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Evangelium Vitae

Es un documento contentivo de sustancia y equilibrio por la doctrina que expone y por el modo cómo lo hace

Nelson Martínez Rust:

 

El veinticinco de marzo próximo pasado, se cumplió el trigésimo aniversario de una encíclica que, no dudo en señalar, como uno de esos documentos que han sido escritos para hacer historia o, sea, para trascender en el tiempo. Se trata de la Carta Encíclica que lleva por título “Evangelium Vitae” que trata sobre “El valor y la inviolabilidad de la vida humana”.

Digo que es un documento contentivo de sustancia y equilibrio por la doctrina que expone y por el modo cómo lo hace. Muestra un camino claro y rectilíneo: No se queda en la denuncia ya que, al mismo tiempo, anuncia con claridad meridiana y sin atisbos para la duda, gazapos o las reservas, la inviolabilidad de toda vida humana en un mundo que no está dispuesto de ante mano a cambiar ni mejorar su posición, o al menos, a ir más allá de un diplomático cumplido de sus afirmaciones.

En efecto, Juan Pablo II intuye que las más graves formas de violación a la vida y a su dignidad tienen su fundamento en una perversa concepción de “La Libertad”, que, a su vez, distorsiona el recto concepto de “La Verdad”. Esta “libertad” ha llegado a transformar el crimen en ley – se legisla en favor del aborto, de la anticoncepción, de la eutanasia, de la muerte asistida, de la limitación de los nacimientos, del amor libre, del cambio de género, etc. presentándolos irónicamente como beneficios otorgados a quienes lo solicitan en nombre de “La Libertad” -.

De esta manera la sociedad actual tiene una conciencia distorsionada que no le permite comprender que la verdadera libertad del hombre se fundamenta en el ejercicio responsable de una recta idea de “La Verdad” y de “La Libertad” procedentes de Dios y que debe conducir necesariamente a la responsabilidad que cada persona tiene para con la vida del otro hombre – del prójimo: del que tiene a su lado, del más cercano -.

En esta encíclica se denuncian las gravísimas formas de violación a la vida humana, las cuales, en vez de disminuir, se han incrementado en los últimos años. La encíclica persigue, no solo el denunciar estas irregularidades morales sino también el de formar las conciencias en la comprensión del valor de la vida y de la correcta comprensión de la libertad, que no solo significa el “no matar”, contentivo de los mandamientos, sino la necesidad de crear las condiciones indispensables para que cada persona pueda alcanzar la plenitud de la vida a la cual está llamado por el amor que Dios le tiene.

Aun cuando defendido por la Iglesia católica, el valor de la vida no es solo un valor exclusivo de ella, tiene un alcance universal, pertenece al hombre como tal y todos pueden comprenderlo y compartirlo. Es un valor del que nadie puede disponer, ni siquiera quien lo posee. Esta verdad hay que decirla y reafirmarla en un mundo lleno de relativismo, que traduce en leyes injustas una hipócrita y aparente concepción de la libertad, la verdad y la persona. En los tiempos presentes esta libertad y verdad mal entendidas forman parte de los dioses del olimpo moderno, con la consecuente confusión de las conciencias de los hombres – aun cristianos y católicos -, al presentarse como un bien a seguir. Esta apariencia de libertad se la encuentra en todas las culturas y en todas las partes del mundo, no es exclusiva de Occidente o de un país determinado.

El documento magisterial sobre la vida está estructurado en cuatro capítulos en los que se reflexiona sobre las amenazas contemporáneas a la vida, el mensaje cristiano respecto a su dignidad intrínseca, la importancia de respetar el mandamiento “no matarás”, y, finalmente, exhorta a construir una nueva cultura basada en la solidaridad y el respeto a toda vida humana, destacando especialmente el rol de la familia como “santuario de la vida”.

A lo largo de estos treinta años, la encíclica ha ejercido un gran influjo en la doctrina social de la Iglesia Católica, siendo ampliamente citada en los encuentros sobre la ética, lo jurídico y lo bioético alrededor del mundo. Ha inspirado movimientos y campañas en defensa de la vida humana, además de numerosas iniciativas educativas y pastorales enfocadas en promover una cultura por el respeto y cuidado hacia los más vulnerables. Su mensaje adquiere una relevancia particular en los contextos actuales marcados por los debates sobre las técnicas de reproducción asistida, inteligencia artificial, manipulación genética y las nuevas legislaciones sobre la eutanasia. A pesar del paso del tiempo, esta encíclica continúa invitando a una profunda reflexión sobre el impacto que puede tener la ciencia y la tecnología en la vida humana y exhorta a asumir una postura comprometida y consciente frente a estos desafíos contemporáneos.

La encíclica termina haciendo un llamado urgente en defensa de toda vida humana, enfatizando que este compromiso es esencial para la construcción de una autentica cultura humana fundamentada en una recta concepción de la verdad, la libertad y el amor: “Respeta, defiende, ama y sirve a la vida, ¡a toda vida humana”!

Pero, debemos preguntarnos a qué cosa denomina Juan Pablo II “Evangelium Vitae” = “El Evangelio de la Vida”.

La posibilidad de “conocer” y “obtener” una respuesta la encontramos en la misma encíclica: “El “Evangelio de la Vida” no es una simple reflexión, por muy original y profunda que sea, sobre la vida humana; ni siquiera es un mandamiento destinado a sensibilizar la consciencia y la promoción sobre los significativos cambios en la sociedad; mucho menos es una ilusoria promesa de un futuro mejor. El “Evangelio de la vida” es una realidad concreta y personal, ya que consiste en el anuncio de la misma persona de Jesucristo…Precisamente, es la totalidad de la verdad acerca del valor de la vida humana misma lo que se le brinda al hombre en la  persona de Jesús; es a partir de esa “fuente” que le viene de manera particular, la capacidad de “realizar” perfectamente esa verdad (Jn 3,21), o sea de asumir y de llevar a cabo de manera plena la responsabilidad de amar y servir, de defender y de promover la vida humana. En efecto, en Cristo viene anunciado de manera definitiva y plenamente dado el “Evangelio de la Vida”, el cual ha sido ofrecido en el Antiguo Testamento. Aún más, que ha sido escrito de alguna manera en el mismo corazón de todo hombre y mujer. Por lo tanto, resuena en toda conciencia “desde el principio”, o sea, desde la misma creación, de tal manera, que, a pesar de los condicionamientos negativos debidos al pecado, puede ser conocido en sus rasgos esenciales también mediante la razón humana…Por consiguiente, en Jesús “Palabra de la Vida”, se anuncia y se comunica la vida divina y eterna. Gracias a un tal anuncio y a un tal don, la vida física y espiritual del hombre, aun en su fase terrenal, adquiere plenitud de valor y de significado. En efecto, la vida divina y eterna es el fin último al cual el hombre que vive en este mundo está orientado y llamado. El “Evangelio de la Vida” encierra en sí todo cuanto la misma experiencia y la razón humana dicen acerca del valor de la vida, ya que la acoge, la eleva y la lleva a la plenitud del cumplimiento” (EV 29-30).-

 

Valencia. Abril 27; 2025

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