilidad y seriedad, responsabilidad y exactitud, generosidad y desprendimiento, religiosidad muy profunda.
- Escritos didácticos del médico investigador
José Gregorio sigue enteramente dedicado a sus clases y a su actividad como médico cuando se aproxima el fin de siglo. Sus clases no son en modo alguno repeticiones desmañadas de textos franceses, entonces en boga. Por el contrario, la estancia en París le ha inoculado el virus de la investigación, que no podrá cultivar como él quisiera, pero que aflora de vez en cuando en trabajos prometedores.
Aparece en 1906 un libro escrito por el doctor Hernández, en el que recoge sus conocimientos y experiencia en el estudio de las bacterias, un resumen de las lecciones que él dicta desde 1891, año de la fundación de la cátedra. Lleva como sencillo título “Elementos de Bacteriología” y está impreso en la tipografía Herrera Irigoyen y Compañía.
El libro está pensado para ayudar a los estudiantes a entender la clasificación, la estructura y la morfología de los microbios. Muestra cómo hacer preparaciones microscópicas, realizar cultivos y experimentar con tejidos animales. Su finalidad es enseñar a combatir las enfermedades infecciosas más comunes, cuyas causas comienzan por fin a ser conocidas.
Los colegas del doctor Hernández, y en particular el doctor Luis Razetti, no tienen sino elogios para la obra. Razetti amplía su comentario, aparecido en el periódico El Constitucional el 25 de junio de 1908, hasta convertirlo en un elogio general y cumplido a la persona del doctor Hernández.
“Íntima satisfacción hemos experimentado al leer el libro con que acaba de enriquecer nuestra bibliografía científica el modesto e ilustrado profesor de la Universidad y Miembro de la Academia de Medicina, doctor José Gregorio Hernández, amigo y colega de todo nuestro aprecio… Elementos de Bacteriología… servirá de excelente compañero a los jóvenes que principian los estudios médicos… es un libro eminentemente didáctico y como tal viene a llenar un vacío… su lectura y estudio deben recomendarse a todo aquel que desee formarse una idea correcta del estado actual de la bacteriología… desde 1891 desempeña el doctor Hernández dichas cátedras, con todo el brillo que a su enseñanza prestan su ilustración médica poco común y su consagración al estudio y a la propagación de las ciencias… consagrado exclusivamente al ejercicio de su profesión y al noble magisterio de la enseñanza, la figura científica del doctor Hernández tiene entre nosotros una fisonomía singular. Como médico práctico… ha tenido en Caracas una de las más brillantes clientelas y sus clientes le profesan especial afecto por… el interés con que atiende a sus enfermos… como profesor, sus discípulos le aman porque les da con paternal cariño alimento bien sazonado de ciencia práctica, y lo respetan, porque ven en él un maestro ilustrado que conoce y domina la materia que enseña. Como individuo social, el doctor Hernández es un carácter: practica el bien sin interés mezquino y sin hipocresía, sostiene sus convicciones con inquebrantable firmeza y jamás se ha desviado del camino que él cree debe seguir…” (Citado por Suárez y Bethencourt, p. 173).
- Regresa a su vocación de médico y de profesor
Al regreso de la Cartuja, donde quiso hacer monje, su confesor Mons. Juan Bautista Castro orienta su nueva vida:
– José Gregorio, hijo mío, tengo que decirte algo que me cuesta mucho expresar, pero creo que debes abandonar la idea de ser sacerdote y regresar a la universidad y al ejercicio de la medicina. Tus grandes cualidades darán más fruto desde la cátedra que desde el púlpito. Pienso sinceramente que Dios te quiere como laico piadoso y comprometido en medio de su pueblo. Tú sabes que en los tiempos que corren la Iglesia es débil y son pocos los seglares que se atreven a confesarse abiertamente católicos como tú lo has hecho con valentía. Toma de nuevo ese camino que creo que es más apropiado para ti. Es un consejo de amigo y es una orientación para tu vida que te estoy dando como tu confesor. Rogué mucho estos días al Señor que me iluminara en asunto tan importante.
Su apego por el dinero es nulo, parece que le quema en las manos. Contribuye con las iglesias, las cofradías, los asilos. Da limosna cuando encuentra un mendigo en la calle. Sus afectos no están en las cosas materiales, sino en Dios, los enfermos, su familia, sus alumnos, la ciencia y los libros.
Gran médico y gran profesor, ojalá su ejemplo de vida nos ayude a construir una Venezuela mejor.-