Lecturas recomendadas

SUCRE, Civilidad y Humanismo

227º aniversario del natalicio del Gran Mariscal de Ayacucho A J de Sucre, promotor del Derecho Internacional Humanitario(DIH)vigente

Isaías A. Márquez Díaz:

La campanilla que reconstituyó al cabildo caraqueño el 19/4 tuvo una resonancia solemne sobre nuestra historia; eco que salió del salón de sesiones vibrando por todo el cielo  latinoamericano. Nada de lo que hasta entonces era podía proseguir igual. Había sonado un tiempo nuevo para  los pueblos latinoamericanos. También había cambiado en aquel instante para el joven Simón Bolívar, confinado en sus predios del Tuy y hasta para el cadete cumanés Antonio José de Sucre, razón por la que resulta ineludible enaltecer, esta fecha (3/2/1795),  natalicio de este héroe, quien destacó por sus virtudes civiles, militares y humanitarias; como guerrero: fue, ciertamente, un estratega de capacidad extraordinaria. Sus campañas constituyen modelos de prudencia, tino y seguridad en la acción. Pero, era de un desapego sobrehumano, puesto que parecía exento de toda ambición. Al día siguiente de su retiro del ejército para integrarse a su vida privada, renunció a toda prebenda. No ha existido militar más civilista que el Gran Mariscal de Ayacucho. Es, realmente, el primer jefe militar que proclama en su triunfo que la victoria no da derechos, en repudio franco a la tradición histórica del derecho infame de conquista. Quería ver instaurada la República y reducido el ejército a una función social, como debería ser. Incluso, hoy día, sin erogaciones para el erario.

En la batalla de Tarqui, cerca de Cuenca, Ecuador vence junto con JJ Flores a las huestes bajo mando de La Mar/Gamarra (27/2/1829).

Hizo todo lo posible por apartarse de la escena pública. Hay un momento cuando cree, tras su matrimonio con la marquesa de Solanda, que podría vivir tranquilo y apartado en Quito. Pero, ¡autoengaño! Cuando la situación se encrespa de nuevo, por el brote de las pasiones y el choque por la avidez de poder, Bolívar le llama a Bogotá a concurrir, en 1830, al esfuerzo desesperado y supremo de conciliar a la Gran Colombia. Hacia allá se dirige en cumplimiento de su deber, como otro ciudadano más. Poco se logra en el congreso para evitar el caos intimidante. A su retorno al Ecuador, una celada le aguarda en la montaña de Berruecos, donde cae baleado, el 4/6/1830.

En Ayacucho hubo mucho más que un triunfo militar extraordinario, la excepcional reafirmación de un concepto novedoso del derecho internacional humanitario, cuando creyó “digno de la generosidad americana conceder algunos honores a los rendidos que vencieron durante unos  catorce años en el Perú y la estipulación fue ajustada sobre el campo de batalla”, en nota dirigida a Bolívar.

Tras Bolívar y Miranda es el prócer más completo y cabal de la independencia.

En Ayacucho Hispanoamérica podría apreciar su pasado con orgullo sublime.

Isaimar@gmail.com

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