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Con la mirada puesta en el 2022

Horacio Biord Castillo:

Se ha consumido el año 2021 y, en muchos sentidos, también se ha consumado su misión. Desde una perspectiva numerológica, el enunciado del año 2021 parecería mostrarnos ciertas analogías de gran interés para reflexionar sobre estos días convulsos que nos ha tocado vivir.

En primer lugar destaca la unión del año anterior (2020) y del que ahora acaba (2021), expresado en la secuencia de los primeros dos dígitos y los dos subsiguientes. Al mismo tiempo podría mostrar la transición del siglo XX (20) al XXI (21) y anticipar la progresión temporal hacia el siglo XXII (2022). El próximo año, a su vez, nos puede recordar la transición omitida en su enunciado: 2022: 20 [21] 22. El siglo XXII espera a la humanidad, pero antes ha de transcurrir el siglo XXI, consumirse y consumarse, y ya la mayoría de los seres humanos actuales no lo veremos.

El año 2021 se consumió y, de muchas maneras, podríamos decir que nos ha consumido también. La pandemia por el coronavirus que ha afectado a toda la humanidad, los distintos países, las actividades rutinarias, la economía y hasta la política y la geopolítica, nos ha consumido y agotado. Allí reside la trascendencia de reflexionar sobre los significados que inspiran esos números.

Venimos de un siglo que, como ocurrió con varios de los anteriores, probablemente marcó de manera definitoria la vida social y las percepciones sobre la “existencia”: un siglo de revoluciones políticas, de grandes y ominosas guerras, de revoluciones ideológicas y cambios culturales e institucionales, de entusiasmos y desencantos, de ilusiones y agónico agotamiento ante la proximidad del año 2000, la fecha mítica que estimuló la utopía científico-tecnológica.

Creo que es importante concienciar que seguimos siendo en gran medida “personas del siglo XX”, es decir, del siglo pasado, en uno nuevo que ya se acerca a concluir su primer cuarto. Las representaciones, ideales, imaginarios e ideologías del siglo XX siguen tiñendo la percepción del nuevo tiempo e impiden comprender que se produjo un cambio.

Al hablar de un período tan largo (y a la vez, paradójicamente, tan corto, visto desde una perspectiva temporal más amplia) se requiere hacer ciertas precisiones. El siglo XX fue ante todo un siglo de transformaciones en muchos ámbitos, no solo tecnológico. El cambio ideológico y axiológico que implicó la conciencia sobre la destrucción y el aniquilamiento aflorada en la Postguerra y durante la Guerra Fría y, luego, las transformaciones subsecuentes ocurridas en la década de 1960 o a partir de ellas generaron un nueva visión, quizá incipiente aún antes de la caída de la Cortina de Hierro cuyo emblema fue el oprobioso Muro de Berlín.

Como suele pasar con el pasado, a veces se elige y elabora desde el presente un momento anterior como ætatis aurea y se le atribuyen valores, creencias o conductas que quedan no solo fosilizadas sino que se asumen como referentes de situaciones más complejas y cambiantes. Algo así nos ha pasado con el siglo XX. Lo vemos como una época culminante, pero es obvio que hay varios “siglos XX” (el anterior a la Primera Guerra Mundial, el de las entreguerras, el de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias, la década de 1960 y su influjo en la siguiente, los cambios finiseculares) y la etiqueta social del siglo XX es muy variada, de principio a fin.

Llegamos, pues, al siglo XXI en medio de un doble desconcierto: las bondades sin fin imaginadas con el arribo del año 2000 y las contradicciones observadas en los rumbos de la política, la economía y los usos sociales que, en gran medida, contradecían, por decir lo menos, los sueños “occidentales” de paz, progreso y libertad. Esos sueños dejaban de lado fenómenos de gran relevancia para su propia hipotética realización: la diversidad y las inequidades sociales, que se solapan y confunden.

Dicho en pocas palabras, el “mundo occidental” (tanto sus centros como periferias y ámbitos pseudooccidentales o de occidentalidad parcial, como sería el caso de América Latina) se enfrenta a una coyuntura de cambios, transformaciones y rupturas como quizá no lo había vivido desde la década de 1960. La diferencia, más de medio siglo después, radica en el carácter definitivo que parece tener esta encrucijada. El “mundo occidental”, la “humanidad occidental”, podrían estar acercándose a un cambio radical que se consumaría empero ya en la mitad del siglo XXI.

La reflexión que sugiere la secuencia del enunciado 2021 es, por una parte, el fin del siglo XX y el inicio efectivo del incierto e impreciso siglo XXI. Algunas de las conductas y prácticas que se generaron de manera provisoria por la pandemia tal vez no tengan vuelta atrás, sino que preludien el porvenir. Entre ellas, sobresalen las modalidades virtuales en diversos campos y la dependencia tecnológica con el reto que supone el acceso diferencial de los países, estratos y grupos sociales a las nuevas tecnologías, incluidas las de la información y la comunicación.

La secuencia del enunciado 2021 nos permite reflexionar sobre el cambio. El Covid y sus variantes, sus implicaciones y consecuencias, las reacciones ante su avance y estragos, precipitaron grandes cambios sin que nos lo imagináramos al principio ni durante los meses iniciales de la pandemia.

Nos espera un nuevo año que al marcar la ruptura entre el siglo XX y el XXI anuncia tiempos inciertos que requieren de reflexiones y adaptaciones que han de hacerse de manera simultánea y de allí su complejidad y dificultad. Todas las formas del pensamiento y la creatividad humanas serán necesarias: desde el diseño tecnológico e industrial hasta las revisiones teológicas, desde las modelizaciones económicas, geopolíticas y geoestratégicas hasta las realizaciones artísticas, en sus más amplias acepciones.

Desde la perspectiva de la palabra, la literatura, la poesía, la ficción, nos podrán ayudar a precisar los nuevos tiempos, la etiqueta social emergente. Esa contribución reflexiva, del pensamiento y la sensibilidad, parece aún más pertinente ante las “nuevas normalidades” que, imprecisas y confusas, opacas e inciertas, se han anunciado desde diversas instancias. Bienvenido sea el siglo XXI en el año 2022. Será necesario empezar a vivir esta vigésima primera centuria con una nueva perspectiva histórica, como un nuevo e indefinido tiempo, concluido el siglo anterior y agotado, aunque subsista por un tiempo, gran parte de su imaginario.

Como personas nacidas y formadas en el siglo XX o, según el caso, como personas nacidas en el siglo XXI pero expuestas a las ideas y modos del siglo precedente, tal vez no sea fácil entender que no se trata solo de avanzar en el calendario, de cambiar de forma progresiva dígitos, sino de vivir los tempos de los tiempos por venir, de oír sus voces, de presenciar y participar también en sus ejecuciones.-

Diciembre 30, 2021

Horacio Biord Castillo

Escritor, investigador y profesor universitario

Contacto y comentarios: hbiordrcl@gmail.com

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